Artículos

Ars moriendi, ars vivendi

Ars moriendi, ars vivendi / The Art of Dying, The Art of Living

María Marcela Mazzini
Facultad de Teología - Pontificia Universidad Católica Argentina., Argentina

Revista Teología

Pontificia Universidad Católica Argentina Santa María de los Buenos Aires, Argentina

ISSN: 0328-1396

ISSN-e: 2683-7307

Periodicidad: Cuatrimestral

vol. 58, núm. 136, 2021

revista_teologia@uca.edu.ar

Recepción: 10 Noviembre 2020

Aprobación: 05 Febrero 2021



DOI: https://doi.org/10.46553/teo.58.136.2021.p61-72

Resumen: Las Ars moriendi son tratados que circularon especialmente a partir de la peste negra que azotó Europa en los comienzos del siglo XIV. En dicho contexto no sólo los clérigos no podían llegar a atender y preparar a todos los moribundos, sino que muchos de ellos murieron en esa misma pandemia. Había entonces que sistematizar un método simple, básico y relativamente rápido para prepararse a bien morir. Los consejos de las Ars moriendi procuran la tranquilidad y el estado de Gracia del moribundo.

El mundo vuelve a atravesar una pandemia, la muerte salió a la luz, empezó a ser percibida y es una buena oportunidad para repensarla. En el presente artículo abordaremos las Ars moriendi como género literario en los siglos XIV y XV, cuáles son las grandes tareas que plantean estos textos y la corriente espiritual a la que dan lugar.

Palabras clave: Espiritualidad, Ars Moriendi, Buen Morir, Muerte, Pandemia.

Abstract: The Ars moriendi are treaties that spread especially after the Black Death that struck Europe in the early 14th century. In this context, not only were the clerics unable to attend and prepare all the dying, but many of them died during this same pandemic. Thus, it was necessary to systematize a simple, basic, and relatively quick method to be ready to die well. The advice of the Ars moriendi seeks the tranquility and the state of Grace of the dying person.

Once again, the world faces a pandemic; death came to light, it began to be perceived, and it is a good opportunity to rethink it. In this article, we will address the Ars moriendi as a literary genre in the 14th and 15th centuries, the great tasks that these texts pose, and the spiritual tendency to which they give rise.

Keywords: Spirituality, Ars Moriendi, Good Dying, Death, Pandemic.

Entre las crisis que cuestionaron y siguen cuestionando nuestras vidas durante el tiempo de pandemia, hay una que está subyacente en todas, esa es la de la muerte. La muerte y el morir son temas “tabú” en nuestra cultura. De hecho, la muerte se maquilla, se tapa, se relega a las periferias, se calla, aún en ambientes cristianos. Se supone que como creyentes tenemos otra lectura de la historia, pero en general de la muerte no se habla. La pandemia volvió a traer la muerte a los medios de comunicación, a las agendas públicas, a las reflexiones personales y también a la pastoral de la Iglesia.

La muerte siempre es disruptiva y en cada tiempo planteó una crisis, pero este tema no siempre fue silenciado, una voz desde los siglos XIV y XV nos recuerda que la Iglesia no sólo trató la cuestión, sino que se hizo cargo de la muerte y del morir junto a una sociedad que no la silenciaba, sino que preparaba a las personas para vivir lúcidamente para el final de esta existencia. Pensar la muerte ayuda a vivir mejor y (Dios quiera) a morir en paz.

En las próximas páginas voy a hablar de lo que se conoce como Ars moriendi en los siglos XIV y XV, cuáles son las grandes tareas que plantean estos textos y la corriente espiritual a la que dan lugar.

1. Ars moriendi

Las Ars moriendi son tratados articulados como relatos o como grabados, que circularon especialmente a partir de la peste negra que azotó Europa en los comienzos del siglo XIV. Estos tratados fueron especialmente populares en los siglos XIV y XV.[1] Los textos y grabados coinciden con un proceso que se vive en la Iglesia desde el siglo XIII, y que invitaba a dar más participación a los laicos en las tareas pastorales. Dicho proceso se vio intensificado por la peste negra, durante la cual no sólo los clérigos no podían llegar a atender y preparar a todos los moribundos, sino que muchos de ellos murieron en esa misma pandemia. Había entonces que sistematizar un método simple, básico y relativamente rápido para prepararse a bien morir.

