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Patriotismo, poesía y educación. Una aproximación a Juan María Gutiérrez
Alejandro Herrero
Alejandro Herrero
Patriotismo, poesía y educación. Una aproximación a Juan María Gutiérrez
Temas de historia argentina y americana, vol. 2, núm. 30, pp. 57-70, 2022
Pontificia Universidad Católica Argentina Santa María de los Buenos Aires
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Resumen: El objetivo de la siguiente investigación consiste en estudiar la relación entre patriotismo, poesía y educación en algunos tramos de la trayectoria de Juan María Gutiérrez. Me interesa examinar de qué manera dirigentes políticos sostienen reflexiones y estrategias para la formación de ciudadanos y patriotas. En otros estudios he registrado que otro dirigente, Joaquín V. González, plantea que las ficciones representan, en el sistema de instrucción pública y en el campo de lectores, un medio fundamental para la formación de patriotas porque lograrían transmitir del mejor modo los principios y valores de las instituciones del país. Surgió entonces un interrogante: ¿Este uso de la literatura para formar patriotas era propia de González o formaba parte de una tradición existente en la dirigencia política del siglo XIX? Elegí explorar la trayectoria de Juan María Gutiérrez, uno de los referentes de González, para comenzar a dar una primera respuesta.

Palabras clave: Juan María Gutiérrez,Poetas,Patriotismo,Educación,Argentina,Juan María Gutiérrez ,Poets,Patriotism,Education,Argentina.

Abstract: The objective of the following investigation is to study the relationship between patriotism, poetry and education in some sections of the trajectory of Juan María Gutiérrez. I am interested in examining how political leaders sustain reflections and strategies for the formation of citizens and patriots. In other studies I have recorded that another leader, Joaquín V. González, states that fictions represent a fundamental means for the formation of patriots because they would manage to transmit in the best way the principles and values of the best country´s institutions. A question then arose: Was this use of literature to form patriots typical of González or was it part of an existing tradition in the political leadership of the 19th century? I chose to explore the trajectory of Juan María Gutiérrez, one of Gonzalez´s referents, to begin to give a first answer.

Carátula del artículo

Investigaciones

Patriotismo, poesía y educación. Una aproximación a Juan María Gutiérrez

Alejandro Herrero
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina
Universidad Nacional de Lanús, Argentina
Universidad del Salvador, Argentina
Temas de historia argentina y americana
Pontificia Universidad Católica Argentina Santa María de los Buenos Aires, Argentina
ISSN-e: 2618-1924
Periodicidad: Semestral
vol. 2, núm. 30, 2022

Recepción: 07 Julio 2022

Aprobación: 24 Septiembre 2022


Introducción

Desde hace algunos años estudio a políticos en funciones de gobierno en el siglo XIX argentino. Analicé algunos aspectos de la trayectoria de Joaquín V. González, y más específicamente sus intervenciones en el campo literario y educativo[1].

González no escribe sus cuentos, leyendas, memorias, para la evasión o entretenimiento de sus lectores, sino para formar a gobernantes y gobernados como ciudadanos, como patriotas. Sus escritos literarios y de crítica literaria circulan en soporte libro, en publicaciones periódicas, y en sede escolar.

Si fijo mi mirada, sobre todo en sus libros escolares es porque, según mi hipótesis de trabajo, allí cree encontrar a sus lectores, los futuros gobernantes y gobernados, allí su voz se transforma en voz del Estado, y es allí, además, donde el Estado controla que sus escritos se lean, se analicen y formen a sus destinatarios.

Varias preguntas me asaltaban, pero una de ellas es el origen de este artículo: ¿este uso de la literatura para formar patriotas, y esta estrategia escolar era propia de González o formaba parte de una tradición existente en la dirigencia política del siglo XIX? Elegí explorar las trayectorias de Juan María Gutiérrez, uno de los referentes de González, para comenzar a dar una primera respuesta. Le elección tiene algunos motivos.

Primero, estudiar un referente de González cuya trayectoria recorra la etapa anterior: desde 1830 hasta 1870. Porque me interesa saber si González tiene en mente algún antecedente para pensar las respuestas que ofrece desde sus posiciones de gobierno.

Segundo, examinar un caso que se diferencie en algunos aspectos de González. Por ejemplo: para González la ficción es fundamental para transmitir principios y valores, y no importa, explica abiertamente, si es verdad o mentira, lo relevante es que sea eficaz, esto es, que forme a los ciudadanos con principios y valores de las instituciones y la patria[2]. Gutiérrez por el contrario asocia al poeta con la verdad. Lo relevante de este motivo es que necesito explorar los distintos modos de pensar la relación literatura y política, poesía y formación de ciudadanos con el fin de ampliar mi mirada sobre esta cuestión en la historia de la dirigencia nacional.

Tercero, también Gutiérrez, al igual que González, escribe para el sistema de instrucción púbica con el objeto de formar a gobernantes y gobernados, y sus libros escolares son aprobados para el dictado en las escuelas. Me resulta relevante analizar por qué el sistema de instrucción pública es uno de los puertos de llegada tanto de González y de Gutiérrez.

