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Julio Rey Pastor y el desarrollo de la matemática como disciplina científica en la Argentina
Carlos Borches
Carlos Borches
Julio Rey Pastor y el desarrollo de la matemática como disciplina científica en la Argentina
Temas de historia argentina y americana, vol. 1, núm. 30, pp. 40-60, 2022
Pontificia Universidad Católica Argentina Santa María de los Buenos Aires
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Resumen: El intelectual Julio Rey Pastor visitó la Argentina de principios del siglo XX. Durante el mismo se vinculó con la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires, desde donde construyó vínculos sociales. Analizar su estancia y recepción, permitirá ahondar en las vinculaciones previas de las ciencias matemáticas rioplatenses con España desde la época tardo-virreinal hasta los antecedentes inmediatos a la llegada de Rey Pastor a la cátedra Marcelino Ménendez y Pelayo de la UBA. Desde allí se podrá estudiar las características de este matemático y las prácticas y discursos científicos y académicos de los que formó parte en Buenos Aires

Palabras clave: Rey Pastor,Matemáticas,Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales,Universidad de Buenos Aires,Intelectuales.

Abstract: The intellectual Julio Rey Pastor visited Argentina at the beginning of the 20th century. During it, he linked up with the Faculty of Exact, Physical and Natural Sciences of the University of Buenos Aires, from where he built social ties. Analyzing his stay and reception will allow us to delve into the previous links of the River Plate mathematical sciences with Spain from the late viceregal period to the immediate antecedents of Rey Pastor's arrival at the Marcelino Ménendez y Pelayo chair at the UBA. From there it will be possible to study the characteristics of this mathematician and the scientific and academic practices and discourses of which he was a part in Buenos Aires.

Keywords: Rey Pastor , Mathematics, Faculty of Exact, Physical and Natural Sciences, Universi, University of Buenos Aires, Intellectuals.

Carátula del artículo

Dossier “El pensamiento y la ciencia de España en el Bicentenario de la Universidad de Buenos Aires (1821-2021)”

Julio Rey Pastor y el desarrollo de la matemática como disciplina científica en la Argentina

Carlos Borches
Universidad de Buenos Aires, Argentina
Temas de historia argentina y americana
Pontificia Universidad Católica Argentina Santa María de los Buenos Aires, Argentina
ISSN-e: 2618-1924
Periodicidad: Semestral
vol. 1, núm. 30, 2022

Recepción: 29 Abril 2022

Aprobación: 30 Mayo 2022


Introducción

En este trabajo se exponen las particulares circunstancias que permitieron el nacimiento, desarrollo e institucionalización de la matemática como disciplina científica en la Argentina. La llegada del matemático español Julio Rey Pastor en 1917, un viaje que el joven científico había resistido hasta último momento, despertó interés en un grupo de estudiantes y graduados de ingeniería en la Universidad de Buenos Aires. El impacto de un ciclo de conferencias ofrecidas por Rey Pastor, donde presentó la evolución de la matemática durante el siglo XIX, puso en evidencia que la matemática era una disciplina viva con diversas zonas por explorar.

Desde sus organizaciones gremiales, los estudiantes publicaron las charlas y lograron extender la presencia de Rey Pastor por varios meses apoyados por las autoridades de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la UBA, quienes se comprometieron a realizar cambios muy ambiciosos en los planes de estudio, a pesar de algunas resistencias aisladas en el Claustro de Profesores.

El nivel alcanzado por las organizaciones estudiantiles y la recepción que tenían de parte de las autoridades ilustra también un clima de convivencia entre los claustros, situación claramente diferente a la observable por la misma época en los claustros de la Universidad de Córdoba, donde las tensiones condujeron a los sucesos reformistas de junio de 1918.

Matemática en el río de la Plata al comienzo del siglo XX

Acostumbramos a dar por sentado que la matemática nos ha acompañado siempre como un conjunto de saberes universales, acabados e imperturbables. Junto con la adquisición del lenguaje aparecen rudimentos matemáticos asociados con el proceso de conteo, nociones relacionadas con operaciones básicas e identificación de conceptos geométricos que tienen como referencia a elementos de nuestro entorno. Ya entonces aparecen “estilos matemáticos” diferentes que reflejan culturas, necesidades sociales, entornos naturales, como lo señalaba Tobías Dantzig[1] a mediados del siglo XX y que actualmente es objeto de estudio de la etnomatemática.