La idea de la buena muerte es profundamente cristiana y tiene sus raíces en el relato del buen ladrón que muere junto a Jesús: allí comienza (por no remontarnos al Antiguo Testamento), la tradición de la crucialidad del instante final y la posibilidad de cambiar

totalmente la direccionalidad ética en el último instante de la vida, como lo hizo el buen ladrón, a quién Jesús promete el Reino en la cruz (Lc 23, 39-43). Por lo tanto, la tradición de pedir una buena muerte, no es una novedad moderna ni medieval. Lo que es nuevo es la «metodización de ese instante final».[2]

La idea de la Buena Muerte estaba reservada para los santos, y a partir de entonces se ‘democratiza’.[3] Las Ars moriendi vienen a reafirmar que, si bien no todos somos santos, todos podemos aspirar a morir como ellos, incluso los laicos. Los consejos de las Ars moriendi procuran la tranquilidad y el estado de Gracia del moribundo.[4]

Estos devocionarios, hacia el siglo XV constituyen una especie de género literario en sí mismo dentro de la literatura espiritual,[5] pero se identifica como Ars moriendi a una obra que Jean Gerson, canciller de la Universidad de París (1412-1419), presentó en el Concilio de Constanza (1414-1418). Eran unos textos, de autor desconocido, en los que se abordaba el tránsito de la muerte entre otras cuestiones, tales como la confesión y los siete pecados capitales.[6] Este conjunto de textos, conocidos bajo el nombre de Tractatus o Speculum artis bene moriendi,[7] alcanzó una enorme difusión.

La versión denominada “larga” (o CP, del incipit latino «Cum de presentis»), constaba de seis capítulos en los que se abordaban las siguientes cuestiones:

1. Elogio de la muerte.

2. Tentaciones que asaltan al moribundo y modo de superarlas.

3. Preguntas que hay que hacerle al enfermo para reafirmarle en la fe y conseguir el arrepentimiento de sus pecados.

4. Necesidad de imitar la vida de Cristo.

5. Comportamiento que han de adoptar los laicos que acompañan al moribundo: presentación de imágenes sagradas; exhortación a recibir los últimos sacramentos; e invitación a que el interesado otorgue un testamento.

6. Recitación de oraciones por parte de los presentes en favor del moribundo.

La buena recepción de este tratado redactado en latín y su amplia divulgación, hicieron pensar en la conveniencia de facilitar a los fieles un ejemplar de la obra resumida en sus elementos esenciales. Dicha versión abreviada (o QS del incipit latino «Quamvis secundus») se realizó sobre todo a partir del capítulo segundo de la versión original, en el que se describen las tentaciones que asaltan al moribundo y el modo de superarlas. Consta de una introducción, diez capítulos con las cinco tentaciones del demonio y las cinco inspiraciones del ángel y una conclusión con consejos para el moribundo. El texto fue conocido (también) bajo el título de Ars moriendi (El arte de bien morir). Se trata de una especie de guía abreviada y concreta, destinada a mostrar las prácticas, los rezos y las actitudes que debían adoptar el enfermo, sus familiares y el sacerdote o el laico que acompañará espiritualmente al moribundo.

Desde el siglo XV, entonces, coexistieron dos versiones distintas por su extensión de una obra dedicada al tema de la muerte. A pesar de esta diferencia, ambos textos suelen ser mencionados por un título uniforme de Ars moriendi.[8] La versión corta, normalmente iba acompañada de unos grabados, que representaban gráficamente las tentaciones del demonio y las inspiraciones del ángel.[9] Esta representación gráfica muestra al moriens en su casa, con la apariencia física de un hombre de unos cuarenta años, la intención es la de mostrar una figura con la que cualquier persona se pueda identificar.

Cinco grabados muestran las cinco tentaciones del demonio: se trata de hacer que desespere, que sea vanidoso, se impaciente, pierda la fe o añore su pasado. Todas estas tentaciones tienen por objetivo fundamental que la persona se disperse y no se concentre en su tarea de “morir en gracia de Dios”. Los otro cinco grabados muestran a las fuerzas celestiales socorriéndole en el trance, según las versiones aparece uno o varios ángeles, algún santo, la santísima Virgen, incluso la Trinidad, ayudándolo a resistir y fortaleciendo al moriens en la fe, la esperanza, la paciencia, la humildad y el desapego de bienes y afectos, para poder finalmente soltarse a sí mismo como un niño en manos de Dios, esto último es lo que representa normalmente el undécimo grabado de la serie, que narra un posible desenlace feliz.

