Investigaciones

Clausewitz y Malvinas. Un punto de vista sobre la conducción operativa de las fuerzas terrestres en la guerra de 1982

Clausewitz and Malvinas. A point of view on the operational leadership of the land forces in the 1982 war

Hernán Cornut
Escuela Superior de Guerra, Argentina
Universidad de la Defensa Nacional, Argentina

Temas de historia argentina y americana

Pontificia Universidad Católica Argentina Santa María de los Buenos Aires, Argentina

ISSN-e: 2618-1924

Periodicidad: Semestral

vol. 1, núm. 31, 2023

revistaredesign@ifma.edu.br

Recepción: 26 Abril 2023

Aprobación: 28 Mayo 2023



DOI: https://doi.org/10.46553/THAA.31.1.2023.p43-66

Resumen: El presente trabajo analiza la Guerra de Malvinas desde una perspectiva vinculada con la conducción operacional del instrumento militar terrestre, dentro del marco teórico del pensamiento clausewitziano, dada su pertinencia respecto de las cuestiones bélicas esenciales y, también, porque el dicho conflicto fue una de las últimas contiendas clásicas del siglo XX. A modo de hipótesis sostenemos que los saberes y prácticas relacionados con la teoría de Carl von Clausewitz no ocuparon un lugar preponderante en los procesos de formación y perfeccionamiento profesional de la generación de oficiales superiores del Ejército Argentino con máximas responsabilidades de conducción de las fuerzas terrestres en la guerra mencionada.

Palabras clave: Guerra de Malvinas, Ejército, Clausewitz.

Abstract: This paper analyzes the Malvinas War from a perspective linked to the operational management of the land military instrument, within the theoretical framework of Clausewitzian thought, given its relevance to essential war issues and, also, because the said conflict was a of the last classic contests of the 20th century. By way of hypothesis, we maintain that the knowledge and practices related to Carl von Clausewitz's theory did not occupy a preponderant place in the training and professional development processes of the generation of senior officers of the Argentine Army with maximum leadership responsibilities for direction the ground forces in the aforementioned war.

Keywords: Falklands War, Army, Clausewitz.

“Si alguien se asombrara al no encontrar aquí nada sobre el rodeo de ríos, cómo dominar las montañas o evitar las posiciones fuertes, quiere decir que no nos habrá comprendido, ni tampoco ha comprendido la guerra en sus relaciones generales”

Carl von Clausewitz[1]

Introducción

Quizás uno de los aspectos más difíciles de dilucidar en la producción historiográfica militar en derredor de un conflicto armado, radique en determinar la distancia temporal adecuada que provea de equilibrio al análisis de una contienda. Esto se concibe en virtud de que un estudio inmediato probablemente sea dominado por las pasiones de sus autores y, además, deje fuera una importante cantidad de información por desconocimiento, ante la proximidad de los hechos. En contraposición, una pesquisa que se aleje excesivamente del evento que le da origen, podría quedar sujeta a las contingencias -siempre cambiantes- de un sentido político y social particulares que acaben por desdibujar la verosimilitud y, lo que sería más preocupante, desalienten la investigación ante una falta de interés que cancele la necesidad de enfrentar el pasado. Esto último, impide obtener experiencias -en este caso de tipo profesional militar- que permitan maximizar los aciertos y, fundamentalmente, enmendar los errores de cara al futuro.

La guerra de Malvinas (en adelante GM) desarrollada en el teatro de operaciones del Atlántico Sur (TOAS), en 1982, ha recibido un tratamiento dispar, en la República Argentina, luego de poco más de cuarenta años de acaecida. Por una parte, existe abundante material narrativo que da cuenta de las vivencias individuales de los protagonistas mediante relatos en primera persona que, si bien aportan una perspectiva rica en detalles y emotividad, carece de una visión de conjunto que logre explicar y/o responder las preguntas de fondo sobre esa campaña. En el extremo opuesto, encontramos investigaciones que abordan la dimensión política de la guerra y sus connotaciones sociales, económicas y culturales, dentro de un marco amplio que se vincula con la geopolítica y las relaciones internacionales. En ambos casos sería infructuoso pormenorizar la bibliografía disponible, desde que la cantidad y heterogeneidad impiden una clasificación pertinente a los fines de este trabajo[2].

Se evidencia entonces la necesidad de elaborar una historiografía sistemática y metódica de la GM que contenga los dos extremos conceptuales mencionados y que, al mismo tiempo, consiga explicar antes que solo describir, la esencia bélica del conflicto mediante un estudio enfocado en el nivel operativo militar, propiamente dicho. El punto de partida óptimo para tal emprendimiento lo visualizo en las Fuerzas Armadas argentinas con una mirada integral de carácter conjunto, que dote al estudio de solidez y logre alcanzar -pero no agotar- la centralidad profesional militar argentina en el evento. Cuatro décadas transcurridas parecen un lapso razonable para avanzar en tal sentido.

Más allá de lo deseable arriba mencionado, este trabajo por su parte se dirige, en forma embrionaria y limitada, a llenar un vacío dentro de la historiografía de la GM[3], en cuanto a despejar interrogantes vinculados con la conducción militar operativa del conflicto, dialogando con la producción existente en su justa medida, pero examinando en forma específica la dirección de las fuerzas terrestres en el contexto del TOAS. Para ello se tomará como marco teórico la teoría clausewitziana, ya que aceptamos su vigencia y validez en -al menos- los conceptos fundamentales que expondremos y, también, por ser la GM una de las últimas conflagraciones de tipo clásico en el siglo XX. Luego analizaremos los procesos de perfeccionamiento profesional de la faja etaria con responsabilidades sustantivas en la campaña para determinar la correlación y presencia de la teoría mencionada en su derrotero militar.

A modo de hipótesis sostenemos que los saberes y prácticas relacionados con el pensamiento militar clausewitziano no ocuparon un lugar preponderante en los procesos de formación y perfeccionamiento profesional de la generación de oficiales superiores del Ejército Argentino (en adelante EA), con máximas responsabilidades de conducción de las fuerzas terrestres en el TOAS, no obstante la aptitud de dicha teoría para enfrentar un escenario de guerra regular en ambiente clásico, lo que, por otra parte, se erige como razón de ser de un instrumento militar terrestre que se precie de tal.

Los subsidios y fuentes documentales de esta investigación están ordenados en torno a los perfiles de los oficiales a examinar y en los registros educativos de los planes y programas para la formación del oficial de estado mayor (en adelante OEM) en el ámbito de la Escuela Superior de Guerra del Ejército (en adelante ESG), como también en la colección Biblioteca del Oficial (en adelante BO) y la Revista Militar (en adelante RM), ambas editadas por el Círculo Militar; la Revista de la Escuela Superior de Guerra (en adelante RESG) y el Informe Oficial del Ejército Argentino sobre el Conflicto Malvinas.

Vale la acotación de que no es finalidad de este estudio indagar sobre los aspectos disciplinarios que pudieran caber a las personas, en función de sus jerarquías, de acuerdo a errores de praxis, negligencia o impericia, ya que esa dimensión jurídica de los hechos no contempló al momento de las interpelaciones y alegatos del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (CONSUFFAA) y los causantes, como así también por parte del Informe de la Comisión de Análisis y Evaluación de las Responsabilidades del Conflicto del Atlántico Sur (CAERCAS), una correlación conceptual con la teoría clausewitziana de la guerra. Esto fue así dado que los mismos reglamentos y manuales del EA utilizados como base doctrinal en los procesos judiciales llevados a efecto, no contenían esos postulados ya que eran la consecuencia del cambio abrupto e inopinado en el pensamiento militar de la institución, que había pasado de la concepción germana a la posterior forma norteamericana, a mediados de la década de 1950[4].

La conducción de la campaña en relación a la teoría clausewitziana

El arte de la guerra evoluciona conforme a impulsos tecnológicos que modifican los procedimientos para alcanzar mayor letalidad, eficiencia y precisión en el campo de batalla. Si bien estos avancen han marcado -y continúan haciéndolo- el rumbo táctico en la aplicación de los medios de combate, no suponen la alteración sustantiva de ciertos conceptos rectores[5] que no se ven afectados por el impacto técnico, ya que su esencia reside en axiomas que se mantienen invariables. En este sentido, el pensamiento militar de Clausewitz aportó una mirada diferente en su tiempo e incorporó las variables conceptuales que los cambios políticos y sociales de la Revolución Francesa le imprimieron a la conducción bélica. De allí la consagración de su célebre fórmula en cuanto a la guerra como continuación de la política y, por ende, subordinada a ésta, lo que mantiene vigencia en el contexto de los Estados Nación actuales.