El siguiente escrito panorámico tiene por objetivo principal interrogar algunos tramos de la trayectoria de Gutiérrez sobre estas cuestiones.

Juan María Gutiérrez

Es un hecho conocido que Juan María Gutiérrez (1809-1878) participó del Salón Literario de Buenos Aires en 1837, se exilió junto a su círculo de pertenencia primero en Uruguay y luego en Chile, adhirió al Dogma Socialista, fue miembro de la convención constituyente de 1853, ministro de Relaciones Exteriores entre 1854 y 1856, rector de la Universidad de Buenos Aires, sólo para citar algunas de sus intervenciones en el campo político[3]. A su vez, fue historiador de la literatura americana y en particular de la argentina, escribió poesías, novelas y cuadros de costumbres. Siempre une la tarea política con la tarea literaria. Expresa, de manera explícita, la relación productiva entre literatura y política asociada a la formación de patriotas[4].

No es casualidad, entonces, que en sus estudios los protagonistas de sus trabajos siempre sean funcionarios, poetas o difusores de la literatura.

La poesía ocupa por lo general la mayor atención de su mirada. Y la poesía en la etapa de la Revolución, como en la etapa de la Independencia es escrita por funcionarios, o por payadores que difunden los principios y el pensamiento del gobierno revolucionario.

Los poetas y la formación de patriotas

Gutiérrez distingue dos tipos de poetas patriotas: aquellos que se dirigen a un círculo culto de gobernantes y gobernados y otros que, además, se dirigen a la mayoría de la población. Juan de la Cruz Varela y Bartolomé Hidalgo responden, respectivamente, a estos dos tipos.

Cuando Gutiérrez alude al funcionario y poeta Juan de la Cruz Varela, en un extenso estudio[5], expone las dificultades de su poesía patriótica[6]: Primero: Juan de la Cruz Varela pertenece a la clase culta y se dirige exclusivamente a esa clase, sus poesías, sus intervenciones literarias no se generaliza en la mayoría del pueblo, por eso dice Gutiérrez que su poesía “fue social pero no popular”. Segundo: agrega, siguiendo con el punto anterior, que este poeta es un hombre de círculo, de partido, ni siquiera le interesa llevar su mensaje a la mayoría del pueblo. Tercero: el género que adopta, la oda, no permite que sus lectores y oyentes puedan retenerla, recordarla, y esto es vital para la formación de patriotas. Cuarto: su poesía, instruye, brinda erudición, sus lectores y oyentes acumulan información, conocimientos, pero no educa, es decir, no cambia la sensibilidad ni las ideas que tienen en la cabeza y en el corazón sus destinatarios.

Por otro lado, Cruz Varela tuvo, a los ojos de Gutiérrez, una función positiva cuando se enfrenta a lo que considera el mal ejemplo de literatura patriótica del padre Francisco Castañeda[7]. Gutiérrez reproduce poemas de Cruz Varela dirigidos a desacreditar a Castañeda; se trata sátiras humorísticas contra este franciscano. Destaca tres cuestiones: Primero: el duelo se produce con cruce de poemas, es decir, la poesía es usada como intervención política. Segundo: para Gutiérrez la lucha es entre dos tradiciones existentes, la del claustro, defendida por Castañeda y la liberal, sostenida por Cruz Varela. Y tercero: que aquí sí Gutiérrez observa que Cruz escribe poemas que puede entender la generalidad de la población sin perder el tono y estilo literario[8].

Para decirlo de una vez: para Gutiérrez, las poesías de Juan de la Cruz Varela cumplen una primera función positiva en la formación de patriotas: se dirige a lectores y oyentes del círculo culto; y destruye al poeta de la tradición negativa, la clerical, representada por Castañeda. Pero, al mismo tiempo, su poesía tiene un problema: la formación de patriotas implica que el que lee y escucha se lleve esos versos en su cabeza, que lo sienta en el corazón, por lo tanto, debe recordarlos una y otra vez, memorizar el poema es fundamental: puesto que debe permanecer en la cabeza y el corazón de sus lectores y oyentes.

Aquí aparece una cuestión sustancial, no cualquier poesía patriótica cumple la misma función: por su contenido, por su forma, y por sus oyentes o lectores.

Gutiérrez rescata a Juan de la Cruz Valera, pero el principal protagonista es, en su opinión, Bartolomé Hidalgo y los poetas populares: payadores y bardos.

Las diferencias entre Juan de la Cruz Valera y Bartolomé Hidalgo son señaladas por Gutiérrez como una cuestión central[9]. Primero, diferencia social: Hidalgo es de origen Humilde, fue barbero y luego patriota en la Revolución, y Varela forma parte de la dirigencia política y de la clase culta. Segundo: el género que seleccionan y adoptan para exponer su poesía patriota es vital para entender la función de cada uno[10].

Contrariamente a la oda, la payada, la poesía oral de los bardos, es enormemente eficaz, y el poder de este género esta dado, para Gutiérrez, en el tipo de versificación que permite que los lectores y los oyentes la puedan memorizar, es decir, que las puedan llevar en sus cabezas. Recordar, memorizar, cantar, recitar, ese sería el gran mérito de la poesía cantada.

