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Las fortificaciones sicilianas a finales del siglo XVII
María del Pilar Mesa Coronado
María del Pilar Mesa Coronado
Las fortificaciones sicilianas a finales del siglo XVII
The Sicilian fortifications at the end of the 17th century
As fortificações sicilianas no final do século XVII
Estudios de Historia de España, vol. 24, núm. 1, pp. 18-38, 2022
Pontificia Universidad Católica Argentina Santa María de los Buenos Aires
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Resumen: Durante el reinado de Carlos II la arquitectura militar del reino continuó contando con la presencia de toda una serie de torres de avistamiento y fortificaciones en las plazas fuertes. Concluida la guerra de Mesina, el gobierno del Conde de Santisteban se centró en el fortalecimiento del dominio español en Mesina. Los siguientes años se caracterizaron por la mejora de las defensas de Mesina; Augusta, muy deteriorada tras el paso de los franceses; y Siracusa. De hecho, el presente artículo analiza los proyectos y reformas presentados por el ingeniero Carlos de Grunenbergh al conde de Santisteban para la mejora defensiva del reino de Sicilia.

Palabras clave: Sicilia,Fortificaciones,Carlos II,Carlos de Grunenbergh,Conde de Santisteban.

Abstract: During the reign of Charles II the military architecture of the Kingdom continued with the presence of a series of towers and fortifications at the fortress near the towns. When the war of Mesina came to an end, the government of the Count of Santisteban focused on the strengthening the Spanish domain in Mesina. The following years were characterized by improving the defenses of Mesina; Augusta, badly damaged after the French invasion; and Syracuse. To sum up, this paper analyzes the plans and the reforms presented by engineer Carlos de Grunenbergh to the Count of Santisteban for a defensive improvement of the Kingdom of Sicily.

Keywords: Sicily, Fortifications, Charles II of Spain, Carlos de Grunenbergh, Count of Santisteban.

Resumo: Durante o reinado de Carlos II a arquitetura militar do reino continuou a contar com a presença de toda uma série de torres de observação e fortificações nas praças fortes. Terminada a guerra de Messina, o governo do Conde de Santisteban concentrou-se no fortalecimento do domínio espanhol em Messina. Os anos seguintes caracterizaram-se pela melhoria das defesas de Messina; Augusta, muito deteriorada após a passagem dos franceses; e Siracusa. De facto, este artigo analisa os projectos e reformas apresentados pelo engenheiro Carlos de Grunenbergh ao conde de Santisteban para a melhoria defensiva do reino da Sicília.

Palavras-chave: Sicília, Fortificações, Carlos II de Espanha, Carlos de Grunenbergh, Conde de Santisteban.

Carátula del artículo

Artículos

Las fortificaciones sicilianas a finales del siglo XVII

The Sicilian fortifications at the end of the 17th century

As fortificações sicilianas no final do século XVII

María del Pilar Mesa Coronado*
Universidad de Murcia, España
Estudios de Historia de España
Pontificia Universidad Católica Argentina Santa María de los Buenos Aires, Argentina
ISSN: 0328-0284
ISSN-e: 2469-0961
Periodicidad: Semestral
vol. 24, núm. 1, 2022

Recepción: 12 Junio 2020

Aprobación: 22 Julio 2020


1. Introducción [1]

La isla de Sicilia constituía un enclave esencial en el Mediterráneo occidental. Como frontera de la Cristiandad, debía hacer frente a la expansión de otomanos y franceses, por lo que necesitaba una estructura defensiva que contribuyese a conservarla en manos de la Monarquía Hispánica. Este sistema estaba formado por una defensa estática constituida por los castillos de las principales ciudades y núcleos de la costa, a la que se unían fuerzas permanentes como el tercio de infantería española, la caballería y la escuadra de galeras del reino. Ante una contingencia se podía convocar además a la milicia del reino, compuesta por soldados de infantería y caballería, al servicio militar de los barones y del socorro general. Asimismo, la costa quedaba reforzada por la vigilancia desplegada a través de un sistema de torres con centinelas y guardas a caballo que recorrían las zonas marítimas. Por último, el recurso del corso también debe considerarse como el de una fuerza complementaria para la defensa de Sicilia.[2]

Centrándonos en el ámbito de las fortificaciones, la salvaguarda de la isla motivó el despliegue de un fuerte aparato defensivo desde principios del siglo XVI y hasta los inicios del siglo XVIII. Al igual que en otros reinos, como el de Nápoles, el desarrollo de la artillería y de los nuevos sistemas de asedio conllevaron importantes cambios en la arquitectura militar. Durante el reinado de Carlos V, la Monarquía Hispánica introdujo en el reino sículo un sistema de defensa conjunta que sustituyó el antiguo modelo defensivo basado en la autonomía de las ciudades.[3] En este sentido, los trabajos de reforma se destinaron a la mejora y a la construcción de una serie de infraestructuras, entre ellas: fortificar las ciudades portuarias, construir castillos o reforzar los existentes, abastecer los presidios fijos con el suficiente número de piezas de artillería y perfeccionar el sistema de las torres costeras.[4]

Los virreinatos de Ettore Pignatelli[5], Ferrante Gonzaga, Juan de Vega y García de Toledo contribuyeron a hacer de la isla de Sicilia un “baluarte” capaz de hacer frente a la inquietante amenaza otomana. Las labores de fortificación se centraron fundamentalmente en las ciudades portuarias, debido a su capacidad para albergar a las flotas enemigas.[6] Son los casos de plazas como Mesina, Siracusa, Augusta, Trapani, Milazzo y Marsala. Posteriormente, las obras se extendieron a Palermo y a los lugares destinados al almacén y la exportación del trigo en Agrigento, Sciacca, Licata y Termini, llegándose incluso a crear una nueva ciudad, Carlentini, para reforzar el sistema defensivo de Augusta y Siracusa.[7]

Ahora bien, el cañón, pieza fundamental de la arquitectura militar, compartió durante la segunda mitad del siglo XVII su importancia con otras armas de fuego individuales, cada vez más desarrolladas. La utilización simultánea de varios mosquetes o arcabuces consiguió resultados similares a la acción de uno o varios cañones, lo que derivó en la necesidad de introducir nuevas modificaciones en las fortificaciones para adaptarlas a las nuevas exigencias. Los bastiones carecían de las dimensiones adecuadas para albergar un número mayor de tiradores y estaban, a su vez, demasiado distantes para garantizar el apoyo de unos a otros. Asimismo, la artillería requería cada vez más espacio para la rotación, la carga y el retroceso de sus armas.[8]

Fue así como surgió el llamado “sistema holandés” consistente en bastiones amplios con flancos perpendiculares a la cortina, con unas líneas de defensa del recinto principal dirigidas a dos puntos de la cortina, mientras las de la falsabraga lo hacían hacia los ángulos de la cortina. Más allá de los fosos, de 30 a 40 metros de longitud, tenían un pequeño revellín sin falsabraga frente a la cortina y una medialuna. Asimismo, este método se basaba en la construcción de obras exteriores en forma de cuerno o las coronas, ya fueran simples o compuestas, así como en el empleo de fosos largos e inundados, completados con una amplia estrada cubierta con barreras. No obstante, con la llegada de los años setenta, se introdujeron nuevas mejoras con el propósito de incrementar la defensa de las fortificaciones: el resguardo de los muros visibles desde el exterior; el aislamiento de obras externas o la compartimentación del aparato defensivo, para que la pérdida de una parte de la defensa no pusiera en peligro al resto de la fortaleza; la reducción del terreno útil al enemigo; y la combinación de las ventajas de los fosos secos y los inundados. Con este sistema, conocido como del Coehoorn, en honor a un ingeniero holandés, se conseguía un atrincheramiento revestido de mampostería y protegido por la parte anterior por un foso seco y obras de tenaza, así como por un foso inundado más externo, más allá del cual se encontraban las medialunas, las contraguardias y otras defensas.[9]

Estas novedades coincidirán, a partir de 1660, con las introducidas por Vauban, ingeniero al servicio de Luis XIV, que desarrolló las técnicas de asedio de las fortificaciones, así como la defensa de las mismas. Su proyecto de asedio y asalto se basaba en la construcción de trincheras en zigzag que se dirigían hacia el punto más débil de la fortaleza enemiga, con las que los sitiadores conseguían avanzar sin ser alcanzados por la artillería de la plaza. Estas labores finalizaban con una mina o cuando los asaltantes colocaban sus cañones muy cercanos a la muralla enemiga, rompiéndola para que la infantería y los granaderos pudieran entrar fácilmente en la plaza, a través de un sistema de pasadizos protegidos de las armas enemigas. Con el empleo de este método, las tropas francesas lograron grandes éxitos en la Guerra de la Devolución y en la Guerra de Holanda.[10]