Pero cuando nosotros hablamos de matemática en este artículo no nos referimos a saberes tan generales sino a aquellos más elaborados que son aprendidos, discutidos e investigados en ámbitos de educación superior. Sin embargo esto no necesariamente se traduce en saberes universales, como ha señalado Schubring[2]Aún en el siglo XIX las naciones europeas expresaban perfiles matemáticos diferenciados que daban cuenta del marco social económico y cultural que influía en la matemática cultivada en los centros de educación superior.

Por todo esto vale la pena intentar caracterizar los saberes matemáticos que circulaban en la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales en los primeros años del siglo XX, que tradiciones le habían dado origen, qué elementos materiales de la cultura científica en el Río de la Plata disponemos para caracterizarlo.

Hasta principios del siglo XX, la matemática había ocupado un rol esencialmente utilitario en las universidades argentinas. Herramienta indiscutible para la formación de los ingenieros, la investigación en el campo de la matemática no había encontrado en el país cultores interesados y capaces de producir conocimiento original, y los intentos aislados de algunos graduados que habían pasado por aulas europeas se habían extinguido sin lograr continuidad en el tiempo.

Este perfil utilitario era de larga data. A diferencia de Nueva España, Nueva Granada o Perú, la tradición cultural en el Río de la Plata era muy pobre, aunque cabe mencionar, siguiendo a Furlong[3], el paso de navegantes o comisiones demarcadoras portadores de los saberes matemáticos aplicados más desarrollados en Europa, cuya presencia quedaba registrada con admiración sin lograr influir en la cultura rioplatense.

La situación tendrá un giro notable cuando regrese de España Manuel Belgrano acompañado de los ideales de la Ilustración. La España que conoció Belgrano cuando viajó a estudiar Derecho a Salamanca transitaba por un camino de reformas iniciado por el rey Carlos III, quien había llevado a su gabinete a los más conspicuos miembros de Ilustración, un movimiento caracterizado por adherir a la razón como la facultad esencial del hombre para alcanzar la verdad. Pero, como señala Chiaramonte[4], en el Imperio la Ilustración llegó tarde, acompañada de demasiadas restricciones y con un sesgo excesivamente práctico para la cultura científica que propició.

La articulación entre industria, educación, ciencia y el auxilio imprescindible del estado estaba presente en los informes de los hombres de la Ilustración española, y en la interacción de esos factores la matemática jugaba un papel central. Campomanes, una de las figuras más destacadas de ese grupo, señalaba en su Discurso sobre el fomento de la industria popular (1774):

Las matemáticas son las que facilitan el conocimiento, la invención y la perfección de las máquinas para emplearlas en todas las artes y oficios. Por la misma razón debería dotarse a lo menos un Maestro o Catedrático de matemática con un buen salario en la misma Capital de la Provincia y allí debería dar lección a cuantos las quisiesen aprender, y resolver las dudas que ocurriesen aplicativas a las artes y a sus instrumentos, máquinas y usos sujetos al cálculo. Estos idénticos medios, que han instruido a Naciones más rudas y pobres, producirán en España necesariamente importantes efectos, porque ni ceden en el ingenio los naturales ni faltan recursos de dotación en el Reino, sabiendo aprovecharlos a utilidad común[5].

El informe pone en relieve la preferencia de los saberes aplicados y una centralidad e importancia, tal vez un poco exagerada, de la matemática que será una constante en las experiencias ilustradas en el Río de la Plata.

En la correspondencia con su familia, Belgrano expresaba el deseo de sumarse al grupo de “hombres amantes del bien público”, oportunidad que finalmente llegó cuando Diego Gardoqui, ministro de la Corte, le ofreció volver a Buenos Aires con el cargo de Secretario del Consulado de Comercio, institución que la corona erigió en el Virreinato de Río de la Plata en 1794.

Una iniciativa trascendente del Consulado, importante en términos de la cultura científica propia del ambiente colonial rioplatense, fue la creación de la Academia de Náutica, destinada no sólo a instruir pilotos, sino a formar graduados con los más elevados conocimientos matemáticos que permitían las circunstancias de la época. Para su dirección y enseñanza, Belgrano contrató a Pedro Cerviño y Juan Alsina, quienes inmediatamente chocaron entre sí por la orientación que cada uno pensaba imprimirle a la Escuela. Cerviño, propiciaba una importante carga matemática en la formación académica de los graduados en cambio Alsina sostenía que lo principal era la formación práctica de pilotos.