Los poetas que cambian la sociedad, a sus ojos, son los payadores y los bardos, al estilo de Hidalgo, que de hecho actúan como educadores que transforman la mentalidad y los sentimientos de sus destinatarios, y convierten a cada uno de sus oyentes y lectores en patriotas dispuestos dar su tiempo y la vida por la Revolución[11].

Igual función cumple, a sus ojos, la Marcha Patriótica, cantada en todos los rincones del país por los soldados y por los patriotas que adhieren a la Revolución.

Para Gutiérrez, los poetas y los payadores son tan importantes como los funcionarios de gobierno que conducen la nave de Estado, o los soldados que dan la vida en el campo de batalla, puesto que con sus poesías y payadas cumplen otra función política nítida y fundamental: educarlos como patriotas en momentos revolucionarios, donde los gobiernos emancipadores les piden su tiempo y hasta su vida para lograr sus objetivos.

Gutiérrez estudia y difunde poesías que tienen la función de formar patriotas como las de Juan de la Cruz Varela, las de Bartolomé Hidalgo y demás payadores y bardos, en el caso específico rioplatense de la etapa de la Independencia, pero también a poetas chilenos como Olmedo, o de otros países sudamericanos[12].

Pero también en tiempos de paz, los poetas siguen formando a gobernantes y gobernados con el pensamiento y valores de los gobiernos revolucionarios, se trata de una moral asociadas al trabajo y a la ciencia moderna, pensamientos básicos para fundar la nueva sociedad.

Gutiérrez reproduce pasajes de algunos poemas de la década de 1820 y concluye de este modo:

Como se ve, en estos versos, se respira el aura de la civilización que busca la riqueza por el sendero del trabajo, y prefiere a toda otra ocupación las faenas agrícolas que se hermanan sin esfuerzos con la libertad. Su autor revela los destinos de la llanura vasta y desierta en donde pueden multiplicarse, mejorándose los animales útiles, y donde hay espacio para que vivan al amparo de leyes generosas los hombres de todos los climas, y contribuyan a fertilizar los campos[13].

Y para autorizar su palabra deja que un testigo exprese lo que quiere afirmar el propio Gutiérrez:

Así es que ha podido decir con propiedad un distinguido escritor argentino: Entre nosotros casi toda la literatura destinada a vivir más allá del día, está limitada a la poesía: en ella está nuestra historia, en ella nuestras costumbres, en ella nuestras creencias, ideas y esperanzas. Lo demás que ha producido el genio americano, ha pasado como el humo de los combates que han constituido nuestra ocupación y nuestra existencia. De modo que quién posea una colección de poetas americanos, tendrá casi todo lo que en materia de letras puede la América reclamar como propiedad suya.

Los poetas, en la interpretación de Gutiérrez, son fundamentales para la formación de patriotas en el momento de la guerra revolucionaria como en la etapa de creación de lo que denominada la nueva civilización independiente, pero eso es todo, además, los bardos, payadores y los escritores fueron testigos de su época, dieron cuenta de lo que acontecía, y sus poemas forman parte del archivo de los historiadores. Esto dice Gutiérrez en su estudio sobre Martín del Barco Centenera:

La narración del autor de La Argentina, tiene, sin embargo, todos los caracteres de la verdad, y ha hecho bien en seguirla el Dean Funes. Centenera pinta los buques de Zárate como “mal aderezados”, a cuyo bordo iban mezclados y confundidos los solteros y los casados, las casadas y las doncellas, a manera de condenados a muerte[14].

Gutiérrez sigue narrando con el poema de Centenera una travesía en barco como si lo que dice el poeta fuese la mismísima verdad de los hechos dicha por un testigo. Esto mismo se puede leer en su escrito sobre El Matadero de Echeverría, lo lee como si el poeta fuera el testigo de lo que está contando, y expresa que ese el relato es un testimonio que servirá a los estudios de los historiadores[15].

Funcionarios controlan los medios de difusión e intervienen como escritores y poetas

No casualmente es la dirigencia política la que trata de controlar esos medios de formación de patriotas. Por eso, son funcionarios los que escriben poesías, los que la reproducen en publicaciones periódicas que están bajo financiamiento y control de los gobiernos, o cuando en sede escolar leemos los manuales, tanto el que escribe el manual como las personas que se invocan como patriotas, siempre forman parte de la dirigencia política, siempre fueron funcionarios, legisladores, o servidores del Estado[16].

Gutiérrez fue un incansable difusor de la literatura en Argentina y en Chile, y siempre difunde a hombres de Estado, que escriben textos literarios y sobre todo poesía.

Pero surge una dificultad que no puede resolver: como hombre culto supone que es el libro el soporte más apto para la formación de patriotas[17]. La dificultad es que no encuentra editores para la difusión de sus poemas o de las poesías de poetas argentinos y de otros países Sudamericanos. Además, los libros que logra editar apenas superan los 100 ejemplares. Esto no solo supone un número acotado de lectores, sino que, a su vez, al agotarse rápidamente las ediciones, los nuevos lectores que quiere acceder a los libros no los hallan, tal como explica Cané al reseñar uno de los últimos libros de Gutiérrez.