Todos estos cambios influirían en el desarrollo de las obras de fortificación llevadas a cabo en la isla de Sicilia en tiempos de Carlos II, pues se realizaron en un siglo en el que el asedio se convirtió en la operación militar más utilizada debido al avance experimentado en el sistema de fortificaciones. El ataque y la defensa de las mismas estuvieron presentes en numerosos tratados de arte militar, porque los conflictos como los que enfrentaron a la Monarquía Hispánica y Francia durante dicha centuria, estuvieron marcados por el hecho de que el vencedor resultaba ser aquel que al finalizar la guerra hubiera conseguido conquistar el mayor número de plazas importantes.[11]

Ahora bien, a principios del siglo XVII no todas las fortificaciones presentaban el mismo estado. De hecho, se conservan distintos testimonios de comienzos del siglo XVII en los que se recoge la cantinela habitual con respecto al mal estado de las fortificaciones del reino de Sicilia. Pietro Celestre, regente del Consejo de Italia, diferenciaba en 1611 varios tipos de castillos: en primer lugar, las fortalezas como Castellammare de Palermo, el Salvador, Gonzaga, Matagrifone y Castillazo en Mesina, los dos castillos de Trapani, así como los de Catania, Siracusa, Augusta, Milazzo, Licata, Cefalù, Termini; en segundo lugar, los empleados como cárceles y casas llanas como los de Sciacca, Agrigento, Marsala y Mazara; en tercer y último lugar, situaba aquellos repartidos por el interior del reino. En su opinión, todos ellos estaban mal guarnecidos y pertrechados a lo que se unía la ausencia de ciudades fortificadas con murallas, la carencia de fortalezas en el interior del reino; así como el pequeño tamaño de las dotaciones que servían en las islas de Pantelleria, Favignana, Marettimo y Lipari.[12]

En 1621, Pietro Corsetto, consciente del progresivo deterioro de las obras de fortificación construidas durante el siglo XVI, mencionó la necesidad de llevar a cabo distintas labores de reparación.[13] En la década de los años treinta el sistema de torres costeras estaba en ruinas, sin la guarnición ni la artillería necesarias, algo que ya había sido denunciado por Scalalone en 1618. Tras un breve intento de mejora en los años cuarenta, que fue suspendido tras constatarse la falsedad de los avisos que hablaban de un ataque turco a Malta, el sistema defensivo continuó deteriorándose.[14] Durante la Guerra de los Treinta Años, Sicilia tuvo que hacer frente a una fuerte presión fiscal y militar que le impidió afrontar la mejora de sus defensas.[15]

Sin embargo, el empeoramiento del frente veneciano en Creta y la llegada a la isla del duque de Alburquerque en 1667, puso de manifiesto el riesgo evidente de un ataque turco a la misma, conduciendo a la Corona a emprender toda una serie de medidas destinadas a solucionar aquella dramática situación. Los escasos fondos de la hacienda siciliana, sin embargo, redujeron las posibilidades de las obras de fortificación propuestas por el duque para Siracusa, Augusta, Trapani y Marsala, limitándose la intervención al castillo de la Colombaia en Trapani. Las urgencias defensivas continuaron presentes durante los años siguientes, pero de nuevo los problemas económicos impidieron llevar a cabo todos los proyectos del ingeniero Carlos de Grunenbergh por lo que al final del mandato del príncipe de Ligne tan solo las obras de Siracusa, Trapani y la isla de Favignana parecían estar bastante avanzadas aunque no lo suficiente como se puso de manifiesto al comienzo de la guerra de Mesina. La única plaza capacitada para afrontar un conflicto de aquellas características era Siracusa, mientras Milazzo, cuyas obras habían sido iniciadas con la contienda continuaban necesitando nuevas reformas y la conquista francesa de Augusta, evidenció el error cometido por Ligne cuando desestimó una mejora en profundidad de las fortificaciones de Catania, convertida entonces en un bastión clave para frenar el avance francés por la isla. Aquella constatación obligó al marqués de Castel Rodrigo a ordenar el inicio de las labores de fortificación en la plaza bajo un proyecto más detallado y ambicioso. Con todo, el desarrollo de la contienda dejó patente las necesidades defensivas de ciudades tan importantes como Milazzo, Catania y Siracusa.[16]

Como hemos visto anteriormente, el reino de Sicilia había sido partícipe de los cambios que hicieron del asedio la operación militar más acorde al avance experimentado por el arte de las fortificaciones. En el siglo XVII se priorizó la defensa de los enclaves individuales y se adoptó la fortificación a la moderna basada en obras de fortificación planteadas de forma autónoma respecto al urbanismo preexistente. La llegada de Carlos de Grunenbergh en la década de los setenta significó la adecuación de las técnicas de fortificación a una nueva concepción defensiva con el fin de transformar las fortalezas de época medieval. El temor a un ataque francés u otomano motivó la combinación de las plazas fuertes existentes con las nuevas defensas. En este sentido, el presente artículo analiza los proyectos y reformas presentados por el ingeniero Carlos de Grunenbergh al conde de Santisteban para la mejora defensiva de Sicilia al término de la guerra de Mesina.[17]

2. El restablecimiento del poder español

La guerra de Mesina evidenció la necesidad de mejorar las fortificaciones del Mediterráneo hispánico. Por ello, al término de la misma, se constata un incremento de las labores de fortificación en dominios como el reino de Nápoles, donde Carlo Antonio Biancone proyectó para Pescara una serie de obras exteriores: medialunas, una falsabraga, un foso y un camino cubierto. Por su parte, Fernando de Grunenbergh propuso la sustitución de las dos medialunas de Gaeta por una falsabraga con estrada encubierta y empalizada, así como la construcción de una nueva medialuna para salvaguardar una de las puertas de la ciudad.[18]

Los Presidios Toscanos fueron reforzados en 1678 con el Fuerte Fajardo a fin de cerrar la entrada de la bahía de Portolongone. En Orbetello, continuaron las obras diseñadas por Juan Bautista Brancacho a las que Carlos de Grunenbergh incorporaría un baluarte, dos medios baluartes y dos medialunas. No obstante, el gran proyecto de fortificación de los Presidios no fue llevado a cabo hasta la década de los ochenta, cuando se mejoró la defensa de Portolongone, pieza clave para el dominio hispánico de Italia.[19]

En las costas españolas, el ingeniero Ambrosio Brosano presentó un diseño de Barcelona basado en la construcción de seis baluartes y cuatro medialunas.[20] En Alicante, José Castellón y Juan Valero planificaron una serie de baluartes sin orejones, con foso y camino cubierto con plazas de armas, aunque solo se realizó el baluarte de San Carlos.[21] En las islas Baleares, José Castellón planteó la modificación de un proyecto de Vicente Mut para Alcudia al considerar necesaria la edificación de ocho baluartes pentagonales sin orejones y la eliminación del hornabeque y su medialuna. Asimismo, ideó en Ciudadela una obra coronada compuesta por cuatro baluartes frente al mar y un lienzo que uniría con otro baluarte, al mismo tiempo que se añadía un revellín entre los baluartes de San Pedro y San Juan.[22]

En Sicilia, concluida la guerra de Mesina, el virrey Vincenzo Gonzaga se planteó la necesidad de poner en marcha toda una serie de medidas destinadas a fortalecer el poder español en la isla de Sicilia para impedir que una nueva revuelta provocase la pérdida de aquella posición estratégica del Mediterráneo central.[23] A su llegada al reino, había iniciado la reparación de las fortificaciones de Mesina, muy dañadas por los franceses, al tiempo que estaba disponiendo todo lo necesario para dotarlas de armas, artillería, municiones y víveres. En cuanto a Augusta, otra de las plazas principales, sostenía que necesitaría mucho trabajo, porque se hallaba sin murallas, dotada con un pésimo castillo, además del mal estado que presentaba la torre Avalos, destruida prácticamente por los franceses.[24]

Después de una visita a la ciudad de Mesina manifestó la necesidad de reforzar su defensa para que el castillo del Salvador contribuyese a la sujeción de la ciudad al poder de la Monarquía. En su opinión, debía construirse una ciudadela y edificar una fortificación en el lugar ocupado por el baluarte de Puerta Real. En el Consejo de Estado, el duque de Medinaceli se mostró favorable a que el proyecto fuera examinado por un grupo de militares y ministros de la Corte que hubieran servido en Sicilia, asistido a su vez por el ingeniero designado por el monarca.[25]

Las obras debían extenderse también a otras plazas como Marsala. En la zona norte de la frontera de esta ciudad, que recorría desde el torreón de Puerta Nueva hasta el torreón de San Francisco había que construir 41 canas de longitud, 1.200 en la cortina y otras tantas en la parte interior, así como otras 1.130 canas en la fábrica de otra cortina.[26] La voluntad de mejorar las fortificaciones tuvo, no obstante, algunos efectos contraproducentes. Es el caso de Trapani, donde su castellano se había empeñado en la necesidad de edificar un puente sobre la puerta de la ciudad para mejorar el estado del castillo. El virrey había sido informado de la inutilidad de dichas obras, pues suponían un gran gasto y solo respondían al deseo del castellano de aumentar su dominio sobre la ciudad. Unos años antes cuando el marqués de Bayona había visitado aquellos lugares, un ingeniero desaconsejó la construcción de un puente para el castillo porque todo estaba sin defensa. De ahí que Vincenzo Gonzaga le hubiera ordenado aguardar la llegada del nuevo ingeniero para que reconociese la zona antes de iniciar cualquier intervención.[27]