La divergencia puede explicarse en la formación de cada uno de ellos, Alsina era piloto, y Cerviño había sido formado en la Real Academia de Matemáticas y Fortificación de Barcelona, donde estudiaban los futuros ingenieros militares. La disputa concluyó con la intervención de Belgrano a favor del ingeniero militar y el 25 de noviembre de 1799 el propio Cerviño inauguró el curso sin dejar dudas sobre el ideario que los motivaba y los conocimientos matemáticos y físicos que circulaban en ese grupo:

Este establecimiento formará época en la historia del país, y este día será el más glorioso de sus anales; la Academia de Náutica que funda hoy este ilustrado Consulado patentiza los deseos con que siempre ha propendido a la felicidad pública invirtiendo sus fondos a beneficio común. (…) La erección de escuelas merece el mayor aplauso; ellas ilustran a los moradores de la patria y la despertarán del largo sueño que no la ha dejado pensar en sus verdaderas conveniencias; de la ilustración se debe esperar todo bien, como de la ignorancia un conjunto de males considerables. Enséñese, pues, las ciencias y prosperará el país. Las matemáticas ocupan el primer lugar y nos presentan un objeto inmenso (...) No nos ciñamos a enseñar pilotaje. Esta facultad se aprende en poco tiempo, pero los conocimientos que se adquieren también son pocos; el estudio de la geometría sublime, el cálculo diferencial e integral, el conocimiento de las curvas, las leyes del movimiento, uniforme o variado, las del movimiento compuesto, la composición y descomposición, la aplicación de esta teoría a la averiguación de los centros de gravedad y de las propiedades de este centro, las leyes del equilibrio de los fluidos y de los cuerpos que se sumergen o flotan en ellos, tienen una relación muy directa con el navío; estos diferentes ramos de las matemáticas deben enseñarse en nuestra Academia, entonces producirá la utilidad de que es susceptible: en la actualidad puede haber obstáculos que lo embaracen pero en lo sucesivo puede tener efecto. Entonces se instruirán los jóvenes y se harán capaces de ser útiles al Estado y de contribuir a la prosperidad de la nación, en cualquiera carrera que emprendan[6].

Aclaremos que este acercamiento al ciclo colonial de la cultura científica en el Río de la Plata no tiene la pretensión de ser exhaustivo. La atención concedida a la obra de Belgrano se debe a que allí aparecen elementos centrales que estarán presentes en todas las instituciones destinadas a la formación matemática a lo largo del siglo XIX. Una promesa de crecimiento, desarrollo y prosperidad apalancada por la ciencia, donde la matemática tenía un lugar primordial. Algunos autores, como Navarro Floria[7], señalan el carácter radical que Belgrano le imprimió a la Ilustración operando sobre la formación de una mentalidad rioplatense de un sector de la élite porteña.

Todas las instituciones creadas por Belgrano cayeron por contingencias políticas, pero renacían de la mano de jóvenes que compartían la misma fe ilustrada. La generación de jóvenes que participaron de las experiencias ilustradas de Belgrano estará en la primera fila durante la fundación de la Universidad de Buenos Aires en 1821, donde el primer cargo de profesor designado será para el Departamento de Ciencias Exactas. También participarán de otras experiencias asociadas a la Universidad como el Departamento Topográfico (1824) enriquecido por la participación de algunas figuras ilustres como Ottaviano Fabrizio Mossotti.

Uno de los jóvenes que trabajó en el Departamento Topográfico durante la década de 1820 fue Juan María Gutiérrez, quien decidió concluir sus estudios universitarios con el doctorado en Jurisprudencia, aunque trabajara luego como topógrafo y durante su exilio en Chile fuera profesor de matemática y autor de un popular libro de Geometría.

De regreso al país después de Caseros, fue nombrado rector de la Universidad de Buenos Aires poniendo todas sus energías en recuperar un lugar para la ciencia en la formación superior, durante un ciclo de la historia nacional donde la importancia económica de esos saberes estaba más clara para buena parte de la clase política.