En sede escolar encuentra el lugar para editar libros, y para encontrar los lectores que busca, es decir, a los futuros gobernantes y gobernados.

Gutiérrez edita varias obras destinados lectores en sede escolar: Catecismo de la Constitución Argentina, o Historia Argentina al alcance de los niños; Máximas, sentencias… y El lector Americano.

Por ejemplo, en El lector Americano, cuando selecciona textos de Alberdi, elije un poema y un pasaje de Bases focalizado en sus reflexiones sobre la instrucción pública. El Alberdi de Gutiérrez es legislador y más puntualmente educador, y poeta, aunque si estudia la trayectoria de Alberdi se verifica que solo en la etapa juvenil escribe poesía y dramas, y a lo largo de casi toda su vida, en realidad, desdeña, la poesía, los cantos a la guerra de los poetas, y prefiere, de modo expreso, la prosa de los legisladores. En el mismo libro evocado por Gutiérrez, aludo a Bases, Alberdi desprecia de modo tajante a los poetas.

Gutiérrez construye un Alberdi poeta y legislador, poeta y educador, que el propio homenajeado (su amigo personal) no se reconocería.

¿Qué quiero decir? Que Gutiérrez hace una operación en cada una de sus intervenciones, y el caso de Alberdi es sólo un ejemplo para evidenciar que los hombres de Estado, al igual que el propio Gutiérrez, cumplen funciones de gobierno, son legisladores, son educadores y poetas. Gutiérrez convierte a su amigo Alberdi en su doble, en su espejo, construye un Alberdi a su medida.

Legitima, de este modo, su propia trayectoria, y por otro lado señala cómo debe ser un hombre de Estado, cómo lo fue en el pasado y cómo debería ser en el porvenir. Señala qué función y qué valor tiene la poesía y la instrucción pública para la formación de patriotas.

Existen otras posiciones y estrategias en relación a la literatura y la política, y la formación de patriotas. Alberdi, por ejemplo, la he indicado al cotejar la lectura de Gutiérrez, pero es necesario traer aquí a Sarmiento con el fin de hacer ver otra postura bien diferente a la que se expuso hasta aquí.

Sarmiento y Gutiérrez

Elegí a Sarmiento (1809-1888) porque se trataba de un escritor político que había ejercido posiciones de gobierno, sea en Chile en la década de 1840 y comienzos de los 50, o en Argentina desde 1855 en adelante. Ocupó casi todos los cargos de gobierno: Presidente de la Nación, Gobernador de la provincia de San Juan, ministro de varias carteras, y bancas en el congreso, solo para indicar algunas de sus posiciones de poder.

Sarmiento es contemporáneo de Gutiérrez y me permite advertir dos trayectorias diferentes en cuanto a sus concepciones sobre la productividad de la literatura en el campo político y, en particular, en lo relativo a la formación de patriotas.

Además, es conocido que González invoca a Sarmiento como uno de los grandes representantes de las generaciones que lo precedieron.

En primer lugar, las semejanzas. Sarmiento, como Gutiérrez y González, también piensa que sus lectores siempre son gobernantes y gobernados; y está convencido que lo valioso de los libros es que transmiten ideas, pensamientos, principios, valores y qué son vitales para formar ciudadanos.

Pero las diferencias son notables. Para Sarmiento las ficciones no transmiten ideas ni pueden dar cuenta de la verdad[18]; esta función solo pueden cumplirlas los científicos y sus libros, y éstos se producen en otros idiomas, por lo tanto se abre un problema: las traducciones.

Gutiérrez y González elogian a los escritores nacionales, a sus ojos, fundamentales para la formación ciudadanos y patriota; mientras que para Sarmiento la formación se produce con libros que necesariamente se localizan en Estados Unidos, Inglaterra, Francia, en fin, Europa. Y también los mejores educadores están en el exterior, por eso Sarmiento traza una política de traer científicos y maestras normales (formadas en el arte y la ciencia de la enseñanza) de esos mismos países. El idioma no era para Sarmiento un problema de los que llegaban sino de la república que los recibía, por eso era tan necesario, a sus ojos, aprender idiomas y traducir revistas y libros.

Otro gran problema para Sarmiento, y de hecho también lo fue para Gutiérrez, era que los editores necesitan imprimir muchos ejemplares de libros para sustentar una edición, y que sólo el Estado puede adquirir semejante cantidad de volúmenes.

¿Cuál es su estrategia? Primero, convocar al Estado para que intervenga: en el Congreso de la Nación da la batalla para que el gobierno nacional, a partir del dictado de leyes, esté obligado a comprar suficientes números de ejemplares a los editores para sostener su empresa[19]. A su vez, Sarmiento plantea, como se sabe, la fundación de bibliotecas populares en todas las provincias para formar un público lector de gobernantes y gobernantes; allí estarían, a sus ojos, los libros de ciencia, traducidos al castellano, donados por el Estado, para que se formen como ciudadanos, como individuos civilizados toda la población del país[20]. Las bibliotecas debían suspender la compra de novelas, improductivas a sus ojos, y que era la única lectura que hacían los escasos lectores existentes.