En orden a lo anterior es dable aceptar la pertinencia del pensamiento clausewitziano como eje integrador del bagaje teórico práctico para el perfeccionamiento de los oficiales del EA en vista a su desempeño como conductores en la guerra. Esto se ve reforzado por la efectividad de dicha teoría, pero también por las alusiones, más retóricas que efectivas, de diferentes publicaciones profesionales militares del propio Ejército. Vale decir que el EA entre 1945 y 1982 (lapso que abarca el trayecto profesional de los oficiales a quienes les cupo la máxima responsabilidad en la GM) adhirió a la impronta de Clausewitz, aunque erráticamente, como modelo teórico para la conducción de operaciones militares[6], como se verá más adelante.

La consideración fundamental que permite entender buena parte de los errores estratégicos -algunos de los cuales analizaremos a continuación- en la dirección de la GM, la hallamos en la superposición de los roles para la toma de decisiones políticas y militares en la misma persona, ya que el general Leopoldo Galtieri desempeñó durante el conflicto los cargos de presidente (de facto) y comandante en jefe del EA[7]. Esto condujo, de hecho, a una pérdida de independencia de juicio en las apreciaciones de la estrategia militar, que se vieron constreñidas por la gramática castrense de las jerarquías militares y carecieron de la libertad intelectual deseable para el planeamiento de una campaña, colisionando con los rudimentos básicos en cuanto a las tareas de asesoramiento y asistencia de todo OEM del EA.

A su vez, esta anomalía derivó en el desequilibrio de lo que se conoce como concepto trinitario de la guerra[8], desde que las funciones y ámbitos de decisión del gobierno y el ejército se desdibujaron en cuanto a sus responsabilidades y tendieron a dejar de lado la preeminencia de la política sobre lo militar, al tiempo que se relativizó la categoría instrumental de las fuerzas terrestres para contribuir a la obtención del objetivo político de la guerra[9].

Dentro del contexto arriba aludido, la conducción política argentina priorizó las acciones de fuerza por sobre los asertos que proveyeran de claridad la finalidad del evento bélico. En principio se recurrió a una operación militar para recuperar el control efectivo de las Islas Malvinas (en adelante IM) cuyo objetivo no explicitado en la documentación que debía obrar como antecedente de planeamiento, se deduce que procuraba obligar al RUGB a retomar las negociaciones sobre la soberanía de las islas[10]. Esa operación militar de recuperación estuvo encuadrada en el Teatro de Operaciones Malvinas (TOM) y se extinguió de hecho el 7 de abril de 1982, cuando la conducción política resolvió enfrentar a las fuerzas británicas en aproximación, eventualidad que no había sido contemplada por la República Argentina y para la cual no se disponía de planes, previsiones logísticas, medios de transporte ni capacidad estratégica de despliegue de efectivos y sistemas de armas. La improvisación que dominó el escenario argentino a partir de ese momento, era la consecuencia del desconocimiento absoluto de la primera sentencia clausewitziana:

en todas las circunstancias debemos considerar a la guerra, no como algo independiente, sino como un instrumento político […]. El primer acto de discernimiento, el mayor y el más decisivo que ejecutan un estadista y un jefe militar es el de establecer correctamente la clase de guerra que están librando y no tomarla o hacer de ella algo diferente de lo que permita la naturaleza de las circunstancias[11].

Así, el propósito militar prevaleció por sobre la necesaria prudencia de la política y ambos factores se confundieron ante la efervescencia legítima de la sociedad argentina que festejaba la recuperación con la dosis exacta de lo que Clausewitz denominó “intención hostil”[12], pero que no debería haber coaccionado la reflexión propia de la política. Coincidimos con el coronel Carlos Martínez acerca de que la Argentina nunca había tenido, hasta fines de 1981, una hipótesis de guerra con el RUGB, y por lo tanto sus Fuerzas Armadas no estaban adiestradas ni disponían de inteligencia para tal suceso[13]. El propio Ejército sinceró el dislate estratégico en su Informe Oficial sobre el Conflicto Malvinas al advertir que “la ecuación estratégica llevó al componente terrestre a enfrentarse con una guerra cuyos términos no habían sido evaluados convenientemente, ni tampoco considerados en la apreciación inicial”[14].

En conjunción con lo anterior y para afianzar el desconocimiento -premeditado o no- de la premisa clausewitziana en torno a la conveniencia de emprender una contienda y el tipo de guerra a ejecutar, debemos señalar lo inoportuno de la época otoñal para el desarrollo de operaciones militares en un terreno insular geográfica y climáticamente agresivo, con equipamiento individual no apto y un sistema logístico colapsado por su dependencia del puente aéreo, una vez impuesto el bloqueo marítimo de parte de RUGB[15]. Asimismo, la instrucción de la tropa era deficiente dada la reciente incorporación de ciudadanos para cumplir con el Servicio Militar Obligatorio en el mes de febrero de 1982, lo que llevó al EA a concluir que “tuvo organizaciones con importantes falencias estructurales que afectaron su capacidad para el combate”[16]. Sin duda, el planteamiento erróneo de las opciones estratégicas para resolver el conflicto (que recordamos no registraba antecedentes de planeamiento como hipótesis de guerra para la Argentina), resultó en un despliegue desorganizado e incompleto, y limitó en forma determinante las posibilidades de las acciones tácticas dentro del TOAS.

La maniobra estratégica operacional fue concebida, a lo largo de toda la campaña, en términos preeminentemente terrestres y con actitud defensiva. Esta característica signó todas las misiones del componente Ejército desde antes del 2 de abril y hasta la finalización de la guerra. Así, el primer plan esquemático aprobado por la Junta Militar de gobierno hablaba de “ocupar militarmente y mantener las Islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur”[17], seguidas de la orden de operaciones N°01/82 (Defensa), de fecha 7 de abril, impartida por el entonces comandante de las fuerzas terrestres, general Américo Daher, en que se consignaba como propósito “defender para rechazar todo intento ofensivo mediante un sistema de puntos fuertes en terrenos llaves”[18], lo que dio lugar a la orden del comandante de la guarnición Malvinas (general Mario Menéndez) de fecha 8 de abril, cuya misión rezaba: “defender los sectores Puerto Argentino, Darwin – Goose Green y Bahía Fox para rechazar y aniquilar cualquier forma de ataque terrestre”[19]. En idéntico sentido estaba formulada la misión del comandante de la agrupación Ejército (general Oscar Jofre): “defender Puerto Argentino, Darwin y Bahía Fox para contener, desarticular, rechazar y aniquilar cualquier forma de ataque terrestre”[20] y también la orden del comandante de la agrupación Ejército Litoral (general Omar Parada) al jefe de la fuerza de tarea Mercedes (teniente coronel Ítalo Piaggi) el 25 de mayo, donde si bien orientó las fuerzas hacia un ataque de desarticulación, éste formaba parte de la maniobra defensiva y no poseía magnitud suficiente para recuperar la iniciativa y pasar a la ofensiva[21]. Esta imperturbable conducta defensiva encuentra síntesis en el mensaje del comandante del cuerpo de ejército V (general Osvaldo García) dirigido al general Menéndez en Puerto Argentino: “El Ejército aparenta mantener una actitud estática en una defensa que, de proseguir indefinidamente, languidecerá en sus posiciones sin tan siquiera llegar a combatir con la masa de sus efectivos”[22].

La permanente falta de decisión tendiente a recuperar la libertad de acción que permitiese el éxito en la campaña, tanto por parte de la conducción estratégica militar como por su par operativo, quedó plasmada en la afirmación contenida en el Informe del EA:

el 14 de junio de 1982 [día de la capitulación argentina] no existe en ejecución ninguna maniobra estratégica militar u operacional del TOAS que permita efectuar una conexión con la Guarnición Militar Malvinas o, como mínimo, actuar sobre el enemigo, de tal manera de aliviar la presión del mismo sobre los objetivos de las islas[23].