De hecho, las Ars moriendi fueron un verdadero fenómeno de difusión y lectura, y la versión QS se transformó en el más difundido de los libros xilográficos, especialmente entre 1450 y 1530.[10] Luego conoce un retroceso y una evolución hacia las “artes del bien vivir”, un hecho lógico y que yo misma percibo como consecuencia de la reflexión sobre la muerte, de allí el título de este texto.

Volvamos a las Ars moriendi del Siglo XV: la explicación prácticamente unánime del fenómeno de su difusión,[11] es la presencia de la peste negra en el siglo XIV y la necesidad de encontrar un método breve y eficiente para prepararse a bien morir. Un método que pudiera ser llevado adelante incluso por los laicos, en un momento en el que el clero era también víctima de la misma peste. Pero también se apunta a la elaboración de la muerte en la modernidad como un fenómeno que en el medioevo se miraba más desde lo social y colectivo y en la baja edad media se empieza a pensar como fenómeno individual, en el que el tema de la seguridad empieza a cobrar fuerza: ¿Cómo puedo estar seguro/a de salvarme? ¿Qué método puedo utilizar para ello, especialmente en circunstancias en las que podría no contar con un sacerdote que me guíe?[12]

Según Huizinga, las Ars moriendi vienen junto con una reflexión muy profunda sobre la muerte personal, la corrupción de todas las cosas y se manifiestan en otras expresiones artísticas como las danzas macabras[13] y los libros dedicados al “Ubi sunt?”.[14] Es verdad que éstas son todas expresiones de una época que tiene que lidiar con la muerte de un modo extraordinario y ello explicaría la presencia de estas manifestaciones que ayudarían a una elaboración social de la muerte. Sin embargo, las Ars moriendi tienen un elemento que las diferenciaría: no tienen el elemento macabro[15] y su objetivo es, sobre todo, prepararse para un tránsito, enfatizando la búsqueda de la salvación. «Fomentaban una actitud valiente, pacífica y positiva ante la muerte».[16] Haindl-Ugarte dice que las danzas macabras y las Ars moriendi son:

«Dos manifestaciones artístico-literarias que, aunque parecen contradictorias, en realidad son complementarias. Mientras la Danza representa la muerte inevitable, que podía llegar en cualquier momento, sin distinguir estamentos, riquezas o edad, el Ars Moriendi ayuda a enfrentar esta Danza con serenidad».[17]

De hecho, la edición QS, viene acompañada de los grabados mencionados y de un breve confesionario. Hay una intencionalidad sobre todo espiritual y pastoral, cuyo motivo principal es la pregunta ¿Qué es importante a la hora de la muerte? ¿Cómo prepararse mejor para ese momento? De eso nos ocuparemos a continuación.

2. El “trabajo” del moriens en el SXV

Lo que las Ars moriendi están tratando en el fondo es “lo que hay que hacer/evitar” al final de la vida. Ese final se entiende cronológicamente, pero también como causa final, vale decir: en definitiva, ¿para qué vivimos? No sólo qué sentido tiene la vida, sino la pregunta sería: ¿en qué vale la pena gastar el escaso tiempo de nuestra vida? Los habitantes de Europa del siglo XV, tienen la experiencia de la caducidad de todas las cosas y de lo abrupto de la pérdida: quien ayer reía junto a nosotros tal vez hoy está en un sepulcro. La muerte, de hecho, para ellos viene de improviso casi todo el tiempo. Lo único seguro es que llegará y para cuando lo haga, mejor estar preparados. Mientras tanto, esta meditación sobre el fin se va dando como un elemento iluminador del presente vital.

Ph. Ariès, presenta bien la escena:

«El enfermo va a morir. Al menos lo sabemos por el texto donde se dice que está crucificado por el sufrimiento. No aparece apenas en las imágenes en que su cuerpo no está muy enflaquecido, en que todavía conserva la fuerza. Según la costumbre, la habitación está llena de gente porque siempre se muere en público. Pero los asistentes no ven nada de lo que pasa, y por su parte el moribundo no los ve. No es que haya perdido el conocimiento: su mirada se centra con una atención feroz en el espectáculo extraordinario que es el único en vislumbrar, seres sobrenaturales han invadido su habitación y se apretujan a su cabecera. A un lado la Trinidad, la Virgen, toda la corte celestial, el ángel guardián; al otro Satán y el ejército monstruoso de los demonios. La gran asamblea del fin de los tiempos tiene lugar en la habitación del enfermo. La corte celestial está ahí́, desde luego, pero ya no tiene todas las apariencias de una corte de justicia. San Miguel ya no pesa en su balanza el bien y el mal. Ha sido reemplazado por el ángel guardián, más enfermero espiritual y director de conciencia que abogado o auxiliar de justicia».[18]