Sarmiento nunca escribe ficciones, pero si traduce libros, y convoca a científicos y normalistas extranjeros con un objetivo preciso: que se radiquen en Argentina.

Para Sarmiento es el traductor de libros de ciencia (es decir, de economía, de legislación, de física, de medicina) y no el escritor de ficciones, el que cumple la función de formar a gobernantes y gobernados.

En sus intervenciones en sede escolar se advierte lo mismo. Publica Método gradual de enseñar a leer el Castellano, Chile, 1845; y dos libros que traduce él mismo: La conciencia de un niño Chile, 1844; y Vida de Jesucristo. Con una descripción suscinta de la Palestina. El objetivo es la práctica de lectura; y la difusión de ideas de otras naciones que deben traducirse de otros idiomas

La eficacia de los libros escolares de Sarmiento, en tanto fueron parte del aparato escolar, fue contundente: los tres manuales tuvieron reimpresiones hasta fin del siglo XIX, los dos primeros más de 20 reediciones y el último más de 50 ¿Pero en qué contexto? Los que estudiamos historia de la educación sabemos que hasta 1900, el analfabetismo es lo que predomina en Argentina.

Consideraciones finales

Este estudio panorámico tuvo un motivo principal: estudiar a Gutiérrez para entender a González.

Ambos forman parte de la dirigencia política. Los dos ocupan cargos de gobierno y sus intervenciones escritas se dirigen a los gobernantes y a los gobernados. Formar patriotas y ciudadanos con los principios y valores de los gobiernos constituidos de los cuales forman parte es otro eje que los une.

Separa, por ejemplo, Gutiérrez, el patriotismo legítimo del ilegítimo, el patriotismo clerical de Castañeda del patriotismo liberal de Juan de la Cruz Valera asociado a los principios y valores de la Revolución.

El patriotismo, a sus ojos, no es virtuoso en sí mismo, sino que lo es aquel que esté asociado a principios, valores e instituciones que se identifiquen con el grupo político al cuál pertenecen en la oposición, o al gobierno en el cuál están ocupando cargos de gestión.

Esto es fundamental tenerlo presente ante de analizar qué opinión tienen en cuanto a la formación de patriotas usando textos literarios.

Pero también resulta relevante ampliar la mirada para observar qué posición y estrategia se traza Sarmiento.

De este modo, cuando estudio a González a fin de siglo XIX registro en la dirigencia política toda una discusión sobre la función de la literatura en la formación de ciudadanos, de patriotas, y como se puede apreciar, al menos, existían dos nítidas posturas: las que suponen que la ficción forma costumbres republicanas y las que afirman que sólo tienen una utilidad como practica de lectura, y nula función para la formación de gobernantes y gobernados. Las costumbres, los hábitos, para unos y para otros se forman con la lectura, pero la diferencia estriba en que para Echeverría y Gutiérrez la poesía es portadora de ideas, pensamientos, creencias formadoras de costumbres y para Sarmiento las ideas, los pensamientos solo se transmiten con los libros de ciencia. Para los primeros los poetas son testigos de su época porque observan y dicen la verdad de los hechos, y para el segundo, sólo el científico puede hacer esta observación.

González claramente, en este punto sigue en parte la tradición política trazada por Gutiérrez, en cuando está convencido que las poesías, los cuentos, son formadores de patriotas, son los medios más adecuado para transmitir las ideas y los sentimientos, y es vital que los dirigentes políticos se convierten en escritores nacionales. Pero hay otro punto sustantivo donde González se separa de esta tradición: distingue ficción y verdad, y, a sus ojos, no es necesario que el escritor nacional hable desde la verdad para formar patriotas.

En cuanto a la otra tradición, que se ve en Sarmiento, González se separa porque niega la función necesaria de los escritores nacionales, aunque esté de acuerdo que los científicos también formen patriotas. De hecho, González escribe, como funcionario, desde su posición de científico y de escritor nacional, y sus textos escolares articulan los dos registros. González tiene, al menos dos tradiciones, y en parte las sigue y las critica, definiendo su propia estrategia.

Esta investigación me ha permito advertir que las estrategias de González ya tenían toda una historia en la dirigencia política, y a su vez, que no se inclina exclusivamente por una, sino que adopta una propia tomando de una y de otra.