La cronología expuesta da cuenta, también, de la inobservancia de uno de los preceptos básicos de la teoría del prusiano, en cuanto a la concepción de la defensa como la forma más fuerte de la guerra con sentido negativo, cuyo propósito es detener, rechazar y desgastar, por un tiempo determinado al ataque enemigo, pero que en ningún caso esa maniobra defensiva por sí sola logrará la decisión hasta que encuentre la oportunidad de retomar la iniciativa con una operación ofensiva[24]. La falla estructural provino de la conducción operacional, esto es, de las fuerzas terrestres en las IM, que resguardaron en todo momento la capital previendo un ataque inglés directo sobre Puerto Argentino mediante un asalto anfibio y/o aeromóvil[25]. A tal punto esta percepción dominó la idea de defensa que las fuerzas de reserva del dispositivo defensivo se ubicaron al oeste de la ciudad, en una hipotética zona de retaguardia que brindase profundidad al dispositivo frente a un ataque inglés desde el este, proveniente del océano[26]. Vale decir que el comando operativo erró en la determinación del lugar, la repartición de tropas y la oportunidad de empleo[27], lo que luego del desembarco británico en la Bahía de San Carlos fue imposible de modificar. El general prusiano no deja dudas: “una campaña basada únicamente en la defensa es absurda”[28].

De esta manera, encontramos que las fuerzas argentinas se aferraron a Puerto Argentino por su valor político y, al mismo tiempo, vulneraron el precepto de que el objetivo militar está configurado por las tropas del adversario, ya que si se las aniquila (en términos clasusewitzianos)[29] se controlará el espacio físico que se quiere preservar mediante la defensa, por el contrario la sola posesión del terreno no garantiza el éxito, en virtud de que al persistir la amenaza enemiga mantiene la aptitud ofensiva que le permita abrir el espacio y alcanzar su objetivo[30].

Siguiendo el razonamiento propuesto nos deparamos con que, a partir de un planteamiento operativo equivocado, la maniobra terrestre dentro del TOAS no definió claramente el centro de gravedad[31] de las fuerzas británicas, sobre las cuales aplicar el máximo poder de combate disponible, concentrado en un punto tanto en tiempo como espacio. Esta indeterminación, producto en gran parte de la descomedida confianza argentina en una posición inmóvil de defensa, llevó a perder la libertad de acción y apenas reaccionar sin accionar. De haberse establecido -con anticipación- el punto de equilibrio de la ofensiva terrestre británica, se hubiera estado en capacidad de salir al encuentro del desembarco en San Carlos, conforme a las previsiones que habrían requerido oportunamente un refuerzo de tropas desde el continente[32].

En conjunción con la línea argumental que venimos sosteniendo, se observa la falta de determinación -por parte argentina- de lo que Clausewitz señala como el “punto culminante”[33] dentro de la campaña. Esto es, un lugar y/o un momento que el conductor debe prever en su planeamiento y dirección, “tanto para el agresor, de modo que no emprenda lo que está más allá de sus fuerzas […] como para el defensor, de suerte que pueda percibir y sacar provecho de este error, si lo cometiera el agresor”[34], a partir del cual la maniobra en desarrollo pierde ímpetu (en la ofensiva) o bien decrece en capacidad de resistencia (en la defensa). Así, de no haberse concretado el objetivo de la campaña antes de alcanzar el punto de culminante, todos los esfuerzos subsiguientes tenderán a disminuir en efectividad y se alejarán del éxito, lo que el prusiano designaba como “la vuelta de la marea”[35]. Esta omisión en la conducción operacional argentina privó al razonamiento de advertencias respecto a las condiciones de autosuficiencia táctica de los elementos dependientes, lo que indujo a desconsiderar la efectividad de una maniobra defensiva que se prolongó en el tiempo más allá de sus posibilidades:

La demora en la decisión es el único efecto que necesariamente resulta de la preponderancia del esfuerzo negativo […] y esto tiene como consecuencia el retardo de la acción en el tiempo y en el espacio. Si ha llegado el momento en que ya no es posible seguir haciendo esto sin una abrumadora desventaja, debe considerarse que la ventaja del esfuerzo negativo ha terminado[36].

El pensamiento clausewitziano propone otros fecundos aspectos teóricos para el planeamiento y conducción de la guerra, por fuera de los descriptos, pero intuimos que los citados son suficientes para demostrar algunas de las fallas sustanciales en la dirección operacional de la GM.

En este sentido, es oportuno preguntarse ¿por qué se desatendieron en forma ostensible los fundamentos teóricos esenciales para la conducción operativa y estratégica militar en la GM? o bien, ¿cuáles fueron las causas que provocaron la omisión anterior y si ello puede ser inscripto en una dimensión personal o más bien se vincula con un contexto profesional e institucional?

En procura de respuestas verosímiles

Para indagar en forma integral las causas que produjeron los efectos tratados anteriormente, considero menester iniciar el estudio con un análisis de los aspectos salientes en las trayectorias profesionales de los máximos responsables de las decisiones estratégicas y operacionales en la GM, dejando de lado la comodidad que supone atribuir los errores a probables negligencias en el accionar de mando individual, desde que dicha postura no solo obtura las responsabilidades de conjunto institucionales, sino que además propone una mirada reduccionista que simplifica los hechos y elude las verdaderas respuestas.

El recorte propuesto nos depara con el teniente general Leopoldo Galtieri (integrante de la Junta Militar de Gobierno y presidente de facto), el general de división José Vaquero (jefe del estado mayor general del Ejército), el general de división Osvaldo García (comandante del TOM), el general de brigada Mario Menéndez (gobernador militar y comandante de la guarnición militar Malvinas), el general de brigada Oscar Jofre (comandante de la agrupación ejército “Puerto Argentino”), el general de brigada Omar Parada (comandante de la agrupación ejército “Litoral”) y el general de brigada Américo Daher (comandante de las fuerzas terrestres del TOM y luego del TOAS). Consideramos estas colocaciones -antes que estas personas- con capacidad plena de influir en los hechos bélicos a partir de sus decisiones.

Una observación en detalle de este conjunto da como resultado que todos estos oficiales pertenecían al arma de infantería, con excepción de Galtieri que provenía de ingenieros[37]. Habían egresado del Colegio Militar de la Nación entre diciembre de 1945 y 1950[38] en un escenario internacional que transitaba desde las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial (SGM), en un ambiente de lucha clásica, a un enfrentamiento geopolítico entre bloques de naciones dominados por la lógica de la Guerra Fría y en el marco de un escenario nuclear de destrucción masiva.

A su vez la totalidad poseía el título de OEM, otorgado por la ESG y habilitante para el desempeño de los cargos de mayor responsabilidad dentro del EA. Esta capacitación estaba precedida de una selección profesional que depuraba la cantidad para proporcionar un conocimiento perfeccionado a un número reducido de oficiales. Así, en el lapso que va desde 1952 hasta 1963 el grupo en cuestión transitó las aulas de la ESG[39] para luego continuar su carrera, de acuerdo al perfeccionamiento recibido, en puestos trascendentes vinculados con el mando de grandes unidades y reparticiones superiores de la fuerza terrestre[40]. Pero durante esa etapa la problemática militar reflejaba las vicisitudes de la política interior de la Argentina, lo que queda evidenciado en el programa de conferencias de la ESG en 1953, en que, de las 31 disertaciones proferidas, 13 versaron sobre los detalles del “Plan Quinquenal” y 11 se concentraron en el “Adoctrinamiento y la Organización Nacional”[41]. En compensación durante 1956 el mismo plan se ocupó de temas como “El Ejército y la Revolución Libertadora” y “Funcionamiento de la libertad y la democracia en nuestro país”[42]. En ambos casos la deriva profesional acusaba desviaciones en torno de las contingencias ideológicas, lo que acabó por afectar el perfeccionamiento[43] de la generación militar a la cual pertenecen los oficiales en estudio.