Es en este tiempo en el que, al menos en la espiritualidad popular, la idea de juicio personal se vuelve más fuerte que la de juicio final. Esa idea la vemos en este texto. Ve un juicio final que se ha vuelto personal: «La gran asamblea del fin de los tiempos tiene lugar en la habitación del enfermo». La habitación llena de gente da cuenta de la muerte como un fenómeno social, pero lo que verdaderamente pasa solo es percibido por el moribundo. Ve fuerzas sobrenaturales que se disputan su alma, no obstante, San Miguel, el gran justiciero, ha sido reemplazado por el Ángel de la Guarda, que está más encargado de cuidar, sanar y confortar, que de juzgar.

La versión QS da cuenta de lo esencial de la obra: las tentaciones que el moriens debe eludir y las actitudes sobre las que debe consolidarse. Cinco luchas parecen ser cruciales:

· fe vs. incredulidad,

· esperanza vs. desesperanza/desesperación,

· paciencia vs. impaciencia/intolerancia,

· humildad vs. vanagloria,

· desapego de bienes y afectos vs. avaricia frente a los bienes y personas.[19]

En el último punto se incluye la cuestión del testamento.[20] Hemos de rendir cuentas de todo, entregar lo que nos ha sido dado. Entre otras cosas se pedía detallar: declarar que se está en pleno uso de las facultades mentales, profesar la fe, recomendar la propia alma a Dios, elegir sepultura y mortaja, tipo de entierro y de honras fúnebres, disponer Misas que se deben celebrar, limosnas y obras pías que en su nombre se deben hacer, declarar si se poseen deudas y en ese caso cómo se van a cobrar. Se nombran albaceas y herederos. En una palabra, se ponen las propias cosas en orden, como un modo de vivir en la verdad y también como una manera de facilitar la vida de quienes quedan.

Se insiste en que debe anunciársele al enfermo la proximidad de la muerte. Además, debe facilitársele la recepción de los sacramentos. Dos aspectos que parecen bastante lógicos a la hora de procurar tranquilidad y un estado de Gracia al moribundo.[21] Son, sin embargo, dos acciones que hoy son precisamente las que se evitan en muchos casos, por ello las preocupaciones a la hora de morir están directamente relacionadas con el contexto. ¿Qué les preocupa a los moribundos del Siglo XV? O más bien, ¿qué tareas parecen definitorias de la vida para una persona en esa época? Conservar la fe, mantener la esperanza, cultivar la caridad, que toma la interesante forma de la paciencia y dos virtudes que manifiestan su importancia en el último momento: la humildad y el desapego. Esta parece la forma de morir bien.

Otro elemento importante es la crucialidad del momento final, una dura batalla que el demonio aprovecha para colarse y tratar de arrebatar el alma del moriens. ¿Cómo prepararse para esa batalla? Ruiz García dice:

«Este enfoque de la obra responde a una intencionalidad desarrollada en las últimas décadas del Cuattrocento: hay que cultivar un ars vivendi. Si la persona acomoda su existencia con determinados principios cristianos, no temerá la muerte».[22]

Esta experiencia, posiblemente la hayamos verificado todos aquellos que acompañamos el fin de la biografía de algunas personas: en general se muere como se vive. Difícilmente, por ejemplo, surja una actitud generosa en el lecho de muerte de una persona que ha llevado adelante una existencia caracterizada por actitudes egoístas. El hombre bajomedieval era muy consciente de esto y que incluso podría ocurrir que una persona virtuosa, en el último momento, podía caer si no estaba bien preparada para resistir la tentación. Recordemos que el siglo XV es un período histórico que tiene muy presente la fragilidad de la vida y las personas se dan cuenta que ni de sí mismas pueden garantizar seguridades.

La evolución de las Ars moriendi de los sucesivos siglos,[23] tienen algunas características diversas de las que vemos en los tratados del SXV, por ello no entran en la consideración de este texto.