Material suplementario
Notas
Notas
[1] Alejandro Herrero, “Joaquín V. González y sus libros. Sus intervenciones en el espacio científico-académico, literario y del sistema de instrucción pública”, Estudios de filosofía práctica e historia de las ideas, Vol. 19 (2017), 1-15. Sobre J. V. González véase: Darío Roldán, Joaquín V. González, a propósito del pensamiento político-liberal, 1880-1920 (Buenos Aires: Centro Editor de América Latina, 1993).
[2] En 1888, González sostiene en Tradición Nacional que las leyendas, tradiciones, poemas, relatos, entre otras ficciones, cumplen una función política. Su modelo, para ofrecer uno entre otros, es el suizo. González dice que Guillermo Tell, personaje de una novela, es el gran héroe nacional de Suiza, héroe que transmite, en su historia ficticia, los principios de las instituciones de aquella nación. González lo expresa de este modo: “La Suiza ha fundado su tradición patriótica sobre un mito, sobre un sueño, pero mil veces feliz un pueblo que logra realizar la unidad admirable de su constitución social, la fórmula más perfecta de la constitución política, siquiera sea sobre un mito y sobre un sueño. Y ¿qué importa que la fantasía sea la fuente de su gran epopeya, si sobre ella levanta el coloso de sus instituciones que sirven de modelo al mundo?”. Joaquín Víctor González, La Tradición Nacional (Buenos Aires: Félix Lajouane Editor, 1888), 148-149. Tampoco le importa a González expresar a sus lectores que sus relatos son ficciones, porque su valor, a sus ojos, es el uso y la eficacia, esto es, formar gobernantes y gobernadores como patriotas que puedan distinguir entre, lo que él considera, revoluciones legítimas y levantamientos armados ilegítimos.

En Tradición Nacional, González escribe un micro relato de la Revolución de 1810. Un Cacique de otra época, obviamente muerto, regresa, hace un viaje en el tiempo, para conducir a los indios a levantarse contra los españoles y defender el principio democrático de los revolucionarios. El Cacique, subraya González, ha comprendido que la democracia es la mejor doctrina de gobierno y regresa porque es su deber conducir a sus subordinados por el camino de la civilización. González, La Tradición Nacional…, 190-191.