En 1865 Gutiérrez, propuso la creación del Departamento de Ciencias Exactas en la UBA, donde serían formados los futuros ingenieros, naturalistas y matemáticos, profesiones consideradas primordiales para alcanzar los frutos prometidos por el orden y el progreso[8].

El sueño de arraigar definitivamente una cultura científica en estas tierras volvía a tener su oportunidad en un ambicioso plan que superaba largamente los recursos del rector. Sin más dilaciones se debía poner en marcha la formación de la “juventud estudiosa” y, al mismo tiempo, las tareas de investigación destinadas a alcanzar los “indispensables conocimientos que sólo las ciencias aplicadas pueden proporcionar al trabajo y al capital para su provecho”. Consciente de la urgencia y el atraso, Gutiérrez proclamaba “es preciso dar a esta tarea un punto de partida, comenzar alguna vez, sin que nos arredre la falsa vergüenza de comenzar con poco”[9].

Pocos años después el Departamento de Ciencias Exactas mostraría sus primeros frutos con los primeros doce graduados, todos ingenieros. En los sueños de Gutiérrez estaba que el plantel docente, formado por ingenieros y científicos europeos, fuera reemplazado por graduados de la Universidad que se abocaran a estudiar problemas nacionales con las herramientas de las ciencias. Pero él reconocía que la original tendencia profesionalista de la Universidad porteña estaba favorecida por la demanda de ingenieros que producía la expansión económica.

Como señala en sus Memorias:

ya que el primer objeto que tiene en vista el decreto de erección es el de formar para en adelante maestros capaces de subrogar a los catedráticos fundadores. Y sin duda que, si no se abre una perspectiva lisonjera a la ardua carrera de la enseñanza de las ciencias exactas, abstractas y aplicadas, no saldrá de nuestra escuela un solo ingeniero que no pase inmediatamente del aula a ocuparse en su profesión, dejándonos siempre en la necesidad de buscar en Europa el personal de nuestro cuerpo docente, lo que haría imposible o al menos muy difícil y costoso el conseguir el número que reclama el país de profesores de esta clase[10].

En 1874 Gutiérrez dejó el cargo siendo reemplazado por Vicente Fidel López quien reorganizó el Departamento de Ciencias Exactas en Facultades creando la Facultad de Matemáticas destinada a formar matemáticos, ingenieros y arquitectos, sin lograr corregir la hegemónica preferencia estudiantil por la ingeniería.

La matemática, y también la física, ingresaron al siglo XX como disciplinas necesarias en la formación de ingenieros más allá de algunos episodios puntuales que no se sostuvieron en el tiempo. En todo caso, la creación de la Universidad de La Plata en 1897, nacida bajo un modelo de universidad científica, impulsó con éxito líneas de investigación en el campo de la física con la llegada de destacados especialistas alemanes. En su revista, Contribuciones al estudio de las Ciencias Físico-Matemáticas, aparecieron los primeros trabajos de investigación en el campo de la física, pero los artículos matemáticos estuvieron a cargo del matemático italiano Hugo Broggi quien se orientó decididamente hacia la economía, siendo uno de los pioneros en nuestro país de los estudios actuariales.

Julio Rey Pastor

Julio fue el primero de los tres hijos de José Rey y Julia Pastor. Nació el 14 de octubre de 1888 en Logroño, capital de la provincia española de La Rioja, y durante sus primeros años acompañó la itinerante vida de su padre, militar de bajo rango, por los cuarteles de la península. A punto de comenzar la escuela, la familia volvió a Logroño, donde se afincaron cerca de la casa de su abuelo materno, don Jerónimo Pastor Atauri, un reputado profesor de la Escuela Normal Superior de Maestras de Logroño.

Cuando Julio tenía diez años, España vivía el “Desastre del 98”, y en el agitado debate que intentaba asimilar la derrota militar con EEUU y buscar un nuevo rumbo para el país se encontraba Santiago Ramón y Cajal, un especialista en histología que además de ser una destacada figura académica, era habitué de las tertulias del Café Suizo de Madrid, donde sus opiniones políticas comenzaron a ser populares, primero en el Café y luego en la prensa.