Además, un dato no menor que debe haber influido en las prácticas profesionales de estos oficiales, es que ya en la década de 1970 cuando habían alcanzado la jerarquía de jefes y cumplían funciones de mando como responsables de unidades tácticas[44], el conflicto en auge era del tipo revolucionario y dada la percepción del gobierno de facto en relación a lo insuficiente de las fuerzas de seguridad y policiales para atender el problema, se sancionó la ley 19.081 que habilitaba el empleo de las Fuerzas Armadas (previa declaración del estado de sitio) ante hechos de subversión interna y terrorismo en todo el territorio de la Nación[45]. Esta orientación exigió una reestructuración ad hoc de las organizaciones y sus conceptos de empleo, que suponía una alteración sensible de los saberes y prácticas propios de la guerra clásica, lo que equivale a decir que la conducción -en este caso táctica- distaba de las convenciones en las que se habían formado los oficiales que tratamos, a pesar de haber recibido nociones del fenómeno subversivo a nivel estratégico ya en la ESG, a través de los asesores franceses allí destinados entre 1957 y 1966 y, algunos de ellos, haber participado en el “Curso Interamericano de Guerra Contrarrevolucionaria”[46] que se dictó en 1961.

Así, nuestros protagonistas padecieron las consecuencias del cambio involuntario del pensamiento militar alemán -que prevaleció en el EA hasta 1955-[47] hacia otro modelo intelectual de raigambre estadounidense, fundado en los éxitos militares de ese país en la SGM, pero alejado de la realidad argentina[48].

Podemos colegir, entonces, que la generación militar indagada vivió una incertidumbre profesional casi permanente, ya que pertenecía a una institución organizada en forma aceptable para la guerra clásica[49] pero que creyó poder enfrentar -sin modificaciones conceptuales ni de estructura- los escenarios de guerra atómica y de guerra revolucionaria, con los mismos medios materiales y humanos, sin mediar ningún tipo de reconversión. Probablemente, una de las consecuencias de esta visión errática haya eclosionado, negativamente, en la conducción operacional durante la GM, como bien señala Tessey[50].

Ahora bien, ¿cuánta influencia tuvo el modelo teórico clausewitziano en el perfeccionamiento de estos oficiales? o, dicho de otro modo: ¿qué evidencias encontramos dentro de las publicaciones profesionales del EA que remitan a las enseñanzas del prusiano?

Clausewitz en la Biblioteca del Oficial

La colección BO fue creada en el seno del Círculo Militar en 1918 con la finalidad de contribuir al perfeccionamiento profesional y cultural de los oficiales del EA, cometido que superó con creces durante la primera mitad del siglo XX en que llenó vacíos de doctrina castrense, ante lo incompleto de los reglamentos militares. Vale decir que la BO se constituyó en un elemento coadyuvante en el perfeccionamiento del cuadro de oficiales y gravitó fuertemente sobre la definición de conceptos y elaboración del pensamiento militar.

En este contexto, De la guerra fue publicada por la BO en 1922, aunque solo comprendía los libros I a III de los ocho originales y la versión era la copia directa de la quinta edición alemana traducida por los OEM españoles Abilio Barbero y Juan Seguí. Recién en 1943 el CM publicó los libros IV y V, traducidos del francés por el teniente coronel Julio Roulier, seguido en 1969 por el libro VI traducido del francés por el coronel José Goyret y, finalmente, en 1970 la BO completó la saga con los libros VII y VIII también traducidos por Goyret. De manera que a Clausewitz le llevó 48 años consolidar su presencia dentro de la colección, mientras que, otro autor alemán más moderno como es el caso de Colmar von der Goltz, en apenas tres años (1927-1930) ya ocupaba un lugar prominente con La nación en armas[51].

De allí en más Clausewitz se configuró como una referencia obligada en lo discursivo, pero sin respaldo bibliográfico en la BO, ya que muy pocos autores dentro de la colección dedicaron su tiempo y conocimiento al acervo del prusiano.

En el orden nacional, sin duda le cupo al mayor Juan Perón, con sus Apuntes de historia militar[52], el protagonismo de haber comprendido y difundido con criterio los preceptos esenciales de la teoría clausewitziana, no exento de los vicios de la época en cuanto a la interpretación un tanto tergiversada que devenía de la influencia alemana[53]. La claridad con que este autor trata los conceptos lo coloca como uno de los apenas dos autores militares que, a mi juicio, penetraron el núcleo duro de esta teoría en toda su extensión. También Perón se basa en Clausewitz para argumentar sobre la relación entre política y guerra en su libro La guerra mundial 1914. Frente oriental[54], aunque no propone una lectura instrumental de la teoría como sí ocurre en los Apuntes.

El segundo autor militar arriba mencionado es el general Benjamín Rattenbach que a través de su texto Estudios y reflexiones aportó la visión más ajustada al espíritu clausewitziano y que mejor interpretó los axiomas contenidos en su pensamiento[55]. Así, Rattenbach logró irrumpir la densidad del discurso que propone De la guerra y percibir los detalles dejados de lado por tantos otros. Sus definiciones acerca del carácter dual de la guerra, el genio militar y la dicotomía en torno al valor del ataque y la defensa, junto a la trascendencia de los planes operativos, mantienen plena vigencia en la actualidad. Sin embargo, pasó inadvertido para sus contemporáneos militares.

El general italiano Héctor Bástico en su libro La evolución del arte de la guerra se refiere a Clausewitz en cuanto a su influencia sobre el diseño operativo alemán en la Primera Guerra Mundial[56] y las experiencias que obtuvo Italia en dicho conflicto. Sus impresiones contribuyen a esclarecer los dichos del prusiano, pero, a diferencia de Perón, su análisis está situado desde la visión europea del ambiente operacional (geografía, recursos logísticos, vías de comunicación, demografía y distancias).

Hans von Seeckt adopta un tono crítico acerca de Clausewitz y, si bien su libro Pensamientos de un soldado es una cantera de experiencias bélicas, se limita a revisar De la guerra en torno a los vínculos entre lo político y lo militar, con una mirada genérica y por fuera de los axiomas operacionales que el texto propone[57].

Sir Basil Liddell Hart fue un oficial británico que debió abandonar las filas del ejército después de la Gran Guerra por las heridas recibidas. A partir de allí, se dedicó a la historia militar de manera integral y entre sus obras la BO publicó Estrategia. La aproximación indirecta, donde propone una serie de ejemplos históricos bélicos, en los que prevalece la maniobra operativa que él denominó como ofensiva a través de la línea de menor expectativa. Liddell Hart quedaría como el gran detractor de Clausewitz en el siglo XX[58], atribuyéndole -en forma irreflexiva- la responsabilidad sobre la violencia indiscriminada ejercida por ambos bandos en la SGM[59].

Desde un entorno signado por la Guerra Fría, los generales argentinos Jorge Giovanelli y Alberto Marini contribuyeron a la BO con sus volúmenes La teoría de Clausewitz sobre la guerra y la doctrina de guerra soviética[60] y De Clausewitz a Mao Tse-Tung[61], respectivamente. Ambos autores parangonan la teoría del prusiano con la perspectiva que presentaba la expansión de la guerra revolucionaria y su incidencia en la Argentina, lo que difería claramente de la concepción clásica de las batallas.

También Marini se ocupó de Clausewitz -algo superficialmente- en su obra La guerra, la política y la estrategia[62], donde propone encuadrar al prusiano dentro de una escuela estratégica idealista, en clara oposición al pseudo pragmatismo jominiano, lo que acaba por distanciar a los potenciales lectores de una perspectiva en clave más aplicada al arte operativo.

Por último, el historiador alemán Hans Rothfels proporciona un enfoque acertado respecto de Clausewitz y su obra a través de un extenso capítulo que discurre en aspectos biográficos y, sobre el final, agrega una perspectiva más operacional en la que aparecen las nociones de fricción, centro de gravedad y punto culminante, si bien no lo hace de manera expositiva[63].

Aun cuando estos no son los únicos ensayistas que trataron a Clausewitz y su doctrina, podemos decir que son los más importantes en términos de profundidad y correlación con la dimensión operacional de la guerra, ya que el resto de aquellos que hasta pudieron referirse al tema, lo hicieron en forma diletante y segmentada – cuando no errada- en la idea de que aludir al noble alemán proveía sustancia al discurso, a pesar de ellos mismos, en ciertos casos, no conocer su obra. Quizás encontremos en las Prescripciones para la enseñanza de la ESG en 1950 una pauta que explica la actitud indiferente ante la teoría en cuestión, cuando al puntualizar el programa de historia militar señalaba que “es mejor recurrir a la historia contemporánea, especialmente a la guerra mundial 1914-1918 [porque] las guerras de épocas remotas pertenecen a otras concepciones políticas y organización de los Estados y, por consiguiente, a una dirección de la guerra diferente”[64]. Así, se desestimaba la condición intemporal de un clásico como De la guerra, frente a las circunstancias de transformación del conflicto que proponía el enfrentamiento ideológico del momento.