En cumplimiento de un mandato real, el virrey informaba de las obras consideradas necesarias en las plazas sicilianas. Sostenía que para controlar a los mesineses bastaban los castillos y baluartes de la Puerta Real, San Jorge y Don Blasco, al haberse construido una falsabraga en el castillo de Matagrifone con doce cañones que controlaban toda la ciudad. Se había allanado la torre Vittoria ciñendo el castillo a la muralla de Mesina, donde se había abierto una puerta de comunicación entre Matagrifone y Castellaccio. Asimismo, consideraba necesaria la conservación del castillo del Ibisso porque completaba la defensa aportada por Castellaccio. Se había mejorado, además, el torreón del Salvador incrementando su artillería y se esperaba la llegada desde Nápoles de puzolana para realizar los cimientos marítimos de una falsabraga que, situada al pie del torreón, contaría con otras catorce piezas de artillería. Se había trasladado a los castillos toda la artillería disponible en los demás puestos, así como la batería, municiones y molinos de mano de la ciudad. Los trabajos, sin embargo, no habían terminado. Otro baluarte debía ser reformado, así como el ensanche del foso que debía enlazar con el mar posibilitando la entrada de los barcos procedentes de Calabria en el castillo. Además, se procedería a la apertura de los baluartes Andrea, Segreto, Santa Clara y San Vincenzo para evitar que los mesineses los empleasen en otra rebelión. El virrey aseguraba que con aquellas medidas la ciudad estaría protegida de un ataque interior perpetrado por sus habitantes, pero una amenaza exterior solo podía ser impedida con la edificación de una ciudadela. Por último, aconsejaba la mejora de las fortificaciones de Augusta y Milazzo, así como el cierre de uno de los puertos de Siracusa.[28]

A su llegada al reino, el conde de Santisteban proseguiría con las medidas destinadas a la mejora de las fortificaciones de la isla. Después de realizar una visita a las plazas de Catania, Augusta, Siracusa y Mesina, exponía que en esta última no habían comenzado todavía las obras de los baluartes de Terranova, ni la plataforma del Salvador, como tampoco la estrada encubierta del de Matagrifone, pues se hallaban a la espera del traslado desde Nápoles del coronel Carlos de Grunenbergh.[29] El virrey, le encargó un informe del coste y las dimensiones de las obras que debían emprenderse en la estrada y en la fortificación de Terranova, donde al parecer eran necesarios una serie de baluartes, así como una cortina con la que quedase cerrada la ciudad y dos medialunas que favoreciesen la entrada y la salida de las tropas. El coronel recomendaba la demolición de algunos palacios, casas y conventos vecinos a fin de lograr una plaza de armas de gran amplitud, aunque consideraba que la ciudadela era la única opción para defender la ciudad desde una posición alejada, obstaculizando cualquier intento por su parte.[30]

Los miembros del Consejo de Estado eran partidarios de ordenar al conde que ejecutase las obras de la estrada encubierta de Matagrifone y los dos baluartes de Terranova con la máxima brevedad posible, al tiempo que recomendaban seguir el informe de Carlos de Grunenbergh, pues dudaban de que la zona de Terranova fuese la más adecuada para edificar una ciudadela. Consideraban, asimismo, que el virrey debía someter a consulta de los ingenieros la conveniencia de suspender cualquier obra planificada en la zona para limitarse a los dos baluartes que cerrarían la guarnición, los almacenes y el palacio, así como a la edificación de la ciudadela según el proyecto presentado por el coronel, con el que aumentaría la protección del barrio de Terranova, la ciudad, el puerto y el castillo del Salvador.[31]

Las ciudades de Augusta y Siracusa también formaban parte del informe del coronel. Augusta, contaba con un gran puerto que podía ser objeto de un ataque enemigo, pero la falta de medios suficientes para sufragar las obras de fortificación le llevaron a recomendar la construcción de una medialuna y una estrada encubierta en su castillo.[32] Durante la guerra de Mesina, el coronel había propuesto la edificación de un castillo bastionado con la misma planimetría que la futura ciudadela de Mesina, pero concluida la contienda el sistema de estrella pentagonal sería utilizado en el castillo medieval de Augusta, reservando la idea de una ciudadela para la plaza de Mesina. De esta manera, pretendía realizar un revellín aislado dispuesto sobre el canal de agua creado para defender la entrada al fuerte de la ciudad. La puerta, situada en esta entrada sería defendida a su vez por dos baluartes de baja altura en forma de tenaza, mientras el castillo medieval quedaba protegido por un perímetro de bastiones, algunos de ellos angulares, así como por un revellín situado en la zona que miraba hacia la ciudad. Asimismo, tenía la intención de demoler las casas y edificaciones más próximas para conseguir una plaza de armas de grandes dimensiones.[33]

En este sentido, el sistema de fortificación empleado por Carlos de Grunenbergh, basado en líneas avanzadas delante de los antiguos frentes de Augusta y Siracusa, no era nuevo. Las obras exteriores y la defensa compuesta por revellines, medialunas y obras en forma de cuerno habían sido mencionadas en algunas relaciones de la primera mitad del siglo XVII. Ello no es óbice para reconocer que era la primera vez que se aplicaba el bloqueo del enemigo a mayor distancia con las obras exteriores. De esta forma, el ingeniero siguió las recomendaciones de Vauban, apreciándose en su labor la preferencia por las obras exteriores destinadas a evitar el incremento de la trayectoria de la artillería.[34]

En la ciudad de Siracusa se necesitaba una falsabraga, mientras conseguían los fondos para comunicar su foso principal con el puerto y dicha obra.[35] El virrey apoyaría los consejos del ingeniero y maestre de campo general, Juan Bautista Sesti, partidario de realizar una plataforma en el castillo y otra en la parte que defendía el puerto, así como de reparar algunas zonas de la muralla y cerrar los cuarteles de la infantería y la caballería.[36]

3. Las fortificaciones sicilianas después de 1680[37]

En el año 1680, Fernando de Grunenbergh realizó el reconocimiento de las plazas del Estado de los Presidios, así como algunas de las principales ciudades de Sicilia, aconsejando una serie de mejoras. En este sentido, situaba a la ciudad de Palermo en un terreno llano a la orilla del mar, rodeada de una muralla que había sido reforzada con la construcción de una serie de baluartes, aunque de difícil defensa, pues dependían de la artillería y eran imperfectos. La muralla, circundada de casas y fábricas, impedía la creación de un terraplén y facilitaba el ataque enemigo. Por ello, la mejora de la plaza no pasaba por el terraplén y los parapetos, porque era demasiada la distancia que separaba unos baluartes de otros. Lo ideal, según el coronel, era la construcción de obras exteriores que suplieran los errores de las construcciones antiguas, alejando con ello al enemigo.

De esta forma, el ceñimiento de la ciudad requería la edificación de quince cuerpos divididos en revellines o medialunas. Asimismo, la puerta nueva de la ciudad contaría con un medio hornabeque con su correspondiente revellín. Dichas obras exteriores debían alcanzar una altura de 24 palmos y disponer de un terraplén, un parapeto, un foso de gran anchura, una estrada encubierta y un glacis.

Por su parte, el castillo de Castellammare estaba rodeado de casas y carecía de terraplén, por lo que necesitaba una medialuna en la parte que daba a la campaña para cubrir la cortina de dicho paraje, así como un medio baluarte en la zona situada al mar. Ahora bien, aquellas medidas solo servirían para defender una parte del terreno, pues la que se hallaba situada hacia la ciudad necesitaba la demolición de las casas y terraplenar sus murallas, derrumbando para ello los cuarteles y alojamientos anexos.[38]

La ciudad de Trapani, situada en la parte occidental de Sicilia, contaba con un castillo a la orilla del mar, edificado en piedra y cal e integrado por dos baluartes cercanos el uno del otro. Asimismo, disponía de una cortina de gran longitud que llegaba hasta el baluarte Impossibile, situado en la parte meridional. Este último, distante del castillo, contaba con otro baluarte de pequeñas dimensiones con objeto de que completase la defensa de los dos mencionados anteriormente. La muralla, por su parte, poseía un terraplén y un parapeto, mientras que en la parte del foso había una estrada encubierta de altura considerable y revestida de piedra y cal.