Para Cajal, que había participado de la Guerra de Cuba, la causa principal del desastre del ´98 tenía raíces más profundas que las visibles diferencias económicas: “Una nación rica y poderosa, gracias a su ciencia y laboriosidad, nos ha rendido casi sin combatir. En tan desigual batalla, librada entre el sentimiento y la realidad, entre un pueblo dormido sobre las rutinas del pasado, y otro enérgico, despierto y conocedor de todos los recursos del presente, el resultado estaba previsto; pero es preciso confesar que nuestra ignorancia, aún más que nuestra pobreza, ha causado el desastre, en el cual no hemos logrado ni el triste consuelo de vender caras nuestras vidas. Una vez más la ciencia creadora de riqueza y de fuerza se ha vengado de los que la desconocen y menosprecian”, sentenciaba Cajal[11].

A fines de 1906, cuando Rey Pastor, superando las dificultades económicas que lo acompañaron en sus primeros años, avanzaba en su carrera rumbo al título de Licenciado en Matemática, Cajal recibió el Premio Nobel de Medicina por su “doctrina de la neurona”. El premio amplificó su voz y el gobierno llegó a ofrecerle el ministerio de Instrucción Pública, pero Cajal prefirió otra cosa: la creación de la Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (en adelante JAE).

Liderada por Cajal, la Junta se propuso torcer el rumbo de la ciencia española. Detectar jóvenes talentosos y enviarlos al exterior, contratar profesores extranjeros para las universidades españolas, romper con el aislamiento ibérico, tal como quedaba reflejado en el Decreto Real de creación de la JAE:

La comunicación con judíos y la mantenida en plena Edad Media con Francia, Italia y Oriente; la venida de los monjes de Cluny, la visita a las Universidades de Bolonia, París, Montpelier y Tolosa; los premios y estímulos ofrecidos a los clérigos por los Cabildos para ir a estudiar al extranjero, y la fundación del Colegio de San Clemente en Bolonia, son testimonio de la relación que en tiempos remotos mantuvimos con la cultura universal. La labor intelectual de los reinados de Carlos III y Carlos IV, que produjo la mayor parte de nuestros actuales Centros de cultura, tuvo como punto de partida la terminación del aislamiento en que antes habíamos caído, olvidando nuestra tradición envidiable, y restableció la comunicación con la ciencia europea, que, interrumpida luego por diversas causas, no conserva ahora sino manifestaciones aisladas[12].

En 1910, Rey Pastor publicó su tesis doctoral y la Junta llevaba tres años de intensa actividad. Con su flamante título de doctor de la entonces Universidad Central de Madrid y veinte trabajos publicados, Rey Pastor consiguió la cátedra de Análisis Matemático de la Universidad de Oviedo y se dirigió a Ramón y Cajal solicitando fondos para estudiar en Alemania.

La carta iba acompañada por una valoración de la matemática española y la promesa de contribuir en su renovación:

De las ramas principales de la Matemática que son el Análisis y la Geometría, ha adquirido la segunda un considerable desarrollo en nuestro país, gracias a la introducción del método de Staudt por el sabio maestro Dr. Eduardo Torroja, hasta el punto de perjudicar el progreso del Análisis que hoy se halla completamente estacionado. Hay multitud de teorías nacidas en Alemania y extendidas por Francia e Italia, que no han tomado carta de naturaleza en nuestro país, tal sucede con los grupos, funciones elípticas modulares, etc (…) Por estas razones, el que suscribe, poniendo de su parte lo posible en esta empresa del renacimiento matemático solicita de V.E. una pensión de las últimas anunciadas[13].

La pensión fue concedida y en el intervalo que va de esa fecha hasta 1916 Rey Pastor revolucionó la matemática española publicando numerosos libros que introdujeron el álgebra y el análisis que se estaba desarrollando en las principales universidades europeas. No había en España ningún centro de matemática superior que hubiera escapado de la influencia de Rey Pastor.

Pero mientras consolidaba el Laboratorio y Seminario de Matemática que Rey Pastor había creado en Madrid, centro que acaparó una parte importante de la producción matemática española hasta la Guerra Civil, fue designado por JAE para ocupar la cátedra de la Institución Cultural Española de Buenos Aires, creada en 1914 e inaugurada en 1916 por José Ortega y Gasset.

La Institución Cultural Española estaba presidida por Avelino Gutiérrez, un destacado médico, profesor en la Universidad de Buenos Aires, quien propuso la creación de la Cátedra de Cultura Española en la UBA para brindar cursos a cargo de destacados profesores enviados por la JAE.