Lo cierto es que de los 710 volúmenes editados por la BO desde 1918 hasta finales de 1981, apenas el 2% alude a Clausewitz en forma deliberada y, de ellos, sólo dos autores nacionales -Perón y Rattenbach- plantean asertivamente la esencia teórica con enfoque operativo. Luego, queda para Rothfels, en tanto autor extranjero, el punto de vista más provechoso en términos operacionales de la teoría en cuestión.

Clausewitz en las publicaciones periódicas del Ejército

Un exceso de síntesis rayano en el reduccionismo me impulsa a consignar, lacónicamente, que la ausencia de la obra clausewitziana en RM[65] y RESG[66] demuestran la despreocupación militar respecto a esta teoría. Sin embargo, considero oportuno (y también necesario) tomar el camino inverso y dar cuenta de los escasos jalones clausewitzianos, para analizar su contenido con la certeza previa de su exigua cantidad.

Entre 1945 -año de egreso del Colegio Militar de la Nación del oficial de mayor graduación analizado- y 1950 los contenidos de RM ponían énfasis en los sucesos y lecciones de la SGM, sin mayor atención hacia los clásicos militares. De allí en adelante y hasta 1970, los temas tratados se concentran en el cambio del paradigma bélico y la aparición del fenómeno revolucionario, lo que ubica a la contienda clásica en un segundo plano. A partir de 1970 la línea editorial de RM se encamina hacia el escenario internacional en clave geopolítica para arribar a 1982 con un cariz alejado del andamiaje táctico y operacional que había caracterizado a la publicación en sus comienzos. De alguna manera esto se explica por la evolución del corpus de reglamentos y manuales específicos del EA, que ya no demandaba un saber complementario de parte de RM como había ocurrido en la primera mitad del siglo XX[67].

“Clausewitz y los hábitos de guerra de un ejército”[68] es el título del primer artículo del lapso estudiado que se aboca al tema; no obstante, se limita a llamar la atención sobre la importancia de tener en cuenta las premisas clausewitzianas al momento de programar el adiestramiento de las tropas en los períodos de paz.

El general Rattenbach, ya mencionado y asiduo colaborador en RM, destaca con acierto los requisitos que la teoría de la guerra impone, a fin de ser observados en “Sobre el valor de los planes de operaciones de paz”[69]. El mismo autor se explaya sobre “La corresponsabilidad en los comandos superiores”[70] donde aclara los antecedentes -anticipados por Clausewitz- en derredor de por qué el jefe del estado mayor en operaciones era solidario con las decisiones del comandante (varias veces provenientes de la nobleza y sin experiencia militar) en cuanto a la conducción operacional de la campaña.

“¿Mente táctica? ¿Mente operativa? ¿Mente estratégica?”[71] dirime las controversias para la toma de decisiones entre dichos niveles de conducción con una tibia alusión a las premisas clausewitzianas. En la misma línea, Juan Rawson Bustamante bajo el encabezamiento “Relaciones de la política y la estrategia”[72] vincula ambos términos con reminiscencias de aquella teoría, más nominales que efectivas.

El coronel Enrique Rottjer también aporta su conocimiento sobre el tema con “Las formas de la estrategia”[73] pero, no obstante ser poseedor de una sólida formación en la teoría estudiada y un destacado profesor de la ESG durante la década de 1920, se circunscribe a un plano estrictamente referencial de Clausewitz, sin profundizar en la riqueza operativa de sus conceptos.

Florencio Nuñez (1960) en “Los principios de Jomini y la organización de los ejércitos”[74], si bien reseña parte del acervo clausewitziano, lo hace como parámetro que le permite contrastarlo con Jomini, quien es el objeto de su artículo.

El general británico John Fuller fue un destacado historiador y pensador militar cuyo artículo “Nuestros problemas de guerra”[75] fue traducido y publicado en RM N° 660. Allí, se pronunciaba sobre la interpretación de Lenin acerca de la obra De la Guerra, y la inversión de la fórmula del tratado que, entonces, proponía subordinar la política a la guerra. Así, trataba el proceso revolucionario que asolaba al mundo occidental, en términos militares, y tomaba distancia de los principios de la guerra clásica.

“Espontaneidad y preparación para el cambio”[76] versa sobre los desafíos que la Guerra Fría imponía a la organización y liderazgo en los contingentes castrenses y alude elípticamente a Clausewitz y su obra, como una medida de compromiso intelectual que luego de invocar al clásico alemán habilita comparaciones y juicios, pero no coopera en la instrumentación del saber para alcanzar habilidades en la conducción operacional de la guerra.

Por último, José Goyret con su artículo “El pensamiento estratégico del general Beaufre”[77], introduce la última mención explícita a la teoría clausewitziana en la RM antes de la GM. Sin embargo, al igual que la mayoría de sus antecesores lo hace desde un punto de vista testimonial, que coloca a De la guerra como elemento de confrontación que permita cotejar posturas en lugar de definir esencias.

En cuanto a la RESG, cabe mencionar que, incluso cuando la cantidad de escritos es similar a RM, el contenido de los mismos despliega mayor ambición conceptual, lo que está a tono con la función educativa de la ESG. Pese a ello, la temática clausewitziana esbozada no siempre alcanza la dimensión operativa que procuramos en esta investigación.

El precedente más remoto que registra esta publicación en torno de Clausewitz y su teoría es, paradójicamente, el más completo y sustancioso. Lo hallamos bajo el rótulo “Estudio sobre Clausewitz”[78] y provee las nociones fundamentales de su teoría con claridad y refinada interpretación, lo que llama la atención ya que logra desprenderse de los errores diseminados en el prólogo de la quinta edición alemana y primera de la colección BO, que hemos descripto[79]. Quizás este aserto tenga que ver con que el artículo es la traducción de otro trabajo que se basa en la edición francesa de De la guerra, a principios del siglo XX. Sorprende lo antitético del contenido respecto de la mirada alemana que tan hondo había calado en el pensamiento militar argentino de la época. A diferencia de otros estudios de ese momento, establece una diferencia tajante entre los conceptos de Jomini y Clausewitz y esclarece las perspectivas contrapuestas de ambos pensadores. No duda en asignar a las fuerzas enemigas la condición de verdadero objetivo militar, por sobre el control del espacio que ellas ocupen. Distingue los aspectos teóricos de la impronta doctrinaria, algo que el prusiano advierte en su obra y propone una explicación sensata del centro de gravedad en concurso con la reunión napoleónica de tropas en tiempo y espacio dentro del teatro de operaciones. En síntesis, plantea que el éxito se logra con la continuidad en las operaciones mediante movimientos rápidos que se dirijan al núcleo del poder enemigo y combates simultáneos que concreten la batalla y obtenga el objetivo militar de la campaña[80].

“La guerra integral del general Ludenforff”[81] es un juicio crítico elaborado sobre la base de un artículo del mayor francés E. Dupont publicado en la revista De Revue d’Artillerie, que elogia al vencedor de Tannenberg (1914) y sus ideas contrarias a Clausewitz que fundarían las nociones operativas alemanas en la SGM.

Nuevamente, Rattenbach contribuye en la comprensión de la teoría tratada a través de su análisis “Comentarios sobre conducción referidos al reglamento de conducción (RC) edición 1955”[82]. En este número de clasificación “Reservada”, esto es, solo para el conocimiento exclusivo de los oficiales del EA, el autor desgrana con lucidez los principios teóricos clausewtizianos contenidos -incipientemente- en la publicación citada. Más allá de las precisiones que se formulan, el artículo es uno de los pocos análisis que expone la transición entre la cosmovisión alemana del conflicto y la perspectiva bélica norteamericana en el ex post facto de la SGM, lo que en gran medida reconocemos como determinante en la crisis del pensamiento militar argentino que eclosionará en la GM[83]. Rattenbach, con su acostumbrada perspicacia, recomienda “la lectura de la obra de Clausewitz por parte de aquellos que deban conducir ejércitos o unidades superiores a éstos”[84]. El mismo ensayista discurre “Sobre planes”[85] y aproxima su punto de vista respecto de la conducción de la campaña, en un todo de acuerdo con la teoría nombrada.