El resto de la plaza estaba rodeada por una muralla y la parte del puerto contaba con baluartes distantes unos de otros a tiro de mosquete, mientras que la parte de la tramontana era sencilla, porque carecía de cuerpos, disponiendo únicamente de un poco terraplén y algo de parapeto, solo a prueba de mosquete.

En la zona del convento de los Padres Capuchinos se hallaban tres cordilleras que formaban dos canales de escaso fondo por los que se comunicaban con facilidad los habitantes, lo que había motivado en el pasado la construcción de un castillo conocido como la Colombaia para dominar el canal y el puerto.

El convento de los Padres Capuchinos imposibilitaba la defensa de la plaza porque en aquella zona solo había un baluarte, incapaz de alojar más de veinte mosqueteros. La solución requería demoler el convento o, en su defecto, edificar otra serie de obras. En este sentido, en la parte opuesta al baluarte, Fernando de Grunenbergh recomendaba construir un medio baluarte y una torre para evitar que los barcos y esquifes accedieran a ella. Pese a todo ello, consideraba insuficiente dicha propuesta, por lo que aconsejaba la fortificación de la zona exterior de la plaza con nuevos baluartes y la excavación de un foso con profundidad suficiente para albergar entre diez y doce palmos de agua.

En cuanto a la avenida de la lengua de tierra quedaría reforzada con dos cortinas, un baluarte, otros dos medios baluartes con una berma frente a las cortinas y los flancos de ocho canas, siendo de hasta cuatro enfrente de los baluartes. Estos últimos, podían disponer de caballeros, contando dichas fortificaciones con tres flancos rectos además de los oblicuos que se formaban en las cortinas. Además, cada cortina tendría un revellín o medialuna con su estrada encubierta.

Por último, el castillo de Trapani era considerado una obra de escasa utilidad, mal situado y expuesto a los ataques enemigos. Necesitaba una intervención en profundidad, pero al hallarse rodeado de casas que dificultaban su defensa se desaconsejaba emplear grandes sumas de dinero en él. No pensaba lo mismo de la construcción de una ciudadela, considerada la mejor opción para la salvaguarda de la ciudad y de su territorio, ya que permitía el ahorro de las cantidades destinadas al medio baluarte y a la torre anteriormente mencionados.[39]

La ciudad de Marsala, cercana a Trapani, carecía de una buena defensa. La parte terrestre contaba con dos colinas donde podía alojarse un buen número de soldados y construirse cuarteles. Sin embargo, la parte marítima carecía de posibilidades, siendo el lugar donde ancoraban las embarcaciones.

La fortificación de la plaza consistía en una muralla antigua que la ceñía formando un cuadrado. A ella se habían unido diversos cuerpos de baluartes con sus flancos cubiertos y rellenos de terraplén, disfrutando la mayor parte de ellos de una línea de defensa que superaba el tiro de un mosquete. No obstante, el resto de la muralla carecía de terraplén y de foso, a excepción de una cortina y unos parapetos, que solo soportaban el ataque de los mosquetes.

La salvaguarda de la plaza requería la construcción de dos baluartes y seis revellines o medialunas; la rehabilitación de la muralla antigua, que aún conservaba un buen número de cubos; la excavación de un foso; y el empleo de dicha tierra para el terraplén. Además, debían guarnecerse las puertas de sus puentes, edificar una estrada encubierta y explanar las grutas existentes. Por último, su castillo era inservible, por lo que podía destinarse a cuartel o a almacén.[40]

La isla de Favignana, vecina a Trapani, era rica en leña y agua, al tiempo que contaba con un buen surgidero para los navíos. Llana por la parte de levante y de poniente, disponía de altos montes y peñascos. Sus aguas permitían el anclaje de las embarcaciones porque disponían de un fondo de buena calidad, pero no evitaban la llegada del enemigo. Albergaba, además, tres fortalezas: la torre de San Leonardo, cercana al puerto; un pequeño fuerte conocido como San Giacomo; y un castillo llamado Santa Catalina. Junto a este último había un peñasco donde se había propuesto la construcción de una torre que controlase el mar en dirección este y sur. Por su parte, la torre de San Leonardo debía ser conservada para que amparase las embarcaciones del puerto. Ahora bien, dichos proyectos no solucionaban la dependencia de la isla de los socorros enviados desde Sicilia en caso de un ataque.

Las islas de Levanzo y Marettimo se hallaban cerca de la de Favignana. La primera carecía de torres y castillo, mientras que la segunda poseía una única torre empleada para dar la señal de alarma a la torre Santa Catalina de Favignana.[41]

Pese al reconocimiento de Fernando de Grunenbergh, el encargado de llevar a cabo la mejora defensiva de la isla durante el virreinato del conde de Santisteban fue su hermano Carlos. En este sentido, el virrey dudada de la defensa de la ciudad de Mesina en la primavera de 1680. No había querido desechar la opinión del maestro de campo general, Pedro Aldao, pero consideraba más maduro el parecer de los hermanos Grunenbergh. La ausencia de medios suficientes para financiar la construcción simultánea de la ciudadela y la fortificación de Terranova le llevaron a advertir al monarca del posible fracaso de los proyectos. Consideraba necesario elegir una única opción, preferiblemente la ciudadela, porque la ciudad ya estaba protegida de los tumultos interiores permaneciendo, sin embargo, a merced de una invasión francesa u otomana.[42] El virrey había supervisado los trabajos de Carlos de Grunenbergh en Mesina. Habían revisado juntos las fortificaciones antiguas y las obras realizadas en el castillo de Matagrifone y en la zona de Terranova, concluyendo que se encontraban en situación de repeler cualquier agresión de los mesineses.[43]

En cuanto a la plaza de Augusta, las condiciones en la que la dejaron los franceses, urgieron la actuación de Carlos de Grunenbergh, quien había iniciado las obras de una medialuna para cubrir la puerta, la cortina y los flancos del castillo, así como la reedificación de la torre de Avalos. Al mismo tiempo, en Siracusa, se había iniciado la reparación de las fortificaciones, los puentes y las puertas de la plaza. Se juzgaba necesaria la construcción de una serie de plataformas sobre los escollos al pie del castillo; la perfección de la falsabraga de la zona del puerto grande; terraplenar la cortina de dicho puerto; acondicionar el terraplén de la obra coronada, el revellín del puerto pequeño y el parapeto de la falsabraga al pie del baluarte de Santa Lucia; comenzar las obras de las cuatro puertas y reparar los puentes levadizos, así como la muralla de la ciudad.[44]

Por su parte, el informe remitido por Juan Bautista Sesti al conde de Santisteban sobre el gasto necesario para la defensa de Milazzo nos permite conocer las obras que debían llevarse a cabo: finalizar los trabajos de los baluartes de Villafranca, Ravanal, Fernandina, los dos baluartes llanos y el de San Pampin, así como las tres cortinas que los comunicaban; los de Santa Ana y Capuchinos con su cortina y terraplén; cerrar la costa hacia el puerto; construir tres medialunas; acabar las dos torres del cabo y extraer tierra para los terraplenes, pintar la estrada encubierta, las puertas y los puentes levadizos. El elevado coste de 100.000 escudos llevaría al conde a posponer su realización hasta que hubieran terminado las de Mesina, Augusta y Siracusa.[45]

El proyecto de la ciudadela de Mesina seguía concitando ciertas dudas. Juan Bautista Sesti había redactado una propuesta distinta a la del coronel en la que señalaba las ventajas e inconvenientes de la misma, así como su parecer acerca de los cambios que debían introducirse.[46] Había sido remitida al virrey anterior y se basaba en la necesidad de que la ciudadela contribuyese a la sujeción de sus habitantes. En este sentido, debía permitir el alojamiento de la infantería y la caballería, al tiempo que debía disponer de espacio suficiente para los almacenes, en los que se recogerían los víveres necesarios para la defensa y el sustento de la ciudad. No podía olvidarse tampoco el acceso al agua dulce, situándose en un paraje que permitiera la llegada de las galeras y de las embarcaciones de la Corona. Para todo ello, debían cumplirse una serie de condiciones:[47]

  • La ciudadela debería dominar la ciudad y el castillo contaría con una estrada nueva donde 20 piezas de artillería podrían demoler cualquier edificio que interfiriera en la defensa.

  • El dominio de la ciudad quedaría garantizado con el emplazamiento de tres o cuatro trabucos en los primeros baluartes de la ciudadela, al igual que en el castillo de Matagrifone.

  • En el interior de la ciudadela se dispondría de agua dulce para la guarnición y los residentes. En caso de un desembarco, podría llegar a acuartelar hasta 6.000 hombres. Asimismo, se construirían almacenes para los víveres, las municiones, la caballería y la infantería, así como toda una serie de habitáculos para los hornos.

  • El palacio real quedaría integrado en el interior de la obra imposibilitando su conquista por parte de los habitantes.

  • Las plazas de armas interiores y exteriores se adecuarían a la fortificación y a las cubiertas de las elevaciones del castillo de Gonzaga.