3. Reflexión final

Luego de leer sobre estos devocionarios del Siglo XV, se tiene una impresión de profunda sabiduría. Estas personas en épocas críticas habían sabido detectar los temas fundamentales, verdaderamente importantes, a la hora de la muerte. Temas que son cruciales para quienes mueren, pero también para quienes continúan en esta vida. Mientras escribo este texto el mundo entero se enfrenta a la pandemia del Covid-19, lo cual nos lleva a un clima social bastante parecido, con una perspectiva sanitaria muy diversa: mientras la peste negra tenía una mortalidad del 70 u 80% de los infectados, el Covid termina en promedio con la vida de un porcentaje varias veces menor de quienes contraen la enfermedad. No obstante, la globalización no sólo del virus, sino de la información, sumió a la población mundial en momentos de pánico.

De cualquier modo, el virus nos puso delante un tema que, como largamente estudió Ph. Ariès,[24] la sociedad occidental no quiere ver: la muerte. En efecto, se presentó un peligro para nuestras vidas y las de nuestros seres queridos, un peligro mundial que no respeta fronteras ni condiciones raciales, políticas, religiosas, pero sí sociales y económicas: morirán más personas en los países más pobres, en las comunidades que disponen de un sistema de salud menos eficiente. Lo que quiero decir es que la muerte que estaba culturalmente invisibilizada, salió a la luz, empezó a ser percibida y es una buena oportunidad para pensarla. La coyuntura ofrece esta posibilidad y no hay que desdeñarla.

Bibliografía

Adeva Martín, Ildefonso, «Los “Artes de Bien Morir” en España antes del Maestro Venegas». Scripta Theologica 16, no. 1–2 (January 1984): 405-415.

Ariès, Phillip. El hombre ante la muerte, (Madrid: Taurus, 1984).

———, Morir en Occidente: Desde la Edad Media hasta la actualidad. (Baltimore: Johns Hopkins University Press, 1974).

Chartier, Roger. «Les Arts de mourir, 1450-1600», Annales Économies, Sociétés, Civilizations, 31e anné, 1 (1976): 51-75.

De Pablo Maroto, Daniel. Espiritualidad de la Baja Edad Media (siglos XIII-XV), (Madrid: Ed. de Espiritualidad, 2000).

Haindl Ugarte, Ana Luisa. «Ars bene moriendi, el arte de la buena muerte», Revista Chilena de Estudios Medievales 3, (enero-junio 2013): 89-108.

Huizinga, Johan. El otoño de la edad media. (Madrid: Revista de Occidente, 1967).

Leget, Carlo. Art of living, art of dying: Spiritual Care for a Good Death. (Londres: Jessica Kingsley Publishers, 2017).

López de Mariscal, Blanca y Guadalupe Rodríguez Domínguez, ed. «Estudio Introductorio». En: Arte de bien morir y la contienda del cuerpo y alma: un incunable toledano de 1500. (Madrid: Editorial Iberoamericana / Vervuert, 2019).

Morel D’Arleux, Antonia. «Los Tratados de preparación a la muerte: aproximación metodológica», Acceso el 26 de enero de 2021, http://cvc.cervantes.es/literatura/aiso/pdf/02/aiso_2_2_025.pdf

O’ Connor, Mary Catherine. The Art of Dying Well. The Development of the Ars moriendi, (New York: AMS Press, Inc, 1966).

Raitt, Jill, Bernard Mc Ginn y John Meyerdorff, dir., Espiritualidad Cristiana. Alta Edad Media y Reforma, (Buenos Aires-México: Lumen, 2002).

Ruiz García, Elisa. «El Ars moriendi: una preparación para el tránsito». En: IX Jornadas científicas sobre Documentación. La muerte y sus testimonios escritos. Editado por N. Ávila. 314-344. Madrid: Universidad Complutense de Madrid, 2011.

Sanmartín Bastida, Rebecca. El Arte de Morir. La puesta en escena de la muerte en un tratado del Siglo XV, (Madrid: Ed. Iberoamericana, 2016).