[3] Sobre la denominada Generación del 37 véase: Alejandro Herrero, Ideas para una República. Una mirada sobre la Nueva Generación Argentina y las doctrinas políticas francesas (Buenos Aires: Ediciones de la UNLa, 2009).
[4] Véase: Félix Weinberg, “Estudio preliminar a El Salón Literario de 1837” (Buenos Aires: Hachette, 1958); Juan Carlos Nicolau, “Juan María Gutiérrez (1809-1878). Historiador de la ciencia en el Río de la Plata”, Trabajos y Comunicaciones, 2da Época, N. 26/27 (2000-2001), 295-300; Halperín Donghi, Letrados y pensadores. El perfilamiento del intelectual hispanoamericano en el siglo XIX (Buenos Aires: Emece, 2013); y Jorge Myers (editor), La ciudad letrada, de la conquista al modernismo (Buenos Aires: Katz, 2008).
[5] Gutiérrez edita su estudio sobre Juan de la Cruz Varela en varios números de la Revista del Río de La Plata en la década de 1870: Juan María Gutiérrez, “Estudio sobre las obras y la persona del literato y publicista argentino Don Juan de la Cruz Varela”, Revista del Río de La Plata. Periódico mensual de Historia y Literatura de América publicado por Andrés Lamas, Vicente Fidel López y Juan María Gutiérrez, tomo 1, (1871), 14-46; Juan María Gutiérrez, “Estudio sobre las obras y la persona del literato y publicista argentino Don Juan de la Cruz Varela”, Revista del Río de La Plata. Periódico mensual de Historia y Literatura de América publicado por Andrés Lamas, Vicente Fidel López y Juan María Gutiérrez, tomo 2 (1871), 87-102, 248-267, 403-416, 495-532; Juan María Gutiérrez, “Estudio sobre las obras y la persona del literato y publicista argentino Don Juan de la Cruz Varela”, Revista del Río de La Plata. Periódico mensual de Historia y Literatura de América publicado por Andrés Lamas, Vicente Fidel López y Juan María Gutiérrez, tomo 3 (1872),1-53; Juan María Gutiérrez, “Estudio sobre las obras y la persona del literato y publicista argentino Don Juan de la Cruz Varela”, Revista del Río de La Plata. Periódico mensual de Historia y Literatura de América publicado por Andrés Lamas, Vicente Fidel López y Juan María Gutiérrez, tomo 4 (1872), 3-271.
[6] En este extenso pasaje se puede apreciar la crítica que realiza Gutiérrez: “El señor Varela era un hombre de partido y de círculo: fuera de su iglesia, cuya ortodoxia reconocemos de buena ley, no hallaba salvación ni para la Patria ni para la Libertad, y colocaba estas identidades de su culto en la región de las nubes, midiendo sus creces con la vara brillante y mágica de los progresos en cultura y refinamiento de las clases afortunadas. Odi profanum vulgus, et arceos, (traducido: “Odio al vulgo profano y me aparto”), era tal vez su divisa como la de su maestro (Alude a Horacio, poeta latino). El medio que se valió (Juan de la Cruz Varela) para expresar sus ideas y sentimientos, fue (…) la oda clásica, vaga por su propia naturaleza, harmoniosa para oídos educados al alago de lecturas literarias; pero que no se adhiere a la memoria ni permanece en el recuerdo por medio de imágenes sencillas, de pensamientos concentrados en conceptos bien definidos, apropiados al alcance de la generalidad de los entendimientos. Su poesía fue social; pero no popular. Cultivaba las cabezas, pero no adiestraba los brazos; instruía, no educaba; sacudía la atmósfera y la iluminaba con su electricidad; pero no caía en gotas benéficas sobre los surcos nuevos que él creía abrir para su simiente, exótica entonces, recién importada.// Esos vacíos que creemos notar en la obra meritoria del señor Varela, se advierten en la mayor parte de los escritores en verso que asumen la misión que él se impuso: provienen, a nuestro juicio, de la índole misma de esa forma de la expresión humana. Cuanto más inspirado es el poeta, a mayor altura le arrebata la fantasía, apartándose inmensamente del pueblo, de este Anteo que es fuerte y gigante porque vive adherido a la tierra.” Gutiérrez, “Estudio sobre las obras y la persona...”, 47
[7] Juan María Gutiérrez, “La literatura de Mayo”, Revista del Río de La Plata. Periódico mensual de Historia y Literatura de América publicado por Andrés Lamas, Vicente Fidel López y Juan María Gutiérrez, Tomo 2 (1871), 557.
[8] Juan María Gutiérrez, “La literatura de Mayo”, Revista del Río de La Plata. Periódico mensual de Historia y Literatura de América publicado por Andrés Lamas, Vicente Fidel López y Juan María Gutiérrez, Tomo 2 (1871), 558.
[9] Sobre B. Hidalgo véase: J. Ludmer, El género gauchesco. Un tratado sobre la patria (Buenos Aires: Sudamericana, 1988). Y sobre la literatura criollista a fines del siglo XIX: Adolfo Prieto, El discurso criollista en la formación de la Argentina moderna (Buenos Aires: Sudamericana, 1988).
[10] Bartolomé Hidalgo, en su opinión, es el gran representante de los payadores revolucionarios. La relación poetas, payadores y opinión pública es nítida y fundamental a los ojos de Gutiérrez. En uno de sus estudios, Gutiérrez afirma que “Se dio a la poesía del género que examinamos (las payadas) una aplicación y un destino saludables, en cuanto contribuiría a convertir los espíritus del país a los dogmas de la revolución, inculcando en el pueblo aquellas generosas pasiones sin las cuales no habría ni independencia ni patria. Debe notarse la fe que existía por aquellos días en la influencia del verso sobre la opinión pública” Y en otra parte agrega: “En esta región somera y positiva se complacía la musa de Hidalgo. Amiga de la naturaleza cual Dios la hizo, del palenque, del generoso caballo, del amplio y vistoso chiripá; aficionado a la carne sazonada al aire libre y del mate cebado en la sala misma del rancho hospitalario, nos seduce y nos halaga, porque, incultos o civilizados los argentinos, sin excepción de uno solo, amamos todos y comprendemos la llanura y las costumbres sui generis de sus pobladores. Chano y Contreras (alude a los personajes de los poemas de Hidalgo) son antiguos conocidos que no hemos visto jamás; miembros de la familia de cada uno, ausentes largo tiempo, devueltos al hogar por la haga benéfica que inspira al payador cuyos cantos son inmortales.// Estos personajes que sin dejar de ser gauchos asisten “a las comedias” en los días solemnes de la patria y aperan su mejor pingo para lucirle en la plaza de la pirámide, establecen, apenas entran en escena, una serena cordialidad entre la campaña y el poblado, sin que sepamos cómo es que nos invade este sentimiento por todo los poros de nuestra sensibilidad. La fuerza y la causa de este vínculo, son más poderosas que una red de ferrocarriles, porque son morales y se forman en el corazón. “El diálogo patriótico” es un curso de historia patria, lleno de filosofía, una página de moral social, un catecismo escrito con la sencillez del más acrisolado buen sentido.” Juan María Gutiérrez, “La literatura de Mayo”, Revista del Río de La Plata. Periódico mensual de Historia y Literatura de América publicado por Andrés Lamas, Vicente Fidel López y Juan María Gutiérrez, Tomo 2 (1871), 560.