  • Con dicha ciudadela no habría obstáculo para la recepción de asistencias por mar y tierra, al tiempo que se controlaba mejor el puerto, donde darían fondo las galeras.

El proyecto, no obstante, presentaba una serie de inconvenientes, aunque se podían solventar fácilmente:

  • La cercanía de las casas de los mesineses, del seminario o del convento de San Jerónimo, entre otros. Dicha dificultad se solucionaba, según el ingeniero, con la artillería que había mencionado anteriormente.

  • Con aquel proyecto quedaba totalmente descartada la posibilidad de un asalto desde el castillo de Gonzaga.

  • La construcción de la ciudadela exigía la demolición de algunas casas y del convento de Santa Clara, por lo que sus dueños deberían ser recompensados con otras de las expropiadas a los mesineses rebeldes.

Asimismo, destacaba las ventajas e inconvenientes de edificar la ciudadela con la planta pentagonal en el lugar sito entre Terranova y el baluarte de San Jorge y Gracia.

  • Con dicha elección se podía disponer de una ciudadela con apropiadas defensas, a la vez que se la distanciaba de un posible asalto perpetrado desde Castellaccio, Matagrifone o Gonzaga.

Entre las desventajas alegaba las siguientes:

  • Con el nuevo diseño pentagonal, las defensas quedaban muy próximas las unas de las otras, a la vez que las líneas de defensa eran más débiles, pues los flancos principales pasaban de las 18 canas del anterior proyecto a las 12 del actual.

  • La ciudadela quedaba apartada de la ciudad para evitar asaltos, pero podía generar el desprecio de los habitantes. Con ello, tampoco se evitaba un ataque por mar desde los navíos que transitaban por el canal del faro y por tierra desde las baterías vecinas, sirviéndose del palacio real, que quedaría abandonado tras la construcción de la ciudadela.

  • Asimismo, la ciudadela podía ser sitiada fácilmente por tierra, porque cortando el paso entre el baluarte Don Blasco y el mar, se podía obstaculizar el socorro por tierra. Para evitarlo se verían obligados a demoler la parte que comprendía desde el palacio real, incluso el propio palacio, hasta el baluarte de Santa Clara, con lo que garantizarían la recepción de socorros terrestres.

  • El agua dulce era otra cuestión de enorme gravedad. La zona elegida para su edificación era la misma que la del castillo del Salvador, donde no se tenía acceso al agua dulce.

  • Por último, las obras se prolongarían durante bastante tiempo y al no poderse habitar las nuevas construcciones ni almacenar las municiones y los víveres, los soldados quedarían expuestos a la intemperie, al tiempo que se verían obligados a requerir la presencia de un buen contingente que mantuviese la seguridad de la ciudad mientras finalizaban las labores de edificación.[48]

Finalmente, en mayo de 1680, el virrey comunicaba que se habían iniciado las obras de la ciudadela siguiendo el proyecto de Carlos de Grunenbergh, que contaba además con la aprobación del maestre de campo general, Pedro Aldao.[49] Estaba basado en una ciudadela de planta pentagonal formada por cinco baluartes angulares. Al estar separada de tierra firme por dos grandes fosos en los que penetraba el agua marina, superaba el tamaño de la península, asegurando la separación entre la ciudad y el castillo de San Salvador. Había dos entradas protegidas por revellines abaluartados conocidas como Santa Teresa y Porta Gracia, una hacia la ciudad y la otra hacia el Salvador. En el interior de la ciudadela había una gran plaza de armas, mientras que una muralla en forma de cordón dispuesta en la zona del mar abierto unía el bastión Don Blasco con la ciudadela, completando la muralla de la ciudad. Además, el proyecto de Grunenbergh pretendía que la defensa de Mesina quedase garantizada por el potencial artillero desplegado en la ciudadela, que dado su diseño permitiría disparar al enemigo desde cualquier dirección.[50]

De esta forma, la construcción de la ciudadela en el brazo de San Raineri y la intención de liberar el contorno del muro para facilitar la presencia de tropas y artillería motivaron la demolición parcial del barrio de Terranova. Si se hubiera escogido el proyecto de Sesti de una ciudadela trapezoidal en la zona de Terranova no se habría garantizado la defensa de la ciudad. De hecho, Grunenbergh indicó la necesidad de salvaguardar la entrada del muelle y garantizar la comunicación con Calabria. Por ello, proyectó una ciudadela en una zona que presentaba una defensa débil frente al ataque enemigo en el estrecho. Además, dada la dificultad de su ejecución solo podía realizarse –según el conde de Santisteban– siguiendo las indicaciones del coronel, formado en los Países Bajos españoles donde eran más habituales estas innovaciones.[51]

Respecto a la ciudad de Siracusa, consideraba que lo más urgente era proteger la boca del puerto por lo que se estaba edificando una plataforma delante del castillo situada en el escollo exterior, mientras que en el interior se distribuirían 24 piezas de artillería emplazadas a flor de agua con las que se protegería la entrada del puerto. Con la apertura del foso grande se obtendría una dársena capaz de alojar hasta treinta galeras. En cuanto al castillo carecía de la consistencia necesaria para repeler el asalto de los habitantes, por lo que aconsejaba separar las fortificaciones del cuerpo de la ciudad trasladando la guarnición a su interior a fin de salvaguardar aquella plaza.[52] Todas estas obras serían supervisadas por un ayudante del ingeniero, que nada más llegar ordenó que iniciasen las obras del castillo, porque debía adelantarlas lo suficiente antes de partir hacia Augusta.[53]

Poco después, Feliciano de Aponte notificaba al conde el estado de la plaza de Augusta. Progresaban las obras de la tenaza que bajaba hacia el puerto y continuaban las labores de excavación de los cimientos que debían unirse con la puerta; la estrada cubierta que daba a levante, donde se iniciaría en breve la excavación para unirla con el mar; proseguían los trabajos en las troneras del baluarte del castillo; y se había finalizado la trinchera construida por los españoles y los alemanes en la parte del puerto, mientras que quedaba un tercio de la edificada por los habitantes. Añadía, además, que en una semana comenzarían las obras para la medialuna que debía cubrir la puerta de Terravecchia y se repararía el baluarte situado hacia levante con una trinchera para impedir la entrada por Terravecchia.[54]

Los últimos avances en Augusta, Siracusa y Mesina fueron detallados por Grunenbergh en el mes de julio. En Augusta, Juan Bautista Sesti aseveraba que la plaza se hallaba fuera de peligro porque se había receñido la parte de levante con un muro de piedra. En la zona del puerto se habían construido una serie de trincheras para impedir los desembarcos enemigos, mientras que habían finalizado las labores de edificación de la medialuna del castillo, así como su terraplén, foso, contraescarpa y estrada encubierta, por lo que les quedaba tan solo la explanada. La terraza situada hacia el puerto disponía de un muro de 20 palmos de anchura por 14 de altura, con sus esquinas y cantoneras de piedra de sillería. En cuanto a la torre de Avalos se había llegado al primer cordón. Por su parte, en Siracusa, su castillo se hallaba a la mitad. Por último, se avanzaba a buen ritmo en Mesina, donde se creía que en el mes de agosto estaría terminado uno de los baluartes de la ciudadela.[55]

Poco después, Grunenbergh comunicaba a la Corte los últimos progresos. En el castillo de Augusta habían finalizado el hornabeque y pronto acabarían con el baluarte de Santa Teresa. La tenaza opuesta al mar estaba terminada, creando con ella, la estrada encubierta y el revellín un segundo recinto capaz de alojar un buen contingente de tropas e, incluso, a los habitantes, la milicia del reino y otra serie de militares en caso de ser atacados por el enemigo. Aunque para ello se habían demolido las casas cercanas, lo que había permitido aumentar la plaza de armas, aconsejaba que se derribasen también las que quedaban hasta el convento del Carmen, pues sus materiales podían ser reutilizados en otras obras que dificultasen aún más un asalto exterior. De este modo, el recinto quedaba protegido en tierra por un hornabeque al que recomendaba reforzar con un nuevo muro que tuviera de ocho a diez palmos bajo el mar, a la vez que se cubría su puerta y su puente con un revellín, o bien, realizar uno muy grande sirviéndose de la contraescarpa del foso ya realizado. Con ello, el peligro del recinto se reducía a las acciones de los esquifes y pequeñas embarcaciones.[56]

En la zona cercana al mar debía alzarse su muro y el baluarte del cargador a la misma altura que el hornabeque, prolongándose el flanco que defendía el baluarte de Santa Teresa. Consideraba necesaria también la construcción de un medio baluarte de grandes dimensiones que protegiera el revellín grande y la avenida de tierra. Señalaba, asimismo, que todos aquellos cambios debían llevarse a cabo antes de comenzar con las obras en la ciudad, pues “atrincheradas las orillas del mar y con los correspondientes escollos, se dificultaba el desembarco de los esquifes”. Para concluir, aseveraba que el conde había visitado la torre de Avalos y había podido comprobar que habían finalizado las obras y la distribución de la artillería, faltando únicamente la mejora de los alojamientos para los militares y las obras necesarias para que la torre albergarse un faro.[57]