Juan Palladino, Alfonso Galeano y Roberto Novello, en su condición de alumnos del último curso de OEM en la ESG, biografiaron al prusiano bajo el rótulo de “Carlos von Clausewitz”[86]. Allí, reseñan su trayectoria en términos objetivos, pero en modo alguno se interesan por la esencia de su teoría, sino que permanecen en la superficialidad de fechas y eventos que determinaron las distintas etapas de su vida personal y militar.

Desde otro lugar, más vinculado con lo abstracto, Mario García Acevedo reflexiona sobre las “Bases filosóficas del pensamiento de von Clausewitz”[87], donde destaca la influencia de Kant y Hegel en De la guerra, en relación a las formas dialécticas y la idea de totalidad que exhibe la obra.

El teniente coronel Carlos Landaburu se desempeñaba como profesor en la ESG al momento de elaborar “A propósito de Clausewitz”[88], donde revela con precisión los elementos constitutivos de dicha teoría en línea con las exigencias de conducción de una campaña militar. Sistematiza los niveles político, estratégico y operacional en función de cómo orientar el poder en cada segmento y desarrollar operaciones de combate con eficiencia. Este trabajo forma parte de una minoría de ensayos pertinentes y ajustados al carácter de la teoría que discutimos.

Finalmente, el mayor Juan Masi en “Resumiendo a Clausewitz” (primera[89] y segunda parte[90]) brinda una hoja de ruta para guiar la lectura en De la guerra, apta para legos y, por ello, carente de densidad para orientar los conceptos hacia una praxis operacional definida.

Al igual que lo ocurrido con la BO, notamos que RM y RESG no cultivaron la difusión del saber teórico contenido en la obra clausewitziana, si lo comparamos con el resto de los temas profesionales publicados hasta 1982. Y esto cobra más relevancia si se tiene en cuenta la función complementaria de ambas revistas en el marco de la capacitación de los futuros conductores operacionales del EA.

Conclusiones

Endilgar la derrota argentina en la GM a la inobservancia de la teoría clausewitziana sería un acto tan insensato como poco genuino, dado que ese fracaso reconoce la inacción y los errores de los niveles político y estratégico al condenar de antemano la conducción operacional y, definitivamente, comprometer la suerte táctica de quienes fueron fieles a la máxima militar de que “en la guerra se hace lo que se puede, para aplicar lo que se sabe”. Sin embargo, no es menos cierto que el conocimiento de dicha teoría y su aplicación práctica desde la paz hubiera contribuido a desarrollar el “genio para la guerra”[91] de los comandantes y así minimizar y hasta evitar, gran parte de los yerros en el marco de la campaña.

A lo largo del trabajo hemos brindado evidencias de la ausencia en términos efectivos de la impronta clausewitziana dentro de la educación superior del profesional militar argentino entre 1945 y 1982, aunque también hemos registrado dicha carencia durante la primera mitad del siglo XX. De esta manera, tanto los programas de estudio como las publicaciones periódicas militares más importantes (RM y RESG) estuvieron al margen de las enseñanzas derivadas de esa teoría, a pesar de que estas revistas cumplían un rol de subsidio al conjunto de reglamentos y bibliografía del EA.

Algo semejante, pero de mayor envergadura conceptual, sucedió con la colección BO, ya que Clausewitz fue más un apelativo discursivo que una praxis posible, al punto de que la sola mención del prusiano y su obra revestía de trascendencia a cualquier actividad castrense, al tiempo que eludía la posibilidad de entender su teoría y obtener el conocimiento preciso para tomar decisiones operativas en combate. Para la BO Clausewitz fue un nombre célebre, reiteradamente enunciado, pero, definitivamente, incomprendido e ignorado.

Así, los esfuerzos aislados de autores y articulistas no pudieron revertir una tendencia generalizada de venerar a Clausewitz sin frecuentar su obra que, además, desde su llegada al EA de la mano de la influencia alemana, había sido objeto de tergiversaciones[92] que arrastraron sus efectos negativos durante buena parte del siglo XX, excepción hecha de Juan Perón y Benjamín Rattenbach. De alguna manera la falta de visibilidad de Clausewitz en la doctrina militar del EA se vincula con concebirlo más como un historiador militar[93] que como un formador de ideas estratégicas, algo que no fue patrimonio de la Argentina, sino que alcanzó también otras latitudes militares.

Pero todavía debemos agregar las condiciones temporales particulares del lapso 1945-1982 para el EA. En efecto, el modelo de la guerra clásica -que luego tendría lugar en 1982- perdió protagonismo, ante la irrupción de una nueva forma de beligerancia que diluía las fronteras físicas de los Estados Nación y los reemplazaba por límites ideológicos. La denominada guerra revolucionaria y su respuesta contrarrevolucionaria, más allá de su discutida percepción[94], ocupó el centro de la escena del EA, lo que llevó a desatender los cánones de la batalla y los usos y costumbres de los conflictos armados regulares, con sus lógicas derivaciones prácticas.

Y como si lo anterior no fuera suficiente para enrevesar el panorama de la formación y perfeccionamiento militar, debemos agregar la peculiaridad de una potencial conflagración con armas de destrucción masiva a escala planetaria, que, por su carácter total obligaba al EA a considerar la amenaza nuclear en un todo de acuerdo con su alineamiento en el “Mundo Occidental”, en el contexto de la Guerra Fría.

A esta altura del análisis podemos conjeturar que, independientemente de la impericia y/o negligencia que pudieran caberles en términos disciplinarios a los responsables operacionales de la GM, no tenemos dudas que los desaciertos más significativos se inscriben a nivel institucional antes que personal, ya que, como hemos demostrado, el EA en 1982 presentaba un déficit en su concepción de la guerra, y por ende en su adiestramiento y preparación en general, producto de un inexistente pensamiento militar que no había superado la crisis del cambio abrupto entre la génesis del auftragstaktik alemán y la rusticidad intelectual del modelo de toma de decisiones norteamericano. Clausewitz y sus ideas hubieran cubierto buena parte de esta oquedad en ese momento.