[11] “La causa principal que milita para que la poesía patriótica argentina cobre este carácter en sus orígenes, consiste en el que distingue a sus autores. No eran éstos en el drama revolucionario meras voces del coro como en la tragedia griega, extraños a la acción y al movimiento de las pasiones de la escena, sino actores en ella: no eran intérpretes sino colaboradores del destino que la sociedad misma se preparaba para el futuro. Educaban la juventud y derramaban la ciencia nueva desde las cátedras; resolvían en las asambleas y en el gabinete los problemas políticos que planteaba la mano atrevida e inexperta de la república naciente, administraban en los consejos del gobierno; manejaban la espada y conducían a los patricios armados a las fronteras lejanas que era necesario ensanchar para la libertad. Sus cantos eran acción; el verso, una forma diversa nada más del pensamiento de la transformación en que se encontraban desempeñados, consagrándoles todas sus facultades, y cantaban inconscientes de su propia armonía, heridos, como la estatua fabulosa, por el astro que brillaba en nuestras banderas.” Juan María Gutiérrez, “La literatura de Mayo”, Revista del Río de La Plata. Periódico mensual de Historia y Literatura de América publicado por Andrés Lamas, Vicente Fidel López y Juan María Gutiérrez, Tomo 2 (1871), 559.
[12] Juan María Gutiérrez, “La primera sociedad literaria y la primera Revista en el Río de la Plata”, Revista del Río de La Plata. Periódico mensual de Historia y Literatura de América publicado por Andrés Lamas, Vicente Fidel López y Juan María Gutiérrez, Tomo 1 (1871),125-137; Juan María Gutiérrez, “Canje de libros Americanos”, Revista del Río de La Plata. Periódico mensual de Historia y Literatura de América publicado por Andrés Lamas, Vicente Fidel López y Juan María Gutiérrez, Tomo 1 (1871), 317-372; Juan María Gutiérrez, “La literatura de Mayo”, Revista del Río de La Plata. Periódico mensual de Historia y Literatura de América publicado por Andrés Lamas, Vicente Fidel López y Juan María Gutiérrez, Tomo 2 (1871), 554-575; y Juan María Gutiérrez, “Estudios históricos críticos sobre la Literatura en Sud América”, Revista del Río de La Plata. Periódico mensual de Historia y Literatura de América publicado por Andrés Lamas, Vicente Fidel López y Juan María Gutiérrez, Tomo 4 (1872), 649-670.
[13] Juan María Gutiérrez, “La literatura de Mayo”, Revista del Río de La Plata. Periódico mensual de Historia y Literatura de América publicado por Andrés Lamas, Vicente Fidel López y Juan María Gutiérrez, Tomo 2 (1871), 555.
[14] Juan María Gutiérrez, Estudio sobre la Argentina y conquista del Río de la Plata y sobre su autor don Martín del Barco Centenera. Reproducido a manera de Prólogo en la reimpresión facsimilar de la edición de ese poema por la Biblioteca de la Junta de Historia y Numismática Americana (Buenos Aires: Peuser, 1912), 25-60. Resaltado en el original.
[15] Juan María Gutiérrez, “El Matadero por Esteban Echeverría con una introducción de Juan María Gutiérrez”, Revista del Río de La Plata. Periódico mensual de Historia y Literatura de América publicado por Andrés Lamas, Vicente Fidel López y Juan María Gutiérrez, Tomo 1 (1871), 556-585.
[16] Sobre la historia del libro y las bibliotecas en Argentina véase: Néstor Tomás Auza, Sarmiento precursor del mercado latinoamericano del libro (Buenos Aires: Marymar, 1988); D. Buonocore, Libreros, editores e impresores de Buenos Aires. Esbozo para una historia del libro argentino. (Buenos Aires: Editorial Bowher, 1974); H. R. Cucuzza, Para una Historia de la Enseñanza de la Lectura y Escritura en Argentina. Del catecismo colonial a La Razón de mi Vida (Buenos Aires: Miño y Dávila Editores, 2002); H. R. Cucuzza, Yo argentino. La construcción de la Nación en los libros escolares (1873-1930) (Buenos Aires: Miño y Dávila, 2007); M. Lyons, Historia de la lectura y de la escritura en el mundo occidental. (Buenos Aires: Editoras del Calderón, 2012); y J. Planas, Libros, lectores y sociabilidades de la lectura. Una historia de los orígenes de las bibliotecas populares en la Argentina (Buenos Aires: Ampersand, 2017).
[17] Sobre la historia del libro, véanse los excelentes estudios de Robert Darnton y Roger Chartier. Solo enumero algunos de ellos que he leído para mis investigaciones: Robert Darnton, Coloquio de los lectores. Ensayos sobre autores, manuscritos, editores y lectores (México: Fondo de Cultura Económica, 2003); Robert Darnton, Poesía y policía. Comunicación, censura y represión en París en el siglo XVIII (Buenos Aires: Capital Intelectual, 2021); Roger Chartier, Espacio público, crítica y desacralización en el siglo XVIII. Los orígenes culturales de la Revolución francesa (Madrid: Gedisa, 1995); Roger Chartier, El mundo como representación. Historia cultural: entre práctica y representación (Madrid: Gedisa, 1996); Roger Chartier, Libros, lecturas y lectores en la Edad Moderna (Madrid: Alianza, 1993); y Roger Chartier,
[18] Domingo Faustino Sarmiento, “Las novelas”, El Nacional (14 de abril de 1856). Reproducido: En Obras completas de D. F. Sarmiento. Publicadas bajo los auspicios del gobierno argentino (Tomo XLVI, Buenos Aires: Imprenta Mariano Moreno, 1900), 159-163.
[19] Auza, Sarmiento precursor...
[20] Domingo Faustino Sarmiento, “Bibliotecas populares. Sesiones del 22 de julio de 1876”, en: Obras completas de D. F. Sarmiento. Publicadas bajo los auspicios del gobierno argentino. Nueva edición (Tomo XX, Buenos Aires: Librería La Facultad de Juan Roldán, 1914), 119-120. Véase: Planas, Libros, lectores y sociabilidades…
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