La prioridad absoluta de la isla era la ciudadela de Mesina. A principios de 1681, el virrey comunicaba su visita a la ciudad de Trapani, donde había comprobado que los baluartes y castillos necesitaban algunas mejoras, pero había decidido posponerlas para destinar los fondos del reino a las obras de Mesina.[58] No pensaba lo mismo el castellano de la Colombaia, que había solicitado la mejora defensiva del castillo. En opinión de este último, debían emplazarse seis cañones en el torreón Nuevo del castillo para la defensa del puerto, pudiéndose desplazar tres o cuatro de los que se encontraban en la antigua plataforma mientras el virrey se encargaba de proporcionar el resto.[59]

Respecto a Augusta, el coronel remitió un informe acompañado de un diseño de las fortificaciones en el que mencionaba las labores realizadas durante el gobierno del conde de Santisteban. Finalizadas las proyectadas para el castillo se habían planificado otra serie de mejoras como la edificación de una medialuna con su estrada encubierta para cubrir la puerta del hornabeque situado hacia el puerto. Una vez concluido el baluarte Santa Teresa se había proyectado el medio baluarte del cargador y se había realizado la cortina que comunicaba ambos cuerpos. En la parte de levante se había mejorado una cortadura y alrededor del castillo se había hecho lo propio con el foso con su contraescarpa, así como la estrada encubierta con su correspondiente explanada hacia el cargador. Además, estaba planificada la construcción de otro medio baluarte en la orilla levantina que ceñiría con una cortina al hornabeque que miraba hacia la campaña. Este último, a su vez, debía repararse con un contrafoso y una medialuna con su foso, estrada encubierta y explanada. En cuanto a la torre de Avalos, se la había provisto de la linterna, al tiempo que quedaba rematada con una especie de medialuna que cubría la avenida y la entrada de la puerta.[60]

Mientras tanto, el conde de Santisteban realizó una visita a Mesina, donde comprobó que las noticias sobre el retraso eran demasiado alarmistas, pues el cuerpo de la plaza podría estar acabado aquel año.[61] El ingeniero justificó el retraso valiéndose de las inclemencias propias del invierno que habían dificultado la llegada de los materiales por tierra y mar, al tiempo que constataba los adelantos del recinto con los dos baluartes y las tres cortinas. De hecho, se esperaba que aquella zona fuera concluida aquel año después del relleno del bajo fondo de su plaza de armas. Con el cuerpo principal de la ciudadela terminado se realizarían las labores a cubierto, comenzando los fosos y obras anexas, así como los almacenes y los cuarteles.[62]

En otoño de 1684, el propio ingeniero se defendía de sus detractores asegurando que la ciudadela constituía una de las mejores de Europa, como le habían confirmado los cabos militares de las galeras del pontífice, el gran duque de la Toscana o los caballeros de Malta. Mostraba orgulloso su obra al tiempo que agradecía la confianza que el conde había depositado en él cuando su proyecto fue cuestionado por aquellos que no entendían aquel novedoso método de fortificación.[63]

En la primavera de 1685, Grunenbergh evaluaba una orden real sobre la posibilidad de alojar en la ciudadela 400 españoles que compondrían la guarnición fija. En opinión del coronel aquel contingente podía cobijarse sin necesidad de construir nuevos cuarteles porque las casas, los almacenes del antiguo lazareto y las casernas de las maestranzas eran más que suficientes para este propósito.[64] De hecho, respecto al lazareto, la edificación de la ciudadela había obligado a destruir el antiguo, motivando la construcción de uno nuevo en el puerto de Mesina al que el virrey aseguraba haber dotado de sus correspondientes instrucciones en 1685. Este edificio de carácter sanitario que tenía la función de observación, no la de un lazareto sucio, habría estado prácticamente operativo desde la primavera de 1687.[65]

Una vez aclarado su parecer, Grunenbergh detallaba los avances de la ciudadela. Estaban acabadas las obras que miraban hacia la avenida de tierra, es decir, la estrada encubierta, las cuatro banquetas con su parapeto, la contraescarpa y la explanada. En el exterior habían finalizado el revellín, la plataforma, los parapetos, las banquetas con sus bóvedas, casamatas y troneras; además de los baluartes y su cortina, que formaban con sus bóvedas dos almacenes de grandes dimensiones; y los fosos de las obras exteriores por donde navegaban las embarcaciones que transportaban los materiales. Hacía tiempo que se había cerrado el cuerpo principal de la ciudadela y se habían trasladado los trabajos a los almacenes de otra cortina y a los baluartes que miraban a la zona de la Gracia, donde se había dispuesto la edificación de un torreón para almacenar unos mil quintales de pólvora. Por la parte del puerto y de la Gracia se había dispuesto una falsabraga que podía guarnecer la artillería y en la parte del faro se había realizado una contraescarpa. Quedaban pendientes otros almacenes, entre ellos, algunos de pólvora que servían de caballeros, así como la edificación de las bóvedas de tres cortinas, el revellín y la parte de la contraescarpa que miraba hacia la Gracia. El fin de las labores de la ciudadela dependería de los suministros logísticos y económicos pero si se mantenían a buen ritmo podían terminarse durante aquel verano.[66]

En mayo de 1687, el conde de Santisteban resumió los logros de su mandato. En el apartado dedicado a las fortificaciones, señalaba que la torre Avalos y los castillos de Augusta se hallaban en buenas condiciones defensivas, además de guarnecidos y abastecidos. En cuanto a la ciudadela de Mesina, a la que había prestado una atención especial, aseguraba que se hallaba entre las primeras de Europa por su emplazamiento y su fábrica, habiéndose acabado con la parte defensiva, prácticamente finalizado el lazareto e iniciada la construcción de los cuarteles, que requerían menos trabajo.[67] De hecho, las obras de fortificación llevadas a cabo por Carlos de Grunenbergh durante el virreinato del conde de Santisteban le valieron el elogio de este último, que encargó la obra Teatro Geográfico Antiguo y Moderno del Reyno de Sicilia donde se homenajeaba al ingeniero.[68]

El duque de Uceda, nuevo virrey de Sicilia, sería informado por el coronel del progreso de la ciudadela, aunque en su opinión las obras se hallaban más retrasadas de lo que se especificaba en los informes que poseía la Corte, donde se daba prácticamente por concluida la ciudadela.[69]Ignacio Gastón realizó una descripción exhaustiva, donde incluía referencias al terreno, nombres de las fortificaciones, su estado y las obras que consideraba necesarias para su finalización. Respecto a este último punto, seguían pendientes todas las obras mencionadas en el último informe: los diez cuarteles de los soldados; la iglesia; la casa del gobernador; una cortina de muralla que abarcase desde la falsabraga de la ciudadela hasta el baluarte antiguo Don Blasco; acabar el polvorín del baluarte Grunenbergh y la plataforma de la falsabraga coronada que protegía el puerto; el suelo de las dos puertas principales y el de los dos revellines Santa Teresa y Concepción; mejorar la nervadura de toda la ciudadela; empedrar la plaza de armas; y pavimentar con hormigón los almacenes, el suelo de las cortinas y baluartes, el de las puertas de debajo de las cortinas y el de los caballeros y revellines, entre otros.[70]

4. Conclusiones

Durante el reinado de Carlos II la arquitectura militar del reino continuó contando con la presencia de toda una serie de torres de avistamiento y fortificaciones en las plazas fuertes. A la necesidad de hacer frente a la amenaza otomana después de la caída de Candía en 1669, se unió el interés de la Corona francesa por Sicilia. Concluida la guerra de Mesina, el conde Santisteban llegaba al reino con la misión de fortalecer el dominio español en Mesina, tal y como esperaban de él los representantes de la facción de la corte partidaria de castigar la ofensa de la ciudad.

Al igual que ocurriera con el virreinato del príncipe de Ligne, el del conde de Santisteban destacó por la importancia concedida a la puesta a punto del sistema defensivo de la isla. De ahí que sus años de mandato se centrasen en la mejora de las defensas de Mesina; Augusta, muy deteriorada tras el paso de los franceses; y Siracusa. Después de diversas propuestas, se iniciaron las obras de la ciudadela de Mesina bajo el proyecto de Carlos de Grunenbergh, quien contó con el apoyo de la corte y de un virrey interesado por las novedades técnicas que ofrecía este ingeniero, más audaces que las de otras propuestas. En ello influyó tanto la trayectoria anterior del coronel como la experiencia del virrey como capitán general de Granada y virrey de Cerdeña.