Notas

[1] Carl Clausewitz, De la Guerra (Buenos Aires: Ediciones Solar, 1983[1832]), 596.
[2] Nobleza obliga cabe indicar una valiosa excepción materializada en el trabajo de Héctor Tessey, “La doctrina de Seguridad Nacional: sus efectos en la guerra del Atlántico Sur”. Revista Defensa Nacional, N° 7 (2022), 45-80, quien plantea de manera contundente las implicancias sobre la conducción táctica en la GM, de un pensamiento militar vacilante del EA a lo largo del siglo XX.
[3] De la producción existente dentro del segmento de la conducción operacional de las fuerzas terrestres, cabe señalar los libros de Félix Aguiar, Operaciones terrestres en las Islas Malvinas (Buenos Aires: Círculo Militar, 1985) sobre el desarrollo de la campaña en general y de Félix Aguiar y Oscar Jofre, Malvinas: la defensa de Puerto Argentino (Buenos Aires: Sudamericana, 1987) sobre la defensa de Puerto Argentino. Ambos fueron escritos a partir de las impresiones personales de sus autores como 2do comandante y jefe de estado mayor de la brigada de infantería mecanizada X y como comandante, respectivamente. Reúnen la información disponible utilizando como principal insumo bibliográfico los diarios de guerra de las grandes unidades durante la contienda y “cuadernos de apuntes personales”, lo que resulta en una crónica tautológica que justifica los hechos antes que explicarlos. La ausencia de la teoría clausewitziana como parámetro de referencia queda clara en la concepción de las obras, al punto de no figurar De la Guerra en la bibliografía de dichos textos.
[4] Hernán Cornut, Ejército y pensamiento militar en el siglo XX. Del auftragstaktik a la guerra contrarrevolucionaria (Buenos Aires: Argentinidad, 2021), 87-92
[5] Vale aclarar que, en líneas generales, la diferencia entre estrategia y táctica radica en su naturaleza antes que en su volumen. Así, mientras la estrategia entiende en la orientación del poder, la táctica se enfoca en la aplicación de los medios concretando el acto de fuerza. El nivel operativo u operacional se ubica entre ambas, procurando interpretar la directiva estratégica para adecuar el empleo de los medios tácticos al tiempo y espacio que demanda un plan de campaña, en el escenario donde se desarrollan las operaciones de combate, o sea, un teatro de operaciones.
[6] Cornut, Ejército y Pensamiento…, 13-17.
[7] Cabe agregar que en la época los cargos de presidente y comandante en jefe de cada fuerza armada se encontraban desagregados.
[8] Clausewitz, De la guerra, 25 y 26.
[9] Clausewitz, De la guerra, 24. Toda la etapa previa a las acciones bélicas en el TOAS, que debería haber involucrado un metódico planeamiento de la campaña signado por distintas fases de estudios independientes en los niveles político y estratégico militar, fue un proceso desordenado y apresurado ante la inminencia autoimpuesta de un conflicto armado con el Reino Unido de Gran Bretaña (en adelante RUGB), sin disponer de información básica ni antecedentes, ya que la República Argentina no contaba con planes esquemáticos que avalasen al escenario de las Islas Malvinas como una hipótesis de guerra. Para un estudio pormenorizado de los hechos que rodearon a los preparativos de la guerra recomiendo la lectura del trabajo de Luis Dalla Fontana “Guerra de Malvinas. Los planes previos a 1982: ¿verdad o solo analogías?” en: Malvinas y las guerras del siglo XX, dirigido por Germán Soprano y María Tato (Buenos Aires: Teseo, 2022) quien demuestra que la República Argentina no había tenido una hipótesis de guerra deliberada por las IM hasta 1982. También Carlos Martínez, “La evolución del pensamiento estratégico en la legislación argentina: experiencia y futuro”, Revista de la Escuela Superior de Guerra, N°522 (1996), 55-86.
[10] Roy Harvey, “Guerra de Malvinas. El ataque al destructor Sheffield como la operación militar que produjo la situación más favorable para el logro del objetivo político argentino”. Tesis de maestría en Historia de la Guerra. Escuela Superior de Guerra, Universidad de la Defensa Nacional (2022), 4 y 5; 36-38.
[11] Clausewitz, De la guerra, 25.
[12] Clausewitz, De la guerra, 10.
[13] Martínez, “La evolución del pensamiento…”, 73.
[14] Ejército Argentino, Informe Oficial Ejército Argentino Conflicto Malvinas (Buenos Aires: IGM, 1983), 14 y 15.
[15] Ejército Argentino, Informe Oficial…, 9-14.
[16] Ejército Argentino, Informe Oficial…, 18.
[17] Ejército Argentino, Informe Oficial…, 21.
[18] Ejército Argentino, Informe Oficial…, Anexo 9.
[19] Ejército Argentino, Informe Oficial…, Anexo 10. Cabe señalar que una condición excluyente de todo sistema defensivo está dada por la capacidad de apoyo mutuo entre los sectores controlados, algo que no era posible entre los tres puntos expresados tanto por las distancias como por las limitaciones en los alcances de la artillería disponible y los medios aéreos para transporte de tropas (helicópteros) presentes en las IM. Lo anterior tomaba mayor dimensión para el caso de Bahía Fox que se encontraba en la Isla Gran Malvina.
[20] Ejército Argentino, Informe Oficial…, Anexo 14.
[21] Ejército Argentino, Informe Oficial…, Anexo 29.
[22] Ejército Argentino, Informe Oficial…, Anexo 31.
[23] Ejército Argentino, Informe Oficial…, 121.
[24] Clausewitz, De la guerra, 307-313.
[25] Ejército Argentino, Informe Oficial…, Anexo 14.
[26] Ejército Argentino, Informe Oficial…, Anexo 3.
[27] Clausewitz, De la guerra, 139.
[28] Clausewitz, De la guerra, 309.
[29] Al respecto vale el análisis de Carl Schmitt, Clausewitz como pensador político (Buenos Aires: Struhart y Cía, 1971), 48 y 49, quien aclara que el concepto de aniquilamiento en Clausewitz es de tipo político y, por lo tanto, no significa una destrucción absoluta del otro, sino doblegar su voluntad de lucha para que abandone la acción.
[30] Clausewitz, De la guerra, 27, 172-176, 445, 490.
[31] Clausewitz, De la guerra…, 202, 447, 556, 557.
[32] La operación anfibia británica sobre la zona de Puerto San Carlos tuvo lugar en la madrugada del 21 de mayo. El día 26 de mayo a las 04:00 hs el general García (comandante del cuerpo de ejército V con asiento en Bahía Blanca) emitió un mensaje militar “Secreto”, dirigido al general Menéndez, quien había asumido la conducción operacional en el TOAS. El mensaje lo instaba a “adoptar una actitud táctica ofensiva con efectivos muy importantes” (Ejército Argentino, Informe Oficial…, Anexo 31) los que deberían ser desafectados de las posiciones defensivas en Puerto Argentino, Darwin y Bahía Fox, y ponía a disposición del gobernador militar un contingente de tropas paracaidistas que operarían desde el continente para modificar la situación desfavorable. Nada de eso ocurrió y a partir del desembarco británico la suerte de la guerra estuvo echada. La falta de apoyos previos de parte de la estrategia militar, las dificultades de transporte, la superioridad británica aérea y marítima, la incapacidad de focalizar el centro de gravedad y el empecinamiento defensivo a nivel operacional, sellaron la derrota argentina.
[33] Clausewitz, De la guerra…, 526.
[34] Clausewitz, De la guerra…, 534.
[35] Clausewitz, De la guerra…, 492.
[36] Clausewitz, De la guerra…, 37.
[37] El EA se organiza en armas, tropas técnicas, servicios y tropas de operaciones especiales. En ese contexto le cabe al arma de infantería una función de elemento de combate en contacto directo con el enemigo, mientras que los ingenieros cumplen, esencialmente, funciones de apoyo de combate mediante el desarrollo de capacidades que, si bien se realizan con presencia del adversario y bajo fuego, son de perfil más técnico.
[38] Abelardo Figueroa, Promociones egresadas del Colegio Militar de la Nación 1873-2000 (Buenos Aires: Edivern, 2001), 7539, 7697, 8215, 8860, 8882, 9236, 9339.
[39] Escuela Superior de Guerra, “Libros Históricos” 12/1952; 22/1954; 13/1955; 13/1959; 14/1960; 15/1961.
[40] Inclusive algunos de ellos, como fue el caso de Jofre, se desempeñaron como profesores de la ESG.
[41] Escuela Superior de Guerra, “Libro Histórico 1953”, s/f.
[42] Escuela Superior de Guerra, “Libro Histórico 1956”, f. 2/24.