La designación llevaba la firma de Ramón y Cajal, pero la propuesta no era del agrado de Rey Pastor, quien le escribió a José Castillejo, Secretario de la JAE, contándole sus pesares:

Me preguntó Ortega mi resolución definitiva (“sobre el asunto de la Argentina”) y hube de contestarle en los términos de Vd. ya conocidos, a saber:

1° Me convendría mucho ir otro año en que no tuviera los apremios que este me ahogan, por causa de la publicación de mi libro de Análisis que forzosamente he de terminar antes de la partida.

2° Al cabo de 8 años consecutivos transcurridos sin vacación ninguna, y después del exceso formidable de trabajo que me ocasiona la publicación de 5 tomos voluminosos en dos años consecutivos me convendría mucho unos meses de descanso.

3° A pesar de todo esto, si la Junta cree necesaria mi colaboración, por no haber ningún físico, químico o naturalista en condiciones de ir este año, yo no puedo negarme a prestar mi humilde apoyo a una obra tan patriótica, y sólo acudiré para que no se pierda la continuidad de ella.

Esta última condición, sobre todo, la conceptúo esencial pues parece ser que las ciencias abstractas no interesan apenas en aquel país, lo cual hace más difícil mi empresa[14].

Unos meses después, Rey Pastor llegaría a Buenos Aires sin imaginar que su vida cambiaría para siempre.

Rey Pastor y el Nacimiento De la Escuela Matemática Argentina

Desde los festejos del Centenario, la prensa y el público se habían acostumbrado a visitantes ilustres provenientes de Europa. La prensa abundaba en detalles que el público consumía con gusto. Y Rey Pastor no fue la excepción. Su fama de genio de la ciencia sumada a su juventud le permitió ganar un lugar destacado en los diarios y revistas que anticiparon su llegada.

De modo que no extrañó a los organizadores que sus charlas en el local de la Institución Española y de la Sociedad Científica se colmaran de público interesado en ver al joven matemático. Y lo mismo sucedió con el ciclo dictado en la Facultad de Ciencias Exactas Físicas y Naturales. El 2 de julio comenzó en la FCEFyN el curso “Introducción a la Matemática Superior. Estado actual, Métodos y problemas” seguido mayoritariamente por alumnos de Ingeniería que al cabo del curso comenzaron a replantearse su vocación.

“Yo era estudiante de ingeniería de primer año y tuve la dicha de concurrir y quedé deslumbrado por la precisión, sencillez y brillantez de la exposición del grande y joven maestro”[15], recordaba Elías De Césare, años más tarde matemático formado junto a Rey Pastor.

El éxito fue tal que los alumnos pidieron otro curso y Rey Pastor escribió a las autoridades de la Junta solicitando autorización para quedarse cinco meses más. El curso comenzó en noviembre y atravesó el verano porteño con entusiasmo imperturbable. Por primera vez en nuestro medio se dictaba un curso de Funciones Analíticas siguiendo el esquema moderno introducido por Schwarz en Alemania, el mismo que Rey Pastor llevó a España “para superar las presentaciones confusas de las funciones de variable compleja”. En esa oportunidad, otro estudiante de ingeniería, José Babini, quien muchos años más tarde llegará a ser decano de la FCEyN, tomó prolijos apuntes que una vez corregidos por Rey Pastor terminaron en un popular libro sobre funciones analíticas y representaciones conformes “con aplicaciones a la física y a problemas diversos de la técnica”[16].

Cuando volvió a España, Rey Pastor había cambiado su percepción sobre lo que sucedía en las aulas universitarias argentinas. Continuó la correspondencia con Babini y otros estudiantes y profesores que se mostraron interesados en los problemas propuestos por el matemático riojano y cuando la Universidad de Buenos Aires lo invitó formalmente para hacerse cargo de dos cursos, ya no tuvo reparos.

Volvió en 1921 y fue recibido con el mismo entusiasmo por alumnos y autoridades. Rápidamente el grupo estudiantes de matemática comenzó a crecer y el Consejo Directivo le solicitó un plan de estudios que reflejara las nuevas corrientes en matemática. El plan se puso en marcha en 1922 y también comenzó a funcionar el Seminario de Matemática donde por primera vez los alumnos se reunían para empezar a investigar.