Grunenbergh propuso además la mejora de las de Augusta y Siracusa, pues la primera de ellas se había convertido en el objetivo principal de los enemigos para tomar la isla. Por otra parte, en Augusta propuso la mejora del castillo medieval de la ciudad adaptándolo al sistema de la estrella pentagonal, mientras abandonaba su antigua idea de dotarla con una ciudadela, proyecto que destinaría a Mesina.

No hay duda de que la obra que centró las relaciones del ingeniero y del virrey fue la de la ciudadela de Mesina, que se inició en 1680. A finales de 1686, las obras defensivas de la misma estaban prácticamente acabadas, quedando pendientes otras como los cuarteles, la casa del gobernador o la iglesia. Iniciado el gobierno del duque de Uceda se comprobó que Augusta había quedado a finales del anterior en buenas condiciones y que en Mesina, efectivamente, restaban obras de carácter menor, que no imposibilitaban la defensa de la ciudad, pero que en algunos casos, como el de los cuarteles, eran de gran utilidad.

Material suplementario
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VESCO, Maurizio, “Pietro Antonio Tomasello de Padua: un ingeniero militar véneto en la Sicilia de Carlos V”, Espacio, Tiempo y Forma. Serie VII, Historia del Arte, 21-22 (2009-2010), 45-73.
ZAMORA RODRÍGUEZ, Francisco J., “Livorno, la familia Silva y los Grunembergh en el entramado hispánico”, en RIVERO RODRÍGUEZ, Manuel, Nobleza hispana, nobleza cristiana: la Orden de San Juan, vol. II, Madrid, Polifemo, 2009, 961-975.
ZAMORA RODRÍGUEZ, Francisco J., La «Pupilla dell.Occhio della Toscana» y la posición hispánica en el Mediterráneo occidental (1677-1717), Madrid, Fundación Española de Historia Moderna, 2013.
Notas
Notas
[1] Abreviaturas empleadas: Archivo General de Simancas (AGS), Archivo Histórico Nacional (AHN), Archivio di Stato di Palermo (ASP), Mapas, Planos y Dibujos (MPD), legajo (leg), documento (doc) y folio (f/ff).
[2] RIBOT, 1995, pp. 103-104. También podemos consultar LIGRESTI, 1993, pp. 647-67
[3] DUFOUR, 1991, pp. 113-115; DUFOUR, 2000, pp. 495-513. Para una descripción detallada de las necesidades defensivas del reino de Sicilia durante los reinados de Carlos V y Felipe II, véase GIUFFRIDA, 2007; CÁMARA, 1999; SORALUCE, 1998; MAZZAMUTO, 1986. Para conocer el estado de las fortificaciones y las medidas llevadas a cabo en Nápoles durante la misma época, véase HERNANDO, 1994, pp. 405-435.
[4] FAVARÒ, 2004, p. 34. Para profundizar en las torres costeras de Sicilia, véase MAZZARELLA y ZANCA, 1985.
[5] Aunque se ha afirmado que la modernización defensiva de la isla de Sicilia durante el siglo XVI se habría llevado a cabo a partir del virreinato de Ferrante Gonzaga, ya en el de Ettore Pignatelli estuvo presente en la isla el ingeniero Pietro Antonio Tomasello. Entre 1523 y 1537 llevaría a cabo el primer núcleo del fuerte de San Salvador en Mesina, las defensas bastionadas del castillo de Milazzo, la renovación de las murallas de Trapani y el torreón circular de Castellamare de Palermo, entre otras intervenciones que supusieron la incorporación de la isla a las innovadoras técnicas defensivas de aquellos años, concretamente a la introducción de los bastiones circulares y poligonales en las fortalezas y las murallas. Véase en VESCO, 2009-2010.
[6] Según Geoffrey Parker, “el bastión era el rasgo dominante en el nuevo tipo de fortificaciones que se desarrolló en la primitiva Europa moderna. De construcción baja y maciza, tras un amplio foso, dos de sus lados miran al exterior y están provistos de artillería pesada para mantener alejados a los sitiadores, mientras que los otros dos lados son perpendiculares al muro principal y están erizados de mortíferas armas contra los atacantes. A medida que aumentaba el alcance de la artillería, se añadieron otras obras de fortificación (revellines, coronas y hornabeques) para mejorar la capacidad defensiva”. Véase en PARKER, 1990, p. 29.
[7] DUFOUR, 1991, p. 115; LIGRESTI, op. cit., p. 666 y 2003, p. 145; GIUFFRÈ, 1980, p. 39. Sobre la evolución de los trabajos de fortificación en la isla de Sicilia durante el siglo XVI, véase SORALUCE, op. cit.
[8] RUSSO, 1994, pp. 411-412. Sobre las novedades introducidas por Vauban en el arte de la fortificación de la segunda mitad del siglo XVII, véase RODRÍGUEZ, 2007, p. 39.
[9] Ibídem, pp. 412-414.
[10] RODRÍGUEZ, op. cit., p. 39
[11] Ibídem, pp. 57-58; ANDERSON, 1990, pp. 91-93.
[12] SCIUTI, 1984, pp. 6-8.
[13] Ibídem, p. 111.
[14] PILO, 2008, p. 74 y p. 144; LIGRESTI, 2007, pp. 54-55; VENTURA, 1992, p. 542.
[15] RIBOT, op. cit., p. 103; SORALUCE, op. cit., p. 32.
[16] MESA, 2012, pp. 397-400; y 2013, pp. 318-330 y pp. 697-698. Para profundizar en la estructura defensiva de la isla de Sicilia durante la guerra de Mesina, véase RIBOT, 2002. Concretamente para las fortificaciones y la artillería del reino, véanse las p. 411-416.
[17] ANDERSON, op. cit., pp. 91-93; MANFRÈ, 2013. Contamos con una síntesis del estado de las fortificaciones durante los primeros años del reinado de Carlos II en MESA, 2012 y MANFRÈ, 2012.
[18] CASTRO y CUADRADO, 2012, pp. 181-182
[19] Ibídem, pp. 187-188; ALCALÁ ZAMORA, 1976, pp. 355-358; ZAMORA, 2013, pp. 55-56.
[20] Ibídem, pp. 189-190. Sobre el interés de la Corona francesa en dominios mediterráneos de la Monarquía Hispánica, véase ORGEIX, 2005.
[21] Ibídem, p. 191.
[22] Ibídem, p. 184-186.
[23] SANTORO, 1985, p. 114. El valor geoestratégico de Mesina se puede constatar ante la obligatoriedad del virrey de estar presente en la ciudad cuando hubiera un fuerte riesgo a sufrir un ataque turco, pues tomada aquella plaza se disponía de una base inmejorable para controlar el Mediterráneo central. De hecho, en el siglo XVI era considerada como una posición esencial en Occidente por su facilidad para abastecerse de trigo siciliano y extranjero, así como por su proximidad al reino de Nápoles. Véase en DUFOUR, 2000, p. 504 y BRAUDEL, 2005, p. 264.
[24] AGS, Estado, leg. 3499, doc. 219; MANFRÈ, 2016, p. 231. Sobre las medidas llevadas a cabo al término de la guerra de Mesina por el virrey Vicenzo Gonzaga, véase BOTARI, 2005, pp. 85-88.
[25] AGS, Estado, leg. 3530, docs. 78 y 79, citados también por MANFRÈ, 2020, p. 115 y el segundo por GIUFFRÈ, 1997, p. 212. Sobre las fortificaciones de Mesina durante el virreinato del conde de Santisteban, véase también MANFRÈ, 2016.
[26] ASP, Real Segretaria, Incartamenti, leg. 1686, sin número de documento, Marsala, 07-08-1678. La cana, medida de longitud del sistema métrico siciliano, equivalía a 2,0647824 metros.
[27] ASP, Real Segretaria, Incartamenti, leg. 1686, sin número de documento, Trapani, 13-12-1678.
[28] AGS, Estado, leg. 3499, doc. 302; Secretarías Provinciales, leg. 1240, sin número de documento, Mesina, 12-09-1678. La necesidad de traer la puzolana de Nápoles para la falsabraga del fuerte del Salvatore ha sido mencionada también por MANFRÈ, 2016, p. 243, cita 23.