[43] En los años 1953 y 1954 la ESG se abocó plenamente a organizar y poner en funcionamiento una proveeduría que surtía a la familia de los oficiales allí destinados. Lejos de ser un hecho aislado, ya que gran parte de las unidades del EA poseían este tipo de abasto con estímulo de la Fuerza y a modo de paliativo del elevado costo de vida, queda claro que la cantidad de personal y medios involucrados en la tarea fueron en desmedro de la labor educativa del establecimiento. Escuela Superior de Guerra. “Libros Históricos 1953 y 1954”, Anexo s/n.
[44] En cuanto a jefes nos referimos a los empleos de mayor y teniente coronel, oportunidad dentro de la carrera para ejercer el mando de batallones, regimientos, grupos de artillería y subunidades independientes.
[45] Esta norma había sido precedida por la ley 19.053 (creación de la Cámara Federal en lo Penal de la Nación). En el plano específico del EA se publicaron una serie de manuales y reglamentos vinculados con la guerra contrarrevolucionaria. Cornut, Ejército y pensamiento…, 122-130.
[46] Escuela Superior de Guerra, “Libro Histórico 1961”, ff. 27-33.
[47] El punto de inflexión se materializó en la publicación del EA Reglamento de Conducción (RC 1955) que marcaba la transición entre ambas formas de pensamiento militar y obligaba a una adecuación de las organizaciones, equipamiento y conceptos de empleo. Algo que no se alcanzó en virtud de las diferencias sustanciales entre los objetivos políticos y estratégicos de los Estados Unidos de Norteamérica y la República Argentina. Cabe aclarar que el RC de 1955 venía a reemplazar al Reglamento de Conducción de Tropas (RCT/ RRM 35) de 1947 que, a su vez, había sustituido al Reglamento de Conducción y Combate de las Armas Combinadas de 1923.
[48] Cornut, Ejército y pensamiento…, 92-141.
[49] Hasta principios de la década de 1960, la base del sistema de tracción del EA era hipomóvil. Cornut, Ejército y pensamiento…, 138.
[50] Tessey, “La doctrina de…”, 50 y 51.
[51] Colmar von der Goltz, La nación en armas (t. 1 y 2)) (Buenos Aires, Círculo Militar, 1927 y 1930). Este autor es, cronológicamente, el primero dentro de la BO que alude en forma reiterada a Clausewitz, pero lo hace siguiendo la línea de interpretación teutona que tiende a tergiversar los elementos esenciales de esa teoría. Hernán Cornut, Pensamiento militar en el Ejército Argentino 1920-1930. La profesionalización. Causas y consecuencias (Buenos Aires: Argentinidad, 2018), 95.
[52] Juan Perón, Apuntes de historia militar (Buenos Aires: Círculo Militar, 1934).
[53] Hernán Cornut, “Las representaciones del libro De la guerra entre los militares argentinos en la primera mitad del siglo XX: La concepción de un modelo doctrinario”, Revista Prohistoria, N°35 (2021), 135-161.
[54] Juan Perón, La guerra mundial 1914. Frente Oriental (Buenos Aires: Círculo Militar, 1931).
[55] Benjamín Rattenbach, Estudios y reflexiones (Buenos Aires: Círculo Militar, 1955), 25-35.
[56] Héctor Bástico, La evolución del arte de la guerra (t. 1) (Buenos Aires: Círculo Militar, 1930), 229-238.
[57] Hans Seeckt, Pensamientos de un soldado (Buenos Aires: Círculo Militar, 1940). Coronel general responsable de la reorganización del Ejército Alemán en el período entr
[58] Basil Lidell Hart, Estrategia. La aproximación indirecta (Buenos Aires: Círculo Militar, 1960), 259 y ss.
[59] Otro libro importante de este autor sobre Clausewitz es El espectro de Napoleón (Buenos Aires: EUDEBA, 1969) que si bien no pertenece a la BO es altamente probable que haya circulado entre los oficiales del EA de la época. En dicho texto Liddell Hart no vacila en llamarlo “el Mahdi de las masas” y hasta el responsable absoluto de la doctrina de la guerra total (119-128).
[60] Jorge Giovanelli, La teoría de Clausewitz sobre la guerra y la doctrina de guerra soviética (Buenos Aires: Círculo Militar, 1962).
[61] Alberto Marini, De Clausewitz a Mao Tse-Tung (Buenos Aires: Círculo Militar, 1969).
[62] Alberto Marini, La guerra, la política y la estrategia (t. 2) (Buenos Aires: Círculo Militar, 1962).
[63] Hans Rothfels, “Clausewitz” en: Creadores de la estrategia moderna. De Maquiavelo a Hitler compilado por Edward Mead Earle (Buenos Aires: Círculo Militar, 1968).
[64] Escuela Superior de Guerra, “Libro Histórico 1950”, Anexo 21, f. 30.
[65] En junio de 1884, bajo la iniciativa del sargento mayor Arturo Capdevilla y con la aprobación de la Comisión Directiva, se presentó a los socios de la institución la primera Revista del Club Naval y Militar, siendo su primer director el subteniente Juan Antonio Mendoza. En marzo de 1900 cambia su denominación a Revista Militar.
[66] Ejército Nacional, “Boletín Militar Reservado Nº 236”, Buenos Aires, 18 de agosto de 1922. Por iniciativa del coronel Pascual Quiróz se instituye la publicación Estudios y Comunicaciones de Información que cambió su nombre para Revista de Informaciones en la década de 1940, para poco tiempo después adoptar la denominación de Revista de la Escuela Superior de Guerra.
[67] Al respecto cabe señalar que los saberes teóricos y prácticos codificados en reglamentos y publicaciones propias de la Fuerza, tampoco consideraban la teoría clausewitziana en orden a sus posibilidades de aplicación práctica. Cornut, Ejército y pensamiento…, 63-76.
[68] Salvador Blanco, “Clausewitz y los hábitos de guerra de un ejército”, Revista Militar, N° 596 (1950), 1331-1337.
[69] Benjamín Rattenbach, “Sobre el valor de los planes de operaciones de paz”, Revista Militar, N° 613 (1952), 295-300.
[70] Benjamín Rattenbach, “La corresponsabilidad en los comandos superiores”, Revista Militar, N° 617 (1953), 5-7.
[71] Eduardo Arias Duval, “¿Mente táctica? ¿Mente operativa? ¿Mente estratégica?”, Revista Militar, N° 615 (1952), 625-630.
[72] Juan Rawson Bustamante, “Relaciones de la política y la estrategia”, Revista Militar, N° 640 (1956), 29-50.
[73] Enrique Rottjer, “Las formas de la estrategia”, Revista Militar, N° 635 (1956), 7-12.
[74] Florencio Nuñez, “Los principios de Jomini y la organización de los ejércitos”, Revista Militar, N° 658 (1960),103-105.
[75] John Fuller, “Nuestros problemas de guerra”. Revista Militar, N° 660 (1961), 102-114.
[76] Juan Berruezo, “Espontaneidad y preparación para el cambio”. Revista Militar, N° 673 (1964), 27-35.
[77] José Goyret, “El pensamiento estratégico del general Beaufre”, Revista Militar, N° 701 (1978), 5-9.
[78] Anónimo, “Estudio sobre Clausewitz”, Revista de la Escuela Superior de Guerra, N° 141 (1936), 1-58.
[79] Cornut, Pensamiento militar en …, 94 y 95.
[80] Anónimo, “Estudio sobre Clausewitz”, 2-20.
[81] Anónimo, “La guerra integral del general Ludendorff”. Revista de la Escuela Superior de Guerra, N° 141 (1936), 59-72.
[82] Benjamín Rattenbach, “Comentarios sobre conducción referidos al reglamento de conducción (RC) edición 1955”. Revista de la Escuela Superior de Guerra, N° 318 y 319 (1955), 227-310.
[83] Cornut, “Las representaciones del…”, 135-161.
[84] Rattenbach, “Comentarios sobre conducción…”, 241.
[85] Benjamín Rattenbach, “Sobre planes”. Revista de la Escuela Superior de Guerra, N° 317 (1955), 141-148.
[86] Juan Palladino, Alfonso Galeano y Roberto Novello, “Carlos von Clausewitz”. Revista de la Escuela Superior de Guerra, N° 359 (1965), 6-19.
[87] Mario García Acevedo, “Bases filosóficas del pensamiento de von Clausewitz”. Revista de la Escuela Superior de Guerra, N° 385 (1969), 76-80.
[88] Carlos Landaburu, “A propósito de Clausewitz”. Revista de la Escuela Superior de Guerra, N° 392 (1971), 53-76.
[89] Juan Masi, “Resumiendo a Clausewitz”. Revista de la Escuela Superior de Guerra, N° 397 (1971), 11-48.
[90] Juan Masi, “Resumiendo a Clausewitz (segunda parte)”. Revista de la Escuela Superior de Guerra, N° 398 (1972), 11-32.
[91] Clausewitz, De la guerra…, 38-54.
[92] Como señaláramos, Clausewitz quedó obturado por las ideas de Colmar von der Goltz en el EA, al punto de que el primero recorrió un tortuoso camino editorial en comparación a este último, dentro de la BO.
[93] Peter Paret, “La génesis de De la guerra” en: De la guerra dirigido por Michael Howard y Peter Paret (Madrid: Ministerio de Defensa, 1999), 34.
[94] Hernán Cornut, “El Ejército Argentino frente al desafío de la anticipación estratégica (1958-1966)”. Revista Casus Belli, N° 3 (2022), 123-156.
Modelo de publicación sin fines de lucro para conservar la naturaleza académica y abierta de la comunicación científica
HTML generado a partir de XML-JATS4R