Vale mencionar que un reducido grupo de profesores reaccionaron contra los cambios, entre ellos Claro Dassen, quien durante veinte años había sido el titular del más elevado curso de Matemática de la Facultad, y sobre quien recaía la responsabilidad de promover la investigación matemática.

Dassen había escrito “el país no debe, hoy por hoy, fomentar el doctorado en matemáticas, carrera actualmente sin porvenir aquí e incapaz de procurar el bienestar a quienes la cultiven y a su familia, si la tienen”[17] y frente a los cambios renunció arremetiendo contra “los planes de estudios encomendados a profesores extranjeros”, entendiendo que constituía un “acto impolítico de la Facultad (…) a la vez irreverente hacia los doctores que ella misma había graduado”[18].

En 1928 la matemática como ciencia se había puesto en marcha en la Argentina. Apareció el Boletín del Seminario Matemático Argentino, editado por la FCEFyN, destinado a afianzar las tareas realizadas en el Seminario, donde se aseguraba:

Los temas publicados en este Boletín serán indistintamente elementales y superiores y se dirigirán indistintamente a los que deseen trabajar sobre ellos o sobre otras cuestiones. El Seminario mantendrá correspondencia verbal o escrita, dará orientación a quienes la soliciten y facilitará medios de trabajo. Cuando los resultados obtenidos contengan materia de suficiente interés para una nota o monografía, serán publicados en este Boletín[19].

El Boletín se transformó en la primera revista nacional que publicaba estudios de matemáticas superiores y no tardó en atraer la participación de otros centros de Argentina y Uruguay. También en 1928 los primeros trabajos de los nóveles discípulos de Rey Pastor fueron aceptados en el Congreso internacional que se llevó a cabo en Bolonia.

La matemática como disciplina científica había iniciado un proceso de institucionalización que pasaría por varias organizaciones hasta conformarse la Unión Matemática Argentina (UMA), que llevaba también la firma de Rey Pastor. Y sin entrar en mayor detalle, es menester decir que la madurez de estas organizaciones y redes que Rey Pastor pudo tejer en el país, sumado al prestigio conquistado en Europa, permitió que la escuela matemática argentina se viera favorecida con la llegada e integración de numerosos académicos que abandonaban Europa por las diferentes circunstancias vividas en el viejo continente.

En 1928, la UBA le rindió un homenaje con una cena de honor donde habló, en nombre de los estudiantes, Jorge Christensen quien definió con claridad el significado de Rey Pastor en la Universidad de Buenos Aires: “la obra de Rey Pastor no puede compendiarse ni en sus clases o cursos libres, ni en las brillantísimas conferencias que en ella dictara. Es mucho más proficua, por cuanto trajo la renovación del ambiente, despertó nuevas preocupaciones y arrancó de su inmovilidad y reposo a más de un catedrático, sustituyendo muchas nubosidades de otrora por el rigor científico”[20].

Consideraciones finales

El estudio del proceso de emergencia de la matemática como disciplina científica en nuestro país muestra rasgos propios si se la compara con otros campos científicos.

El feliz e inesperado encuentro entre el maestro y sus discípulos contaron con el amparo institucional de la Universidad de Buenos Aires que permitieron obtener resultados concretos medidos en términos de la aparición de grupos estables de investigación y resultados publicables en un tiempo corto, favorecidos sin duda por ser una disciplina teórica que no demanda los mismos recursos financieros que otros campos.

En el plano institucional se aprecia en la década de 1920 un marcado interés por el cultivo de las ciencias en las autoridades de la UBA. Nacida en 1821 bajo las urgencias propias de la Independencia y la construcción del Estado, la Universidad porteña atravesó su primer siglo de vida al servicio de la formación de la burocracia estatal, la demanda de profesionales de la salud y los diversos actores del complejo judicial.

La aparición de la Universidad de La Plata asumió desde su fundación el perfil académico que la UBA había postergado, pero el clima de las celebraciones de los diversos Centenarios, con sus Congresos y visitantes, impulsaron cambios en la universidad porteña.

En ese sentido, la visita de Rey Pastor puede presentarse en un escenario más amplio, acompañado por otros científicos como Albert Einstein, Vito Volterra o Ángel Cabrera quienes por su paso por Buenos Aires atrajeron la atención de profesores y estudiantes, pero lo singular de Rey Pastor fue que además de sus condiciones académicas tenía también un temperamento político, una gran capacidad organizativa que permitió en poco tiempo institucionalizar el quehacer matemático, aprovechando la experiencia que había adquirido en España cuando emprendió con el apoyo de la JAE la modernización de la Matemática española.