[29] AGS, Estado, leg. 3500, doc. 44. También citado en MANFRÈ, op. cit., p. 244. Los hermanos Grunenbergh, Carlos y Fernando, fueron dos ingenieros militares que desarrollaron distintos trabajos de ingeniería civil y militar para la Monarquía Hispánica. Según algunos autores serían de origen flamenco, pero otros como F. J. Zamora Rodríguez y Dolores Romero Muñoz los consideran alemanes. Durante el reinado de Carlos II, sería Carlos de Grunenbergh, quien proyectase algunas de las obras de perfeccionamiento llevadas a cabo en Siracusa, Trapani, Augusta, Catania y Mesina. Entró al servicio de la Corona en 1656 y, aunque en un principio se puso en duda su valía para la ingeniería, acompañó a su hermano en España y Portugal, siendo destinados en 1669 a Italia. Fernando permaneció en Nápoles, mientras Carlos fue enviado a Sicilia donde sirvió hasta su muerte acaecida en Mesina en 1696. Para una descripción más detallada de los lazos familiares de los Grunenbergh, véase ZAMORA, 2009 y ROMERO, 2019. Para ampliar la labor de Carlos de Grunenbergh, véase BOSCARINO, 2007; DUFOUR, 1998 y 1989; y ARICÒ, 2008.
[30] AGS, Secretarías Provinciales, leg. 1200, sin número de documento, Palermo, 25-05-1679; GIUFFRÈ, op. cit., p. 54. Francisco de Benavides Dávila y Corella, noveno conde de Santisteban del Puerto, décimo de Risco e undécimo de Concentania, noveno marqués de las Navas y segundo de Solera, grande de España y caballero de la orden de Santiago; era hijo de Diego de Benavides, conde de Santisteban del Puerto y de Antonia Dávila y Corella, marquesa de las Navas. Durante su vida desempeñó los cargos de capitán general de la costa de Granada, virrey de Cerdeña, Sicilia y Nápoles, consejero de Estado, y mayordomo mayor de las reinas Mariana de Neoburgo y María Luisa de Saboya, entre otros. Fue nombrado virrey y capitán general del reino de Sicilia el 17 de agosto de 1678. AGS, Secretarías Provinciales, libro 987, ff.135-144; Estado, leg. 3616, doc. 197; RIBOT, 2018.
[31] AGS, Estado, leg. 3530, doc. 50.
[32] AGS, Secretarías Provinciales, leg. 1200, sin número de documento, Palermo, 25-05-1679
[33] SANTORO, op. cit., p. 139.
[34] MANFRÈ, 201
[35] AGS, Secretarías Provinciales, leg. 1200, sin número de documento, Palermo, 25-05-1679.
[36] AGS, Estado, leg. 3530, doc. 97. Para ver el proyecto que proponía, véase Giovanni Battista Sesti, Planta de Zaragoza, 1679. (España, Ministerio de Cultura y Deporte, AGS, MPD, 12, 054). http://www.mcu.es/ccbae/es/consulta/registro.do?id=179693 Sobre la trayectoria de Juan Bautista Sesti, ingeniero militar en el reino de Sicilia desde 1674 a 1683, véase MANFRÈ, 2017.
[37] Para comprobar la evolución de los proyectos de fortificación llevados a cabo durante los años ochenta en la isla de Sicilia pueden consultarse los siguientes planos de la Colección Digital de Mapas, Planos y Dibujos del Archivo General de Simancas en la web del Portal de Archivos Españoles (PARES) del Ministerio de Cultura de España: Augusta, años 1680 (AGS, MPD, 10, 005) y 1682 (AGS, MPD, 05, 038); Siracusa, años 1679 (AGS, MPD, 12, 054) y 1680 (AGS, MPD, 19, 115); y Mesina, años 1678 (AGS, MPD, 05, 118), 1681 (AGS, MPD, 02, 005) y (AGS, MPD, 21, 071), 1682 (AGS, MPD, 07, 163), 1684 (AGS, MPD, 05, 119), 1685 (AGS, MPD, 15, 118) y 1686 (AGS, MPD, 11, 030). La reproducción y el comentario de todos los planos sobre fortificaciones sicilianas conservados en dicho archivo pueden consultarse en la obra de ARICÒ, 1982. En el caso de todos los planos mencionados anteriormente, han sido reproducidos y comentados recientemente por ROMERO, 2020.
[38] AHN, Estado, leg. 5034, sin número de documento, “Descriptión de las fortificaciones que contiene oy en día la ciudad de Palermo con las que se juzga conveniente de añadir”.
[39] AHN, Estado, leg. 5034, sin número de documento, “Descriptión de la ciudad y fortificación de Trapana”.
[40] AHN, Estado, leg. 5034, sin número de documento, “Descriptión de la ciudad de Marsala”
[41] AHN, Estado, leg. 5034, sin número de documento, “Descripción de la Isla de Faviñana”.
[42] AGS, Estado, leg. 3527, doc. 130.
[43] GIUFFRÈ, op. cit., p. 54; MANFRÈ, 2016, p. 2
[44] AGS, Estado, leg. 3527, docs. 133, 134, 135, 136 y 137.
[45] AGS, Estado, leg. 3527, docs. 106 y 108; también en MANFRÈ, 2020, pp. 116-117.
[46] GIUFFRÈ, op. cit., p. 54.
[47] AGS, Estado, leg. 3527, doc. 142; MANFRÈ, op. cit., pp. 236-237
[48] ASP, Real Segretaria, Incartamenti, leg. 1688, sin número de documento, Mesina, 20-06-1679
[49] AGS, Estado, leg. 3527, doc. 124.
[50] AGS, Estado, leg. 3527, doc. 142; SANTORO, op. cit., p. 144. El autor señala que esta ciudadela recogía el proyecto del “fuerte estrellado” mejorado a lo largo de otras de sus intervenciones en Malta y Augusta. Asimismo empleó otros dispositivos introducidos en ciudades como Siracusa o Augusta, donde había construido canales de agua con revellines aislados y una serie de puentes de conexión.
[51] MANFRÈ, op. cit., pp. 237-238; ROMERO, 2019.
[52] AGS, Secretarías Provinciales, leg. 1059, sin número de documento, Mesina, 28-05-1680 y Mesina, 30-05-1680; DUFOUR, 1987, p. 38.
[53] ASP, Real Segretaria, Incartamenti, leg. 1689, sin número de documento, Siracusa, 27-05-1680
[54] ASP, Real Segretaria, Incartamenti, leg. 1689, sin número de documento, Augusta, 03-07-1680; AGS, Secretarías Provinciales, leg. 1270, sin número de documento, Augusta, 12-06-1680. Para ver el estado de la plataforma que se debía realizar en Siracusa, véase Carlos de Grunenbergh, Plano de la plataforma y batería baja que se habrá de hacer en el castillo de Siracusa, 1680 (España, Ministerio de Cultura y Deporte, AGS, MPD, 19, 115). http://www.mcu.es/ccbae/es/consulta/registro.do?id=180671
[55] AGS, Secretarías Provinciales, leg. 1059, sin número de documento, Mesina, 10-07-1680.
[56] AGS, Estado, leg. 3500, doc. 223.
[57] Ibídem.
[58] AGS, Estado, leg. 3501, doc. 23.
[59] ASP, Real Segretaria, Incartamenti, leg. 1689, sin número de documento, Trapani, 10-09-1680. Para ver el estado de la planta del castillo de Augusta, véase Carlos de Grunenbergh, Planta del Castillo de Augusta con las fortificaciones que se han hecho y se están haciendo de orden del Exmo. Sr. Conde de San Esteban, 1681 (España, Ministerio de Cultura y Deporte, AGS, MPD, 02, 006). http://www.mcu.es/ccbae/es/consulta/registro.do?id=176659
[60] AGS, Estado, leg. 3501, doc. 85; Secretarías Provinciales, leg. 1061, sin número de documento, Madrid, 08-06-1681
[61] AGS, Estado, leg. 3501, doc. 81, citado también por MANFRÈ, op. cit., p. 239.
[62] AGS, Estado, leg. 3501, doc. 82.
[63] AGS, Estado, leg. 3503, doc. 81, citado también por ROMERO, 2019b, p. 190.
[64] AGS, Estado, leg. 3503, doc. 98.
[65] PORTERA, 2009, pp. 25-26. Sobre el lazareto de Mesina, véase también IOLI, 1989.
[66] AGS, Estado, leg. 3503, doc. 98. Para ver el estado de la planta de la ciudadela de Mesina, véase Carlos de Grunenbergh, Planta de estado que al presente se hallan las obras de la ciudadela de Messina. Todas las obras que se ven de colorado son las imperfectas; y todas las demás acabadas a 24 de abril de 1685 (España, Ministerio de Cultura y Deporte, AGS, MPD, 15, 118). http://www.mcu.es/ccbae/es/consulta/registro.do?id=180183
[67] AGS, Estado, leg. 3504, doc. 82; MANFRÈ, op. cit., p. 240.
[68] ROMERO, op. cit.
[69] AGS, Secretarías Provinciales, leg. 1213, sin número de documento, Palermo, 28-08-1687.
[70] AGS, Estado, leg. 3504, doc. 134, citado también por MANFRÈ, op. cit., p. 246. RICCOBONO, BERDAR y LA FAUCI, 1988, pp. 74-84.
Notas de autor
* Doctora Internacional en Historia Moderna por la Universidad de Castilla-La Mancha y estudiante del Máster Universitario en Educación y Museos: Patrimonio, identidad y mediación cultural de la Universidad de Murcia (España), https://orcid.org/0000-0003-3924-2608. Email: mecomapil@gmail.com y mariapilar.mesac@um.es
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