Notas

[1] Carlo Leget lo recuerda y analiza en su libro Art of living, art of dying: Spiritual Care for a Good Death. (Londres: Jessica Kingsley Publishers, 2017).
[2] La espiritualidad moderna no escapa a ese impulso epocal de encontrar un método para todas las cosas, de allí el auge de los devocionarios en la modernidad. Ars moriendi no es más que un devocionario que procura un método de bien morir
[3] Ana Luisa Haindl Ugarte, «Ars bene moriendi, el arte de la buena muerte», Revista Chilena de Estudios Medievales 3, (enero-junio 2013): 89-108. 102.
[4] La vida, la muerte y el más allá eran tema de conversación y reflexión habituales en esos siglos. Ver. Daniel de Pablo Maroto, Espiritualidad de la Baja Edad Media (siglos XIII-XV), (Madrid: Ed. De Espiritualidad, 2000). 209-211.
[5] Richard Kieckhefer afirma que estos devocionarios están entre las principales formas de literatura devocional del siglo XV, muy asociadas a la pasión de Cristo. En Jill Raitt, Bernard Mc Ginn y John Meyerdorff, dir., Espiritualidad Cristiana. Alta Edad Media y Reforma, (Buenos Aires-México: Lumen, 2002). 87.
[6] Ildefonso Adeva Martín, «Los “artes de bien morir” en España antes del Maestro Venegas». Scripta Theologica 16, no. 1–2 (January 1984): 405-415.
[7] Cf. Elisa Ruiz García, «El Ars moriendi: una preparación para el tránsito». En: IX Jornadas científicas sobre Documentación. La muerte y sus testimonios escritos, editado por N. Ávila et al. (Madrid: Universidad Complutense de Madrid, 2011), 314-344, 318.
[8] La versión extensa tiene como título completo: Tractatus o Speculum artis bene moriendi. Cum de praesentis exilii miseria mortis. La versión breve se titula Ars moriendi. Quamvis secundum philosophum tertio Ethicorum... E. Ruiz García, 318.
[9] Cf. Rebecca Sanmartín Bastida, El Arte de Morir. La puesta en escena de la muerte en un tratado del Siglo XV, (Madrid: Ed. Iberoamericana, 2016), 14-15.
[10] Cf. Roger Chartier, «Les Arts de mourir, 1450-1600», Annales Économies, Sociétés, Civilizations, 31e anné, 1 (1976): 51-75.
[11] Por ejemplo, la de Mary Catherine O’ Connor, The Art of Dying Well. The Development of the Ars moriendi, (New York: AMS Press, Inc, 1966).
[12] Ver lo que dice al respecto Daniel De Pablo Maroto, Espiritualidad de la Baja Edad Media (Siglos XIII-XV), (Madrid: Ed. de Espiritualidad, 2000), 449.
[13] Las danzas de la muerte o danzas macabras son un género artístico que surge como alegoría de la fugacidad de la vida en una época marcada por la cotidianeidad de la muerte, especialmente a causa de la peste negra.
[14] ¿Dónde han venido a parar todos aquellos que antes llenaban el mundo con su gloria? Esta pregunta, era una especie de sub-género literario dentro de la literatura espiritual de la época. Cf Johan Huizinga, El Otoño de la edad media. (Madrid: Revista de Occidente, 1967), 212-213.
[15] Cf. Sanmartín Bastida, El Arte de Morir. La puesta en escena de la muerte en un tratado del Siglo XV, 22.
[16] Haindl Ugarte, Ars bene moriendi, 90.
[17] Ibid., 90
[18] Philippe Ariès, El hombre ante la muerte, (Madrid: Taurus, 1984), 97.
[19] Cf. Blanca López de Mariscal y Guadalupe Rodríguez Domínguez, eds., «Estudio Introductorio” en: Arte de bien morir y la contienda del cuerpo y alma: un incunable toledano de 1500. (Madrid: Editorial Iberoamericana / Vervuert, 2019). eLibro. 22-35.
[20] Cf. Ruiz García, «El Ars moriendi: una preparación para el tránsito», 343.
[21] Haindl Ugarte, Ars bene moriendi, 98.
[22] Ruiz García, «El Ars moriendi: una preparación para el tránsito», 325.
[23] Ver Antonia Morel D’Arleux, «Los Tratados de preparación a la muerte: aproximación metodológica», Acceso el 26 de enero de 2021, http://cvc.cervantes.es/literatura/aiso/pdf/02/aiso_2_2_025.pdf
[24] Cf. Phillip Ariès, Morir en Occidente: Desde la Edad Media hasta la actualidad, (Baltimore: Johns Hopkins University Press, 1974).
Modelo de publicación sin fines de lucro para conservar la naturaleza académica y abierta de la comunicación científica
HTML generado a partir de XML-JATS4R