Durante más de una década, Rey Pastor cruzará el Atlántico para sostener los dos centros de investigación por él liderados, pero la formación de una familia en Argentina sumado a las trabas que encontraba en España inclinó su residencia en esta orilla emprendiendo la construcción de una red nacional de Matemática, que después de algunos cambios de nombres se constituyó como la Unión Matemática Argentina. Cuando los conflictos bélicos se extiendan por Europa, Rey Pastor acogerá a gran cantidad de exiliados en distintos centros de esta red consolidando lo que se ha dado en llamar la escuela matemática argentina.

Material suplementario
Notas
Notas
[1] Tobías Dantzig, El Número: lenguaje de la ciencia (Buenos Aires: Librería del Colegio, 1947).
[2] Sochubring Gert, “Interacciones entre epistemologías de las matemáticas y los sistemas educativos: el surgimiento de comunidades matemáticas según las culturas y los estados en la Europa del siglo XIX”, Matemáticas, Educación y Sociedad, vol. 4 (1) (2021), 1-16.
[3] Guillermo Furlong, Matemáticos argentinos durante la dominación hispánica (Buenos Aires: Editorial Huarpes, 1945).
[4] Juan Carlos Chiaramonte, La Ilustración en el Río de la Plata (Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 2007).
[5] Pedro Rodríguez Campomanes, Discurso sobre el fomento de la Industria popular (Madrid: Imprenta de D. Antonio Sancha, 1774) (consultado de la versión digital alojada en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes https://www.cervantesvirtual.com).
[6] Citado en: Nicolás Besio Moreno, Las fundaciones matemáticas de Belgrano (Buenos Aires: Imprenta Mercatali, 1921).
[7] Nicolás Navarro Floria, “Ilustración y radicalización ideológica en el Consulado de Buenos Aires”, Revista de Indias, Nro 186, Vol XLXI (1989), 411-422.
[8] En Gutiérrez hay una clara visión del proceso en su conjunto, tal como lo refleja su trabajo Juan María Gutiérrez, Origen y desarrollo de la enseñanza superior en Buenos Aires (Buenos Aires: La cultura argentina, 1915).
[9] Carlos Borches, “Las ciencias en el Río de la Plata (1794-1865)”, en: 150 Años de Exactas, (Buenos Aires: EUDEBA, 2016).
[10] Juan María Gutiérrez, Memoria de la Universidad de Buenos Aires correspondiente al año 1871 (Buenos Aires: Archivo Histórico de la Universidad de Buenos Aires, 1872).
[11] Conf. Julio Rodríguez Puértolas, El Desastre en sus textos (Madrid: AKAL, 1999).
[12] Decreto de creación de la Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas.
[13] José Manuel Sánchez Ron, “Julio Rey Pastor y la Junta de Ampliación de Estudios”, en: Estudios sobre Julio Rey Pastor, Actas del Simposio sobre Julio Rey Pastor, editado por Luis Español González (Logroño: Instituto de Estudios Riojanos, 1988).
[14] Sánchez Ron, “Julio Rey Pastor y la Junta…”
[15] Anónimo, “Crónica del Homenaje a Julio Rey Pastor”, Boletín de la Unión Matemática Argentina, Nº 22, Vol. VII, (diciembre 1962).
[16] Julio Rey Pastor, Aplicaciones físicas y técnicas de las funciones de variables compleja, (Bueno Aires: Establecimiento Gráfico Tomás Palumbo, 1930).
[17] Claro Dassen, Las Matemáticas en la Argentina, en Evolución de las Ciencias en la República Argentina (Buenos Aires: Sociedad Científica Argentina, Editorial Coni, 1924).
[18] Dassen, Las Matemáticas en la Argentina…
[19] Boletín del Seminario Matemático Argentino (Buenos Aires: Facultad de Ciencias Exactas, Fìsicas y Naturales, Universidad de Buenos Aires, 1928).
[20] Edgardo Fernández Stacco, La Matemática en la Argentina entre las Guerras Mundiales (Bahía Blanca: Universidad Nacional del Sur, 2002).
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